Lo mencionó Max Yuri Gil Ramírez, director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia y excoordinador territorial de la Comisión de la Verdad para Antioquia y el Eje Cafetero durante su intervención en el conversatorio Las Cuchas, Entre la Memoria y el Arte Urbano, realizado recientemente en la Sala U de la UNAL Medellín, un espacio para la reflexión en el que participaron académicos, artistas y víctimas.
“Lo que sucede en La Escombrera da la sensación de estar atragantados y genera ganas de gritar desde las artes y más en este país donde la impunidad, el silencio y el olvido es lo que reina”, dijo la activista y artista escénica Mary Torres Ávila durante el conversatorio Las Cuchas, entre la Memoria y el Arte Urbano.
Ella hace alusión a lo sucedido con el mural que contiene la frase "Las cuchas tienen razón", pintado en el deprimido de la Terminal del Norte en Medellín en homenaje a las madres de las víctimas de desaparición forzada durante la Operación Orión, que fue borrado por orden de la Alcaldía de la ciudad.
La Operación Orión fue una acción militar que ocurrió en el 2002 en la Comuna 13 de Medellín. El 18 de diciembre de 2024, en el sector conocido como La Escombrera de esta localidad, fueron hallados los primeros restos óseos humanos que podrían corresponder a las víctimas de este hecho que fueron declaradas como desaparecidas, según la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD).
Lo ocurrido con el mural tiene distintas capas de sentido y en ello están implicados los derechos ciudadanos y la reparación simbólica de víctimas reconocidas por el Acuerdo de Paz, de acuerdo con Fernando Escobar Neira, profesor de la Escuela de Artes de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín, quien señala que el accionar de la Alcaldía es revictimización.
“Con lo del mural hay indignación por un alcalde que cree que puede decir qué está bonito y qué no, cuáles memorias y dónde se pueden expresar y cuáles no, cuáles son víctimas buenas y cuáles no, cuáles son victimarios buenos y cuáles no”, dijo Gil Ramírez.
Añadió que “da rabia un alcalde que pueda atribuirse la capacidad de decidir eso, que diga que es un mural que afea la ciudad. Y, al mismo tiempo, hay esperanza de ver cómo las mujeres persisten en la acción y los colectivos de artistas que han trabajado en esto, pero también es bonito que, aunque pretendieron borrarlo, fue replicado en todo el país e, incluso, en el exterior. Este es el símbolo de lo que pasa: la memoria es imborrable”.
Para la artista escénica Torres Ávila esto tiene un gran significado, en tanto que se gesta una especie de revolución desde los colectivos de artistas que tienen la necesidad de contar, denunciar y señalar, “porque el arte no pide permiso y porque los medios de comunicación pasan de un tema a otro volviéndose monotemáticos y se va quedando en el olvido”.
Ella destaca el apoyo de la ciudadanía, tan importante para los artistas, así como el llamado a la sociedad, dado que las expresiones artísticas están para respaldar la preservación de la memoria, no para protagonizar y porque la libre expresión, para ella, no se pide, sino que se vive.
El rol y la responsabilidad del Estado
No es una suposición, una hipótesis o una narrativa. Jurídicamente, como señala Gil Ramírez, dos sentencias (una en 2017 y otra en 2023) de la Comisión Interamericana De Derechos Humanos (CIDH) confirman la responsabilidad del Estado en los crímenes ocurridos en la Comuna 13 por la participación conjunta entre el Ejército y paramilitares.
El profesor Escobar Neira trajo a colación el concepto de “violencia en el espacio”, propuesto por el autor Carlos Salamanca Villamizar, para la lectura crítica de violencias recientes en América Latina que se refiere a un conjunto amplio en el tiempo de procesos y acciones que se ponen en marcha como lógica estatal para civilizar, ordenar y domesticar el cuerpo ciudadano a partir de intervenciones concretas en las ciudades. Esa idea, dice, resuena con lo que pasó con La Escombrera, en el sentido de cómo era usado ese lugar inicialmente, cómo está hoy y en cómo se ahonda en silenciamiento y exclusión. Con esta idea fue recordado también el caso de otro mural borrado, cuya frase era “Nos están matando”.
Ante la falta de garantías para la materialización del Acuerdo de paz, Margarita Restrepo, integrante de la Organización Mujeres Caminando por la Verdad y quien aparecía en el mural de “Las cuchas tienen razón”, afirma que “desde que han empezado todos estos procesos, los gobiernos no han cumplido y ¿cómo se va a lograr una paz así? Llevamos viviendo esto 22 años, siempre tocamos puertas y lo exigimos con garantías de no repetición, pero cada día siguen ocurriendo asesinatos, desplazamientos, desapariciones, violación de derechos. He creído mucho en la paz, pero con lo que está pasando es muy complejo”.
Razones de esperanza
La tolerancia a la diferencia, el rol activo de las mujeres y los espacios para el análisis y el debate son puntos positivos que contribuyen a la esperanza, la sensibilización y la no repetición, de acuerdo con Gil Ramírez, para quien la academia es primordial en la promoción de la construcción de ideas y argumentos y en la proyección de la transformación.
Para Restrepo es importante poner especial atención en las enseñanzas que padres de familia ofrecen a sus hijos; así mismo, destaca la vocación social de las universidades, principalmente públicas, en la formación profesional, dado que con el conocimiento “le aportan mucho a la memoria del país”, pero, también, en las intenciones de prepararse “para ser mejores personas”.
Es primordial que la ciudadanía haga un llamado a la empatía, considera Torres Ávila, a pensarnos como sociedad y a ser guardianes y facilitadores de la preservación de la memoria. Para ella, vincularse a proyectos y procesos artísticos y culturales con estos propósitos puede ayudar a generar nuevas narrativas y a contrarrestar relatos institucionales que, por lo general, silencian a las víctimas y las dejan en el olvido.
Algo que destacó Doris Gómez Osorio, asistente y profesora del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas (FCHE) de la UNAL Medellín, es que, si bien en Medellín es una ciudad conservadora, también ha tenido ejercicios de resistencia interesantes en los que las madres han tenido un rol importante.
La academia, para pensar las realidades sociales
La relevancia de la realización de eventos como el conversatorio tiene que ver con un cuestionamiento que no solo palpita en Medellín, sino que ha tenido proyección nacional y se materializa “como una expresión solidaria de nuestro compromiso en las luchas por la verdad, la memoria y la paz en Colombia”, de acuerdo con Óscar Calvo Isaza, decano de la FCHE.
Lo mismo valoran universitarios asistentes como Santiago Albarracín, estudiante de Ciencia Política, a quien le interesó conocer más sobre el tema con la posibilidad de escuchar directamente a las víctimas, para quienes, considera, estos espacios también son importantes.
Eso, precisamente, permite vivir la realidad de manera más directa, cree la estudiante Sofía López, también de Ciencia Política. Para ella, estas reflexiones se alinean con el propósito de la academia, que debe ser educar para formar seres íntegros.
En definitiva, la vicerrectora de la UNAL Medellín, Laura Carla Moisa Elicabide, reafirmó que el conversatorio Las Cuchas, entre la Memoria y el Arte Urbano, convocado por la Facultad de Arquitectura, “es un espacio para el debate público en un momento importante y en medio de una discusión que se ha generado alrededor del movimiento que transversaliza lo político, lo pedagógico, lo artístico y lo comunicativo”.
Además de la comunidad universitaria, al evento asistieron personas que lideran luchas relacionadas con la educación y la memoria.
(FIN/KGG)
27 de enero de 2025