Por Killy Alejandra Gutiérrez Guzmán
La academia no es homogénea y ante las particularidades que confluyen entre los estudiantes se convierte en desafío la búsqueda de estrategias variadas e ingeniosas que contribuyan al éxito de sus pedagogías. La autoevaluación, la voluntad y la capacitación deben ser ejes en ese proceso, de acuerdo con analistas que amplían a continuación la reflexión sobre el tema.
Cuando la Ópera comenzó a desarrollarse en el siglo XVI los cantantes acudían a la técnica vocal y usaban los resonadores de sus voces para amplificar el sonido, de tal forma que toda la audiencia escuchara el concierto —obviamente en la medida en que la acústica del lugar lo permitiera— y fue solo hasta la década de 1900, aproximadamente, que comenzaron a usar los micrófonos.
Ese es un ejemplo que ilustra la confluencia de la capacidad humana e intelectual, la creatividad y el aprovechamiento de las tecnologías emergentes, que son aspectos fundamentales de la innovación educativa, un concepto que no es tan simple, pues además de desarrollarse en torno a la pedagogía, para su aplicación es necesario tener en cuenta propósitos y contextos sociales.
La disposición, la reflexión y la inventiva: vitales
“A veces encontramos mucha resistencia a pensar qué se hace en el aula”, dice Jennifer Andrea Zapata Valencia, coordinadora del Laboratorio de Innovación Académica de la UNAL Medellín, quien destaca la importancia de propiciar ideas constantemente para indagar por nuevas formas de enseñar y propender por erradicar el imaginario equivocado de que la innovación es solo un producto y no un proceso continuo.
En materia de percepción del concepto aún hay desafíos, y así lo cree el profesor Jaime Parra Rodríguez, quien labora en la Dirección Nacional de Innovación de la UNAL: “Si bien hay desarrollos interesantísimos e impactantes, todavía no tenemos tan claro el deber ser del cambio educativo; este también entra en los terrenos políticos, éticos y morales. Todavía estamos fallando en eso”.
Llama la atención específicamente acerca de que, pese a que las tecnologías digitales pueden ser herramientas pedagógicas importantes, aún no es claro desde el currículo, el sentido y la manera didáctica cómo pueden contribuir en el aprendizaje.
El ejemplo de la Ópera es planteado por María de la Mar Bustamante Rodríguez, líder de la Maestría en Ciencias Innovación en Educación de la Institución Universitaria ITM, y también le funciona para ilustrar que innovar no es cambiarlo todo: los cantantes de entonces no modificaron radicalmente sus formas de realizar el espectáculo, sino que se valieron de una oportunidad, que fue la de aprovechar una tecnología emergente, para cualificar la posibilidad de que fueran escuchados por más personas.
Bustamante Rodríguez cree en la validez de adecuar lo que ya existe, teniendo en cuenta que las matrices tradicionales tienen beneficios. También en la reflexión como impulso para ejecutar la innovación académica, y que este no es un concepto que pueda ser tomado como opcional.
La innovación, llama la atención, no es exactamente un acto de valor: “no es que yo tuve el mérito de innovar, porque esto casi no lo hace nadie. Es un llamado que tenemos como educadores, porque no trabajamos con un servicio, sino con un derecho. Lo que debemos tratar de hacer es variar las matrices tradicionales de enseñanza, porque pierden vigencia y hacen que los estudiantes pierdan el interés”.
Los cambios son inminentes: de las épocas, las generaciones, los métodos, de ahí que considere que el conocimiento y las formas de enseñanzas aprendidas en el pasado por los docentes no deben ser trasmitidas a los estudiantes, puesto que las dinámicas son cambiantes. Ante eso, para ella es importante cuestionarse como docente, cualificarse, creer y trabajar en diferentes apuestas.
En este sentido, cree que las capacitaciones son importantes para planear rutas didácticas de acuerdo a las particularidades de los estudiantes, sus intereses y contextos, y lograr un proceso de innovación educativa que conduzca a las transformaciones, “hay que tener voluntad; solo (el hecho de) llevar el computador no te va a asegurar ese cambio”.
La “humanización de la ciencia y tecnología” al interior de las aulas debe ser una premisa, considera Pablo Felipe Marín Cardona, director académico de la UNAL Manizales. Dice que los procesos de innovación académica deben partir del enfoque que él denomina como intelectualista, es decir, desde las capacidades humanas e institucionales para desarrollar competencias y habilidades orientadas a la transformación: “Para hablar de innovación académica tenemos que estar en un equilibrio con lo tecnológico”.
Aprender a leer los contextos
En la innovación que le atañe analizar a la academia, la preocupación pedagógica es tan importante como la inquietud por el ámbito social. Al respecto se refiere Parra Rodríguez, para quien hay dos funciones misionales que son importantes para las universidades y que tienen un lugar destacado en la innovación educativa. Estas son la investigación y la extensión.
Atado a ello debe estar la integración con relación a diferentes tópicos, como los sistemas de evaluación, gestión y gobierno, y formas de organización institucional, según él, con el propósito de proveer mayores beneficios formativos a los estudiantes; una contribución social “importante y necesaria para cambiar el estado de cosas”. Allí, propone, deben ser incluidos territorios y comunidades con dinámicas distintas a las urbanas.
A nivel social y académico, también se debe propender por la calidad educativa, como lo expone Marín Cardona: “No podemos seguir hablando de innovaciones educativas cuando no hemos cerrado la brecha entre la educación básica y superior”.
El académico también trasciende la deliberación al ámbito empresarial y pone el ejemplo del departamento de Caldas, que en su historia ha registrado un desarrollo industrializado. La academia, argumenta, debe pensar la formación académica atendiendo a las necesidades de su entorno. Ese es para él un desafío pendiente por asumir.
Por otro lado, para Zapata Valencia está claro que la reflexión debe ser un cimiento para identificar cómo llevar a cabo la innovación educativa, también para leer lo que ocurre en los contextos, lo que ella considera como un insumo básico, así como implícitamente lo es la autoevaluación, en cuya pertinencia coinciden los analistas, a fin de avanzar en el proceso de implementación.
Le puede interesar: Separata Órbitas UNAL, Edición 01
(FIN/Unimedios Medellín)
*Este artículo fue publicado el primer semestre de 2023, en la primera edición de la Separata Órbitas UNAL.
#TBTÓrbitas