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La cooperación entre Ejército y miembros de la Guardia Indígena para la búsqueda de los niños perdidos en el Guaviare ha sido considerada en el país como inédita. El hecho marca una oportunidad para reflexionar acerca de la cosmovisión indígena y para cuestionar imaginarios y vulneraciones sistemáticas. ¿Debe aprender el país del trabajo colaborativo y de la combinación de saberes? ¿Realmente significa un avance en el reconocimiento de la cosmovisión indígena y de sus aportes? ¿Qué retos existen ante la segregación histórica? Académicos lo discuten.

  • La Guardia Indígena es un colectivo concebido como un organismo ancestral de resistencia y defensa del territorio. Foto: CRIC - Tomada de onx.la/deaeb

    La Guardia Indígena es un colectivo concebido como un organismo ancestral de resistencia y defensa del territorio. Foto: CRIC - Tomada de onx.la/deaeb

  • El Ejército y 10 indígenas nunkak trabajaron en la operación de rescate de los cuatro niños perdidos. Foto: Efe - Mauricio Dueñas Castañeda. Tomada de onx.la/41b02

    El Ejército y 10 indígenas nunkak trabajaron en la operación de rescate de los cuatro niños perdidos. Foto: Efe - Mauricio Dueñas Castañeda. Tomada de onx.la/41b02

  • Las universidades según los académicos deben contribuir a la construcción de espacios de inclusión efectivos y a la construcción de nuevos imaginarios. Foto: Unimedios Medellín.

    Las universidades según los académicos deben contribuir a la construcción de espacios de inclusión efectivos y a la construcción de nuevos imaginarios. Foto: Unimedios Medellín.

    “Se visibilizó lo que somos nosotros, los guardias indígenas”, le dijo Luis Acosta, coordinador de la Guardia Indígena a The New York Times en español acerca del rol que desempeñaron durante la búsqueda de los cuatro niños perdidos recientemente en Guaviare. Él también comentó: “Yo creo que esto (el trabajo conjunto entre Ejército e indígenas) de pronto gana respeto y gana reconocimiento”.

    Para José Fernando Jiménez, docente del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín, quien ha liderado eventos como Encuentros 2022: comunidades, universidad y territorios, un espacio para generar conversaciones enfocadas al análisis de los problemas nacionales, locales y territoriales, se trata de un hecho de carácter circunstancial que realmente no refleja un cambio en la actitud del Estado ni de la sociedad colombiana en general. Lamenta que “nuestro país es altamente segregado y hay grupos de la población que seguirán siendo, por mucho tiempo, consideradas como minorías sociales y culturales”.

    Por su parte, para William Jairo Mavisoy Muchavisoy, profesor y coordinador de la Licenciatura en Etnoeducación de la Universidad del Cauca y director del Grupo de Investigación Educación Rural e Intercultural, “lo que pasó con los hermanos y hermanas de Guaviare es un llamado de atención en términos de lo que tiene que ver con el comportamiento de la madre Tierra con respecto a un mundo que está en caos, en desorden: hay violencia, desorden científico en la disputa por el saber, la certeza. Desorden económico y político”.

    En general, la reflexión sobre el rol y el reconocimiento de los saberes ancestrales y de la cosmovisión indígena es una deuda, según Bastien Bosa, profesor de Antropología de la Universidad del Rosario, en particular de la sociedad en general. Para ilustrar la pertinencia y la necesidad de esto pone como ejemplo el caso de medios de comunicación, que han emitido información con “desprecio y desconocimiento sobre la Guardia Indígena, a la que han visto con guerrilleros y hablan sin vergüenza de palos (para referirse a los bastones de mando). Para las personas que conocen un poco esos procesos pues es obviamente muy muy doloroso, y también para las comunidades que deben enfrentarse a ese racismo”.

    De acuerdo con el profesor Jiménez Mejía, aunque la Constitución Política de 1991 establece derechos de las minorías étnicas, en la práctica no se garantizan a plenitud debido a que siguen abiertas las brechas, a que el país sigue siendo desigual y excluyente. Para él, es necesario poner en marcha políticas que “realmente transformen la realidad actual”, pero para eso, menciona, hay que dejar de verla exclusivamente desde las ópticas de las grandes ciudades sin tener en cuenta que el conflicto es otra de las vulneraciones políticas, económicas y culturales, de modo que el país igue siendo sometido a múltiples formas de violencia y al desplazamiento.

    Un asunto importante que se está dando, dice, es que el actual gobierno ha propiciado la posibilidad de visibilizar “una Colombia real que hace parte de nuestra diversidad”. En ese sentido, cree en la recomendación del Informe final de la Comisión de la Verdad, de la necesidad de construir ciudadanías democráticas.

    “Parece un formulismo pero tiene que ver con políticas que conduzcan al reconocimiento, el respeto y la valoración de la la diferencia, la diversidad y el pluralismo de esas comunidades que hay que incluir” y que se debe hacer más allá del papel, de acuerdo con el docente.

    La contribución de las universidades para la construcción de nuevos imaginarios

    Hay mucho que hacer desde las universidades, considera el profesor Jiménez Mejía, para quien las instituciones de educación superior deben abrirse a otro tipo de acercamiento a las comunidades, pues si bien tienen mucho que aportar, deben despojarse de la presunción de tener el conocimiento.

    Ahora bien, pese a que la academia tiene programas orientados a ese propósito, según el docente, en general, bien intencionados los jóvenes indígenas que llegan a estudiar en la ciudad quedan "atrapados" en lógicas urbanas agresivas que, además, pueden destruir su arraigo con las comunidades de origen.

    Las estrategias para él, aparte de la academia, deben configurarse también desde los medios de comunicación y desde la legislatura bicameral del país: “es increíble ver en los periódicos o en redes sociales cómo se señala al que es diferente, incluso ese racismo por parte de algunos miembros del Congreso colombiano, que no se avergüenzan de estar allí supuestamente representando a Colombia, pero que no hacen más que rechazar al que es diferente. Eso es muy lamentable y habla de un espíritu enfermo que tiene mucho que sanar”.

    Ampliar la perspectiva, reconocer la cosmovisión indígena y cooperar

    En la columna titulada Un milagro en el Guaviare, publicada en El Espectador el 12 de junio, se lee una referencia sobre lo que el brigadier general Pedro Sánchez, comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales de Colombia, le dijo a RTVC sobre los indígenas que participaron en el rescate: “ellos son los héroes. El reconocimiento es para ellos”.

    Puede ser un paso para intentar un diálogo intercultural que, en la opinión del profesor Jiménez Mejía, en realidad no se ha dado en Colombia. No obstante, reconoce que no se trata de un proceso que se desarrolle “de la noche a la mañana. Hay gran oportunidad de apertura de algunos grupos, tanto académicos como culturales y hasta políticos en el país, pero, por otro lado, hay grupos interesados en desacreditar estos nuevos experimentos sociales que se están desarrollando en Colombia.”.

    Desafíos

    Uno de los retos más generales, y a la vez de los más complicados, es transformar el concepto de democracia - Estado en el que quepan otras maneras de comprender el mundo que se habita, según Mavisoy Muchavisoy. Lo dice porque ni a los pueblos afro ni indígenas les han hecho consultas previas para incorporarse a la democracia, aun cuando ellos tienen otra manera de entender y poner en práctica las relaciones de jerarquía, en tanto que la primera autoridad es, como dice, la madre Tierra, a la que hay que pedirle permiso.

    Para él, la academia no abarca los contextos y debería hacerlo inclusive en los diferentes niveles educativos: desde la primaria a la universidad, de manera transversal programas que permitan practicar las sabidurías ancestrales y la incorporación del diálogo en torno a espacios propios “para brindar la palabra como lo han enseñado los abuelos”, para el trueque o la antropología, por ejemplo. Y es que para él la cátedra de estudios no es suficiente. El Ministerio de Educación, dice, debe ser dinamizador.

    Acerca de este asunto, lo que considera el profesor Bastien es que las universidades deben hacer “esfuerzos enormes para invertir la tendencia histórica de exclusión y desprecio a los saberes indígenas, que no son tomados en serio, sino más bien como objetos de estudio” y, según él, desde la óptica de próceres como Francisco José de Caldas o Jorge Tadeo Lozano y otros que diseñaron el proyecto de nación y en cuyos escritos acuden a la inferiorización, discrimación y desvalorización de lo que tiene que ver con lo indígena y lo afro. En ese sentido considera que también es importante que la academia se cuestione.

    También se deben debatir las prácticas de inclusión que según él se basan en indicadores, y principalmente de cuántos estudiantes indígenas o afro hay matriculados. El docente considera que tener en cuenta la vinculación de docentes de esos grupos minoritarios de la población debe ser una posibilidad.

    Finalmente, llama la atención acerca del reto que mencionó Mavisoy Muchavisoy, con respecto a abogar por el cambio de imaginario: “Colombia es un país de lenguas, sabedores, cosmovisiones, historias, prácticas muy valiosas, pero implícitamente todo el mundo sigue pensando lo indígena como del pasado, como antagónico”. Es una tarea para el Estado y para la sociedad en general.

    (FIN/KGG)

    10 de julio de 2023