Pese a los miles de años que han transcurrido en la historia de la humanidad, la aparición del término derechos humanos (DD. HH.) es reciente. Gracias a ellos se reconoce la igualdad de todas las personas sin importar su nacionalidad, género, orientación sexual, religión, u otros. Sin embargo, debido a la situación actual existe la sensación generalizada que su cumplimiento sigue siendo una utopía mundial.
Los acontecimientos que acompañaron la llegada del “boom” de los DD. HH. en Colombia siempre fueron de interés para el sociólogo Sebastián Hincapié Rojas, quien, durante sus estudios de la Maestría en Historia en la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, exploró a través de su trabajo de grado De las márgenes al centro: emergencia y consolidación del movimiento por los Derechos Humanos en Colombia, 1979 – 1991, “los fenómenos sociales, internacionales e ideológicos que provocaron que el discurso y la práctica de los derechos humanos dejara de ser marginal para ocupar un lugar central”.
El investigador señala que existe la hipótesis generalizada de que, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos el 10 diciembre de 1948, surgieron los movimientos y preocupaciones estatales entorno a este tema. Pero, según los hallazgos, solo hasta finales de los años 70 y principios de los 80 crecieron los movimientos y sus demandas a nivel global.
“Para el caso de Europa, a finales de los 70 el fracaso de los movimientos estudiantiles de 1968 empieza a cambiar la mentalidad de esos jóvenes, esto es distinto para América Latina. En el cono Sur las dictaduras, desapariciones y asesinatos en países como Argentina y Chile, hacen que una parte de esa generación quede en el exilio, conozca otro tipo de redes trasnacionales y haga presión en términos muy diferentes a los que estaba acostumbrada la izquierda, eso termina llevando poco a poco a la discusión de los DD. HH.”, destaca Hincapié Rojas.
Entre tanto, en Colombia, al no existir una dictadura, las primeras organizaciones que se establecieron se preocuparon por generar cambios radicales enfocados en la revolución. Sin embargo, “en los 70 se recrudece la represión y durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala se realizan capturas a la oposición. La izquierda ya no tiene la misma importancia en términos de relaciones internacionales y se generan alianzas con liberales y conservadores que llevan a la moderación del discurso, lo que permite tener otros aliados como Amnistía Internacional”, explica el sociólogo.
Esta represión que se vivió en el país, sumada a las nuevas alianzas nacionales e internacionales, provocó un cambio de mentalidad que permitió que los derechos humanos se pusieran en el centro del tablero político colombiano y en los ojos de organismos internacionales.
Influencia en la resignificación de la lucha social
El recuento histórico señala que, ante el anhelo de paz generalizado en la sociedad colombiana a principios de los años 80, los derechos humanos cumplieron “un papel movilizador y de agitación de manera más amplia”. Pero, tras el silenciamiento de las voces de líderes y el asesinato de los exprisioneros políticos en Colombia, sus madres y familias pasan de las preocupaciones asociadas a la transformación radical del país, a la zozobra por la desaparición de sus seres queridos.
“Empiezan a pedirle al Estado que responda en términos de verdad y reparación, lo que genera más sectores comprometidos con visibilizar este tipo de atropellos a la dignidad humana y comienzan a sumarse otros, esto hace que el movimiento vaya dejando de lado las demandas más amplias para centrarse en las demandas de respeto a la vida, verdad y justicia”, agrega Hincapié Rojas quien define que este punto fue un hallazgo clave para el estudio, pues producto de estas luchas y con la aparición del término víctima en el radar, el naciente movimiento de derechos humanos presionó al Estado para que se comprometiera poco a poco con los derechos humanos.
Lo ocurrido en esta época para el historiador se traduce en lecturas actuales de la sociedad colombiana. “Una fundamental es cómo se está reparando a las víctimas de la violencia política no solo con indemnizaciones económicas ni compromisos simbólicos, sino también con recordar y poner en práctica esas luchas en las que se comprometieron estas personas”.
Sebastián Hincapié resalta que el tema de las víctimas no queda por completo cerrado, “hay muchos problemas en términos de memoria histórica por resolver y comprender para que haya justicia y verdad. Esa fue la gran bandera de los movimientos por los DD. HH. después del año 1985 y que sigue sin cumplirse. Hay un exceso de impunidad y poco compromiso de los victimarios, sin ese tipo de transformaciones es difícil saldar esa deuda histórica y saltar a otras discusiones”.
Para Óscar Calvo Isaza, asesor de la tesis y director del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín, “este es un estudio que se mueve en un escenario local, nacional e internacional y contribuye a entender el momento en que este movimiento da un salto cualitativo dentro de las luchas por la justicia y la verdad en Colombia, donde tienen un papel predominante las víctimas. La presencia de las víctimas de la desaparición forzada en este escenario va a ser determinante para lo que ocurre después”, indica.
Sin embargo, la historia de los derechos humanos en Colombia se sigue escribiendo. Para el historiador, “ese silenciamiento de los fusiles logró poner sobre la mesa lo que se debería estar discutiendo en términos políticos: reformas a la salud, a la pensión, al sistema de educación, pero reformas de verdad, que habían sido discusiones que iniciaron desde los años 80 y que comenzaron a quedar eclipsadas con justa razón, por la represión que dejó tantas víctimas en Colombia”.
(FIN/JRDP)
8 de febrero de 2023