Identificar la geografía del conflicto que se presentó en esta región del departamento, en el periodo de 1990 a 2021 y como esta configuró nuevas formas de entender el territorio, fue uno de los objetivos de la tesis de Katerin García Gómez, estudiante de la Maestría en Estudios Urbano-regionales de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín.
Dos territorios, una región en disputa es el nombre de este proyecto, que inicialmente fue motivado por la experiencia de la autora en temas de conflicto y memoria desde la antropología, además de habitar el oriente antioqueño, lo que le dio una perspectiva más personal a la investigación.
“La tesis se desarrolló en tres periodos: entre 1990 y 1996 que fue una época en la que el conflicto no estaba en su etapa más alta, pero ya se iban presentando algunos eventos; de 1997 al 2007, momento en el que se presentó el pico más álgido de violencia en la región; y ya del 2018 al 2021 donde empezó la pacificación y la reducción del conflicto armado”, afirmó Katerin García.
Metodología: los datos y la configuración del territorio
Para tener una perspectiva concreta de la violencia en el Oriente antioqueño y como se dieron las dinámicas alrededor de la posición y despojo de tierras, se usó una metodología cuantitativa soportada en diversas bases de datos que presentan una novedad en los estudios del conflicto en la región.
“Esta tesis decidió concentrarse en información más que ir a campo, construimos a partir de bases de datos y de construcción cartográfica, con esto hicimos una lectura del territorio. Sumado a esto, acércame a estos fenómenos sociales desde un asunto material, espacial y con los datos cuantitativos me permitieron ver todo desde otra óptica, tomando una escala regional que es vista muchas veces como un simple límite jurídico administrativo, pero lo abordamos como un producto social que se construye a través de decisiones”, agregó García.
Oriente cercano y lejano: la dualidad de la región
Ver el Oriente como un territorio en disputa se relaciona con la forma en la que se ha concebido, pues en términos prácticos y espaciales la investigación plantea que hay un “Oriente cercano” que es esa zona del altiplano que está más próxima a las dinámicas del Valle de Aburrá y por lo tanto ha sido punto o referencia para los procesos y proyectos de urbanización del Oriente ,y hay otro al que le llaman “Oriente lejano”, que son los municipios que están en la zona de paramos y embalses, donde se ha concentrado el desarrollo de estas fuentes de generación de energía.
“Otras investigaciones frente al tema han planteado que el conflicto armado generó una ruptura aún mayor entre estos dos Orientes, sin embargo, yo planteo que no es que se diera una fractura sino flujos y relaciones entre estos espacios que generaron una configuración regional en particular; la región en disputa se evidencia ahí, pero finalmente cumplieron un rol ideal de región en los centros de poder y en los actores de planeación”, expresó García Gómez.
Ahondando en temas de planeación, el Oriente se ha convertido en un centro de desarrollo con proyectos como el Aeropuerto Internacional José María Córdova, la autopista Medellín- Bogotá entre otros, que, según la autora buscan instaurar un modelo territorial de desarrollo.
“Ese modelo regional fue un campo de disputa entre diferentes actores armados que también se disputaron esta región como una zona estratégica justamente por su posición en la economía nacional, además de ser un corredor estratégico para el narcotráfico. Ahí es donde la investigación hace un llamado de alerta en el sentido de que efectivamente esos modelos regionales todavía son un campo de disputa, los intereses económicos de los proyectos de urbanización y modernización tanto públicos como privados siguen generando problemas sociales como el desplazamiento de la población, no con actores armados, pero sí, desde lo estructural”, explicó Katerin García Gómez.
Para Daniel Santana Rivas, geógrafo, docente de la Escuela de Planeación Urbano-Regional y asesor de esta tesis, el aporte a los estudios regionales del conflicto en Antioquia es grande:
“Allí se demuestra que las relaciones entre lo rural y lo urbano son elementos integrales para comprender las geografías del conflicto armado, en especial como unos territorios fueron empleados para la contención contrainsurgente mientras que otros fueron asegurados para impulsar procesos de modernización capitalista. Además, plantea un análisis espacial y temporal de todo el ciclo de violencia, demostrando qué elementos son novedosos tras la firma de los acuerdos y qué dinámicas de reproducción del conflicto se han perpetuado”, concluyó Santana Rivas.
Cabe recordar que, según la autora, justamente esa disputa de esos modelos regionales y esa instauración de esos proyectos de desarrollo, fueron los que generaron el escalamiento de la conflictividad en la región en los 80s y en los 90s y que incluso en la actualidad se siguen presentando, por lo que el fin del conflicto no parece tan cercano.
(FIN/DQH)
27 de diciembre de 2022