Es la certeza de la profesora de la Escuela de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura de la UNAL Medellín, próxima a pensionarse. Lo toma como un descanso temporal, no permanente, no quiere desvincularse totalmente de la docencia. Su proactividad la llevó a fundar la Maestría en Arquitectura de la Sede y ahora se dedicará a sus proyectos profesionales particulares. Aquí la historia de cómo ha sido su trasegar y su aporte a la academia.
Es la décima de una familia de 12 hijos y dos de sus hermanos estudiaron en la UNAL Medellín. Su primer acercamiento a la Sede fue a través de ellos e ingresó como estudiante de pregrado de Arquitectura, en 1981. “Me interesó la universidad pública, porque me parece que la visión es muy distinta. Creía que estar en contacto con toda la sociedad era muy importante para mí”, cuenta.
No tuvo un motivo claro para identificar el porqué del interés en la arquitectura, pero siempre supo que le gustaba. Reconoce que en el colegio no fue la mejor estudiante, pero su inquietud por el arte fue clara, así como su gusto por las matemáticas. Desde mucho antes de ingresar a la Universidad recibió clases de pintura, primero particulares y después estudió durante tres años en el Instituto de Bellas Artes de Medellín, lo que la aventajó y la hizo una universitaria destacada mientras cursó el pregrado.
En las aulas hizo equipo con cuatro compañeros que se convirtieron en sus amigos: Álvaro Melo, Marta Fonseca, Carlos Rivas y Santiago Ochoa, quienes se destacaron por ser los más estudiosos de su cohorte. De hecho, María Cristina obtuvo la beca por mejor promedio entre los estudiantes de Arquitectura, área del conocimiento que se les convirtió a ella y a sus amigos en una forma de vida, en tanto que no había espacios que delimitaran lo personal de lo académico, porque compartían incluso espacios culturales y de ocio, por ejemplo, en el barrio vecino Carlos E. Restrepo.
Más tarde sintió la curiosidad de vivir en otro país, un poco animada por la experiencia de su hermana mayor, que residía en Francia. Llegó el 14 de julio de 1988. Recuerda la fecha porque es el día en que se celebra la independencia de esa nación. Allí estudió dos maestrías y un doctorado. En 1995 se regresó a Colombia y en 1999 se devolvió a Europa mediante una comisión de estudios para terminar el doctorado en Artes y Ciencias del Arte en la Universidad de la Sorbona, lo cual hizo en el 2001.
Volvió de nuevo a su país. Se regresó, dice, “muy a pesar de mí misma, porque me sentía a gusto allá”. En Francia ejerció su profesión y sintió la libertad que había buscado. En París, específicamente, se siente a gusto por ser una ciudad cosmopolita en la que puede conocer museos, personas de todo el mundo, en la que puede pasar desapercibida y donde disfruta de pequeños placeres como la pastelería. Se nota la nostalgia es sus palabras, y a la vez, la añoranza. Por eso, como cuenta, va cada que puede.
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Sus proyectos son fruto de su trabajo e iniciativa, como la que tuvo para ingresar a la UNAL Medellín, adonde llegó por su propia gestión: “En ese momento estaba de decano Carlos Mesa y le pedí ser profesora ocasional, y a los 15 días me contrataron. Estuve así hasta el 97, cuando salió una convocatoria y paralelo a eso di clases (en la Universidad Pontificia Bolivariana) hasta el 99”.
El primer día que la vio, recuerda Luis Fernando Múnera Naranjo, actual vicedecano de la Facultad de Arquitectura y exalumno de la docente Cristina, fue cuando él cursaba cuarto semestre: “un profesor, Jaime Sarmiento, la acercó a un grupo de estudiantes y notamos timidez, pero desde el primer momento en el que habló de proyectos, desplegó capacidad analítica y de diseño bastante grande, y eso, creo, ha atravesado la imagen que tenemos sobre ella, porque es considerada como muy solvente, capaz y como una intelectual en Colombia”.
Y no solo en la Facultad de Arquitectura, donde ha pasado tantos años, se sienten afortunados de contar con Cristina. Gloria Vélez Ortiz, una de sus hermanas, cuenta: “mi papá vivió tan orgulloso de ella que, cuando tuvo el diploma del doctorado, le pidió una copia, la enmarcó y a todo el mundo le contaba de su hija doctora”.
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Cristina fundó la Maestría en Arquitectura no solo con la idea de estudiar los proyectos arquitectónicos modernos “desde la analítica, sino también desde la generación de conocimiento. Me interesa todo lo que tiene que ver con el orden disciplinar y epistemológico, en cómo pensamos y aportamos desde la suma de saberes que es la arquitectura, que tiene un eje conductor y una manera de conocer el mundo e influenciar nuestra experiencia en él”, afirma.
Creó el proyecto para cualificar, específicamente, a arquitectos, por lo que en el posgrado no se admiten profesionales en áreas del conocimiento distintas, pues está convencida de que la arquitectura debe posicionarse ante el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias), dado que “hay unas maneras de conocimiento del mundo que no son necesariamente ciencias duras”.
El foco de interés de Cristina durante su trasegar académico ha sido la arquitectura moderna. Le gustó, por ejemplo, estudiar a Lloyd Wright o a Le Corbusier. Indagó por el pensamiento, los fundamentos del espacio moderno y cómo perduran hasta la actualidad, tema que abordó en su tesis de doctorado. Se ha mantenido en esa exploración, pues continuó, por ejemplo, investigando sobre la arquitectura moderna en Medellín e hizo un inventario en estos últimos años sobre las casas americanas de mitad del siglo XX.
La búsqueda por la calidad la ha llevado, por ejemplo, a ganar premios como la Bienal Colombiana de Arquitectura y Urbanismo en la categoría Teoría e Historia en 2004 con su tesis de doctorado De los ojos a las manos, tocar el espacio. A partir de ahí tuvo claro que debía mostrar su trabajo en exposiciones y concursos, y desde entonces ha puesto a participar sus proyectos, “también con el orgullo de que haya presencia de la Universidad también con tesis que he dirigido”, afirma.
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Sus padres eran médicos. Su mamá Lucy Ortiz de Vélez, de hecho, estudió en la época en la que solo los hombres iban a la universidad y trabajó como laboratorista. Cristina cree que fueron sus papás quienes impulsaron en todos los hijos el ímpetu y el interés por la academia, pese a que en el colegio fueron, como ella lo dice, “muy necios”. Como familia viajaron juntos por los pueblos de Antioquia en un Ford de tres filas de sillas.
Según Gloria, la docente “puede aparentar ser muy seria e independiente, pero en el momento de que alguien necesite algo ella está. Es humana, recursiva, es muy buena hermana”, dice. Y añade que, quien le sigue en edad a Cristina le lleva cuatro años, de modo que “fue la niña mimada, la contemplada, y entonces nos reíamos porque después la desplazaron, le quitaron el puesto”. Ahora la profesora Cristina es quien tiene un consentido: Coco, el perro que adoptó hace tres años y medio, y del que habla con gran cariño y con el que comparte los fines de semana.
Luis Fernando coincide con Gloria: la docente se caracteriza por revestirse en lo académico, pero según él, las personas que la conocen descubren que es un ser sensible a nivel humano y artístico, que enseña a ver el mundo con otros ojos a través de las referencias artísticas y una persona cálida “que puede iluminar desde varios puntos de vista”.
Recuerda, por ejemplo, que alguna vez él, siendo estudiante de pregrado, elaboró una pintura para una idea básica de un proyecto. Ella le pidió la obra para conservarla para sí misma. “Para mí eso fue importante, porque sentí que valoraba una forma de expresión muy personal y poco usual”, añade. Teniendo eso en cuenta, haberse ido consolidando como profesor, le significa un proceso que ella ha acompañado, por lo que la considera su “madre académica”, pero también una maestra de la vida.
Como dice Gloria, Cristina es un “movimiento de aprendizaje”. Es posible que por eso ahora quiera enfocarse en visibilizar una exposición que tiene preparada sobre dos investigaciones a las que le tiene gran cariño. Lo sabe: “lo que a uno le apasiona es lo que debe hacer”. Lo que la arquitectura le provee, considera, es “la posibilidad de ver y leer el mundo”. Manifiesta algo de lo que está segura: “Si tuviera que volver a estudiar, estudiaría Arquitectura”.
(FIN/KGG)
6 de diciembre de 2022