Cristian Eliécer Bello Reyes es estudiante de Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UNAL Medellín, fundó el Semillero de Investigación Quantum Computing, a través del cual promueve la ciencia y la investigación desde el pregrado. Por su ímpetu es ejemplo, y a sus 19 años da lecciones a las anteriores y próximas generaciones frente al compromiso académico y la actitud para asumir la vida. Aquí se narran sus contribuciones y su historia.
“Para un matemático no hay ratos no matemáticos”, reconoce Cristian, y continúa: “Uno ve cualquier cosa y de una la asocia a ellas”. Él las ve en las simetrías o rotaciones de objetos, o, por ejemplo, las cúpulas de capillas e iglesias le recuerdan las parábolas matemáticas.
Esa área del conocimiento resultó para él en un gusto adquirido. “Terminé estudiando matemáticas por error. Durante el colegio no me destaqué mucho en la materia, aunque me iba bien. Nunca me llamaron la atención precisamente porque creía que no me servían para nada o que no iban a ser una forma para sostenerme en un futuro”, cuenta.
Se presentó dos veces a la UNAL Bogotá a Biología; su interés se había enfocado hasta entonces en las ciencias naturales. “Al tercer intento dije: no puedo quedarme sin hacer nada, entonces quiero asegurar un cupo, y me presenté a Matemáticas”, narra. Su idea era hacer algunos semestres y luego pedir traslado a Ingeniería Biológica. Después se dio cuenta que ese pregrado no es exactamente similar a lo que soñaba estudiar y desistió de esa intención.
En el 2020-2 comenzó el pregrado en Matemáticas. Lo hizo desde su casa en Concepción (Santander) a través de la virtualidad a la que para entonces obligó el confinamiento ante la pandemia por covid-19, y el proceso de adaptación no fue sencillo. Cuenta: “Al inicio me fue muy mal. Hubo un choque muy duro entre las matemáticas del colegio y las de la Universidad. En el segundo semestre me empezó a ir muy bien y decidí terminar la carrera”.
Desde que estudiaba en el colegio se le “facilitaron las matemáticas”, cuenta Elvia Reyes, mamá de Cristian. De hecho, cuenta que la profesora de entonces “lo envió a las olimpiadas de matemáticas de la Universidad Industrial de Santander”, cuenta orgullosa.
Cristian tuvo claro que estudiaría una carrera profesional enmarcada en las ciencias básicas. Las matemáticas son ahora su centro, pero se está preparando para encaminar su perfil profesional hacia la física. Con ese propósito, dice, tumba el “paradigma de que entre los matemáticos y los físicos puede haber cierta rivalidad” dado la búsqueda de la base de cada área: si las matemáticas construyen la física o viceversa.
“Un pensamiento que debemos erradicar es que, si eres bueno en matemáticas, entonces debes estudiarlas, o si eres bueno en biología, debes estudiar medicina, por ejemplo, porque podemos complementar nuestros gustos con la búsqueda de conocimiento”, afirma con la convicción, según él, de la experiencia propia.
Es común que, cuando lo conocen y se enteran de que es matemático, lo desafíen para que resuelva alguna operación “extremadamente grande”, dice. Esa es otra percepción que, para él, es necesario abolir: “No es algo que hacemos los matemáticos, aunque lo sabemos como base, no precisamente nos preparamos para eso. Las matemáticas tienen muchos campos, diversas aplicaciones y especialidades”.
Su favorita es la computación cuática, un tema transversal a la inteligencia artificial; regido por la mecánica cuántica, no por las leyes físicas que tienen aplicación en la vida cotidiana, y a partir de la cual se pueden resolver multiplicidad de problemas de simulación u optimización en áreas como la medicina, por ejemplo, en un tiempo menor que puede pasar de años (en la computación tradicional) a minutos.
Ese interés se avivó en una clase cuando Alcides Montoya Cañola, profesor de la Escuela de Física de la Facultad de Ciencias, les contó que un computador cuántico había logrado reducir el tiempo de eficacia en el tratamiento de cáncer de mama de seis meses a una semana. “Me dije: si esa es una aplicación en la medicina, y apenas la computación cuántica está iniciando, ¿qué nos espera en unos 20 años cuando ya esté mejor desarrollada y podamos aplicarla a muchos más problemas?”, manifiesta.
A Cristian le interesa emplear la computación cuántica para buscar soluciones a problemas asociados a los objetivos de Desarrollo Sostenible como el agua potable, la optimización del uso de las tierras a fin de que no sea afectada ambientalmente, pero que, a la vez, sea productiva.
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El profesor Alcides todavía recuerda cuando Cristian, que cursaba tercer semestre, le comentó que quería fundar un semillero de investigación y le propuso que fuera el tutor que acompañara formal y académicamente el proceso. Así lo hicieron y ahora ese espacio se llama Quantum Computing.
El semillero de investigación inició a finales de año del 2021 y comenzó su actividad con seis personas, luego de realizar una convocatoria por redes sociales y correo electrónico. Actualmente son 35 integrantes entre los que hay estudiantes y profesores de la sede Bogotá y de cuatro facultades de la UNAL Medellín. Además, tiene convenios con instituciones de educación superior de Colombia, e incluso con una de otro país: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Por ahora Quantum Computing hace programación de computadores cuánticos y, según el docente, se está generando la inercia con respecto a la temática. Además, la llevan a espacios de divulgación de la ciencia, por ejemplo, a través de charlas como la que dictaron a inicios de octubre para la audiencia de Parque Explora, a propósito del Premio Nobel de Física 2022 por los avances en mecánica cuántica.
Los logros tienen que ver con el rol que ha asumido el estudiante. El profesor Alcides cree que “la ventaja de trabajar con jóvenes es que tienen un entusiasmo muy importante, y Cristian lo tiene, además de ser un líder natural que mueve a las personas”. Para el profesor, alumnos como él saben que las posibilidades en otros países están abiertas y está convencido de que, quien inicia en un semillero crece “mucho” a lo largo de la carrera.
Cristian, añade, el docente, “es una persona muy humilde, y cuando los seres humanos lo son frente a la ciencia, la tecnología y la vida, llegan muy lejos. El rol de él es ser el corazón de ese grupo. Yo lo que hago es ayudar, jugar repartiendo balones como decía el Pibe (Valderrama). Ellos deciden cómo hacen la jugada”. En ese sentido, menciona que una de las cosas que necesita Colombia son líderes con humildad y capacidad de mover personas como lo hace su estudiante.
Para Cristian, Quantum Computing ha sido su foco y su refugio, incluso una manera “de escapar de algunos problemas y de aprender a ser un líder”, asegura, y por eso —se siente en su voz— le genera congoja pensar que algún debe dejarlo. Aun así, desea que cada vez más personas se interesen en el Semillero y se vinculen a él.
El rol que ha desempañado en el Semillero de Investigación es comprensivo, da espacio para el diálogo y es paciente, de acuerdo con Juan Sebastián Montoya Cómbita, estudiante de Ingeniería de Sistemas de la UNAL Bogotá, miembro de Quantum Computing y amigo de Cristian, de quien destaca el ímpetu, la iniciativa y el deseo de compartir el conocimiento.
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Él es cariñoso con su familia y con sus mascotas, porque a Cristian le gustan los animales, en especial los gatos. Vive lejos de su terruño ahora, pero en Concepción lo recuerdan cada que ven el jardín en el que “hay plantas hermosísimas que él sembró, porque tiene una mano prodigiosa”, dice su mamá. Al haber crecido en el campo, reconoce Cristian, se interesó por los procesos que se dan en la naturaleza.
Elvia también cuenta que su hijo le heredó el amor por los gatos. Cada que hablan él le pregunta por su minino, que se llama Pocoguante, porque es negro con las patas y la punta de la cola blancas. Para el líder de Quatum, “la forma de relacionamiento de los gatos es muy parecida a la de nosotros (los seres humanos). Tienen ciertos rasgos que los hacen muy inteligentes, y eso me gusta”. Y se nota cuando sonríe al hablar de ellos.
Cuando no está en función de las matemáticas, de la academia o del Semillero de Investigación, Cristian hace música. Comenzó con la flauta cuando estudiaba en el colegio y varios años después de casi una obsesión con las gaitas, como dice, sus padres le regalaron dos: una hembra y una macho. Aún recuerda que, con mucho miedo, hizo una audición para ser parte del Grupo de Gaitas y Tambores de la UNAL Medellín, y logró el cupo. “Actualmente es mi espacio para desconectarme”, afirma.
Aunque le encanta la música, también debe concentrarse para que le fluya, pues cuenta, a la vez que sonríe: “Soy una persona que si hago dos cosas a la vez me vuelvo loco. Es difícil escuchar al profe, a los demás instrumentos y mover las dos manos en diferente tiempo (risas)”. La música y las matemáticas le han enseñado más sobre la calma.
“Lo admiro, porque aparte de lo académico, dedica tiempo a su otra pasión. Es chévere que saca tiempo para su esparcimiento, y se me hace una persona más madura para su edad”, destaca su amigo Juan Sebastián.
Cristian mueve las manos cuando habla, y de él su mamá cuenta que es tímido, colaborador, le gusta ayudar a quien lo necesita. “Que ha logrado todo lo que se ha propuesto y ha hecho muchas cosas que nos han hecho sentir orgullosos”, narra.
Añade que, en el colegio donde estudió, que se llama Nuestra Señora de la Concepción, “lo tienen como referente pa’ los demás muchachos. Cada vez que viene de vacaciones los profesores de matemáticas lo invitan a dar charlas a alumnos de grado once y décimo. Lo tienen como ejemplo de que sí se pueden hacer la cosas y que se puede estudiar en una buena universidad”. Esa es una de las enseñanzas que imparte de forma tan genuina como lo es su ímpetu proactivo.
(FIN/KGG)
31 de octubre de 2022