Escudo de la Repblica de Colombia Escudo de la Repblica de Colombia
A- A A+

La estabilidad de la profesora de la Facultad de Administración de la UNAL Manizales y coordinadora de la Red Cultural de la Sede Medellín, es el movimiento. Es una comunicadora social – periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), magíster en Comunicación y Territorios de la Universidad Michel de Montaigne Bordeaux III (Francia) y doctora en Ciencias de la Información y la Comunicación de la misma institución, a la que la cultura se le atravesó como pasión y propósito de vida. Sus seres queridos la exaltan.

  • Sandra Velásquez Puerta está encargada de la Red Cultural UNAL desde inicios del 2022. Foto: tomada de bit.ly/3RTOiG6

    Sandra Velásquez Puerta está encargada de la Red Cultural UNAL desde inicios del 2022. Foto: tomada de bit.ly/3RTOiG6

  • Su hija, fue un anhelo que tuvo con su esposo, con quien su relación comenzó a distancia. Foto: cortesía Sandra Velásquez Puerta

    Su hija, fue un anhelo que tuvo con su esposo, con quien su relación comenzó a distancia. Foto: cortesía Sandra Velásquez Puerta

  • Compartir con la familia es uno de sus grandes placeres. Foto: cortesía Sandra Velásquez Puerta

    Compartir con la familia es uno de sus grandes placeres. Foto: cortesía Sandra Velásquez Puerta

  • Como profesora también está dispuesta a aprender. Foto: cortesía Sandra Velásquez Puerta

    Como profesora también está dispuesta a aprender. Foto: cortesía Sandra Velásquez Puerta


    ¿Dónde andás? es una pregunta frecuente que le hacen las personas. Está convencida de que hoy somos más móviles que antes y ha tenido la oportunidad de conocer “muchos mundos”, dice sin jactarse de ello. Salir a viajar le gusta, pero mucho más salir a vivir por temporadas en otros sitios, y por eso le encanta la academia, porque se lo ha permitido.

    “A mí lo que me gusta de Sandra es que para ella el mundo es pequeño”, dice su hermano Santiago Velásquez Puerta. “No todo el que pasea es porque tiene más recursos”, menciona al destacar que ella se ha movido, en parte, gracias a las becas.

    La raíz de esa concepción de la vida, de la itinerancia, tal vez es su papá, porque en la infancia de sus hijos los llevó con frecuencia a acampar los fines de semanas a sitios distintos. Él decía: “lo que vamos a comer en Medellín nos lo comemos paseando”, cuenta Santiago, y recuerda que arrancaban en el Land Rover y pescaban.

    La vida simple, como dice Santiago, sigue siendo la favorita de Sandra. Ahora ella vive en la tranquilidad que provee el campo, en una granja orgánica. “Lleva una vida en armonía y pensando en los otros, “de hecho creo que se involucra más de la cuenta”, menciona.

    El movimiento es la esencia de Sandra, y conoce de primera mano las implicaciones que conlleva: “El único pecado de la trashumancia es que siempre vas a tener el corazón partido, porque nunca vas a tener en el mismo lugar en el que estés a toda la gente que amas. El aprendizaje que he tenido es que puedes hacer una vida donde llegues, porque nadie sabe quién eres, puedes retarte y debes hacer familia y amigos”.


    Notas musicales y libretas de apuntes

    Sandra hizo música desde que era niña. Desde entonces fue cercana al arte y a lo artístico. Sus padres la inscribieron en diferentes cursos “para que experimentara”, cuenta ella. Creció en Medellín haciendo deporte y música. Se dedicó al voleibol e hizo parte del equipo del colegio. Tocó variedad de flautas dulces y el fagot, y gracias a su talento fue una de las integrantes de la primera generación del programa Batuta. Tuvo un grupo de cámara llamado Armonía, con el que se presentó en escenarios tan diversos como centros comerciales, colegios, pueblos y cárceles, la mayoría de veces ad honorem.

    El mismo empeño que tuvo en el deporte y en la música lo ha tenido como alumna. Fue muy dedicada, cuenta su hermano Santiago, quien recuerda: “desde que tengo uso de razón la he visto estudiando”. La ha admirado tanto a ella como a su sensibilidad, y él cree que muestra de ello es Ana es una nota, la tesis de pregado que él recuerda con cariño porque con el trabajo se esfuerza por enseñar a los niños a disfrutar de la música clásica.


    Vivir otros mundos

    Después del pregrado Sandra viajó a Europa a estudiar un posgrado. Sin embargo, la principal motivación fue vivir la experiencia de habitar otro país y forzarse a fortalecer el idioma francés. “Uno se va de su casa y es como verla en televisión: todo cambia. El panorama, las costumbres, aprende otras cosas”, dice.

    Se decidió por Francia por la posibilidad de viajar fácilmente a otros países. Trabajó como vigilante en un museo de arte contemporáneo, donde vio las exposiciones “más raras”, como una de los microsonidos del Desierto del Sahara, cuenta y los imita. “De vez en cuando le decía a alguna persona: por favor no toque, pero de resto yo decía que me pagaban por leer”, narra.

    También se desempeñó como asistente de español. Su sitio de trabajo fue un internado lejano al que le tomaba dos días llegar en tren. Abordaba el transporte el domingo en la noche, dormía donde una profesora que la llevaba al colegio y, estando allá, la vigilante de turno le prestaba su cuarto para que descansara. Daba clases de lunes a martes. Los demás días estudiaba la maestría.

    “Era muy chévere. Me acuerdo que se me ocurrió darles clases de salsa a los chicos en la noche. Conseguí el permiso y lo hicimos. Una secretaria a veces me invitaba a comer a su casa y cuidé a varias personas mayores durante el verano. Mis amigos decían que me pagaban mal, pero a mí me gustaba porque me daban tiempo de escribir mi tesis, entonces los llevaba (a quienes cuidaba) a Los Pirineos y lavaba los platos”, cuenta.


    El compromiso de siempre intentarlo y de aprender de las cosas nuevas

    Las inquietudes artísticas de la infancia y la adolescencia se extrapolaron al ámbito laboral. Se ha desempeñado como comunicadora practicante de relaciones públicas en la Orquesta Filarmónica de Medellín, y como profesional en el Teatro Pablo Tobón Uribe, en la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, en el Periódico El Mundo en el área cultural, como tallerista en Prensa Escuela de El Colombiano y en el Instituto de Cultura y Patrimonio.

    A la UNAL Medellín llegó a la Escuela del Hábitat de la Faculta de Arquitectura, luego de hacer su práctica profesional en Cerrejón, donde ejerció como periodista de medios internos. La reportería fue, inicialmente, su profesión anhelada para contar historias. Lo hizo. Transmitió desde una emisora que funcionaba las 24 horas, tomó fotografías desde helicópteros y cubrió hostigamientos con cámara análoga.

    En la Escuela de Hábitat trabajó como asistente del proyecto Criterios ambientales de vivienda y hábitat para el valle de Aburrá, lo que fue para Sandra “una experiencia maravillosa” que le permitió descubrir su territorio desde otra mirada. “Fue muy bonito llegar a ese espacio porque era de trabajo interdisciplinario. No solo era lugar de trabajo sino de vida, uno sentía que ahí vivía a plenitud entre el encuentro y la conversación”, rememora.

    Sandra tiene gran capacidad de trabajo, cuando dice “lo logramos, así sucede”, dice la profesora Cecilia Inés Moreno Jaramillo, quien la acogió en la Escuela del Hábitat. Ella destaca el compromiso con el que su amiga asume los proyectos y tiene una anécdota especial: la revisión de un texto largo, párrafo por párrafo, que debió ajustar en su casa en Carlos E. Restrepo, donde debió adecuar oficinas en el cuarto de su bebé, debido a un paro académico. Sandra le dejó el legado del cuidado en la escritura y el rigor por la ortografía.

    Su trabajo muestra por sí solo que se puede confiar en él, y de eso se hizo consciente cuando algunos profesores empezaron a llamarla para que les revisara algunos libros producto de la investigación, cuando ella ni siquiera sabía que eso se llamaba corrección de estilo.


    La docencia: un amor heredado

    El papá de Sandra fue profesor e igual su abuelo, quien también dictó clases en la UNAL Medellín en la que entonces era la Facultad de Agronomía. Siendo niña visitaba el campus e incluso participaba en actividades que allí se llevaban a cabo como concursos de pintura.

    La docencia universitaria comenzó en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) siendo menor de 30 años. Les dio clases a estudiantes mayores que ella. Así sucedió también varios años después, cuando llegó a ser compañera de quienes fueron sus docentes en el pregrado y eso le resultaba muy raro. Laboró en UPB durante un año y luego, en 2008, ganó el concurso de la UNAL Manizales para ser profesora.

    En la UNAL ha trabajado de modo alterno en las sedes Manizales y Medellín. En esta última, por ejemplo, ha laborado también en la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas. Actualmente se enfoca en la Red Cultural y tiene el deseo de quedarse a vivir en Medellín, que es su ciudad y es donde está la mayoría de su familia. Además, porque le ha permitido hacer lo que extrañaba: gestión cultural.

    Como investigadora se ha interesado por las industrias culturales independientes, la música, el patrimonio. No obstante, su curiosidad es tal que ella dice sobre sí misma que lo que ha hecho es “salpicar en todo”, y considera que es precisamente lo que la ha enriquecido. En los últimos años descubrió la innovación social y los laboratorios ciudadanos, y quedó fascinada porque, como manifiesta, son procesos en los que se genera conocimiento “con el distinto” y permiten estar “en el terreno del error y lo improbable”.

    Le interesa porque es también la manera en cómo cree que debe concebirse la ciencia: “con el método científico es como no me unto, usted allá y yo aquí, y ahora se habla de otros tipos de indagaciones como la investigación comprometida o afectiva”, dice. Sandra es una docente adelantada a los tiempos, cree la profesora Cecilia.

    De las investigaciones que ha realizado, le tiene gran cariño a un estudio que realizó con su equipo en la comunidad de Coconuco del Cauca, que solicitó un proceso para la recuperación y apropiación de saberes ancestrales para proyectos de turismo.


    Con esencia gregaria

    Sandra, que es la primera nieta de la familia, además de “la buena hija, hermana y amiga. Es una persona muy sociable”, cuenta Santiago. Sus cumpleaños, cada 28 de enero, “han sido llenos”. Es esa fecha en la que está más rodeada de personas que la quieren. Además, “siempre tiene plan y su casa es la de todo el mundo, casi que pone un plato más en la mesa por si llega alguien”. agrega.

    Un asunto curioso de Sandra es que no le gusta conducir. Lo menciona su hermano, quien pasaba por ella en las noches durante las cuales trabajó como bibliotecaria en UPB mientras estudiaba el pregrado. También lo rememora Cecilia al mencionar que a ella su esposo la traía en moto de Manizales a Medellín en la época en la que trabajaron juntas, y ese esfuerzo, cree, es el reflejo de su sentido del servicio.

    Es una persona generosa que disfruta de las cosas sencillas: cocinar para su familia, recibir visitas, contemplar los atardeceres. Pelis, como le dice Cecilia, es según ella la serenidad, el entusiasmo y la alegría: “Nunca la he visto brava. Acelerada sí, no tiene un minuto nunca, corre para allá y para acá”. Coincide con Santiago en que es difícil encontrar un espacio en su agenda.

    Sandra es, para quienes la conocen, una persona admirable más allá de sus experiencias y sus títulos, porque entre esas cosas buenas y suyas están la apertura, la amabilidad y la disposición, y el debate, pero siempre basado en argumentos.

    (FIN/KGG)

    19 de septiembre de 2022