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Huertas caseras para impulsar la seguridad alimentaria más dos escuelas populares, una del cuidado centrada en la alimentación y otra ´sentipensante´ desde el territorio, fueron las iniciativas resultantes de los talleres de prototipado social, dirigidos por el investigador español Antonio Lafuente.

  • Los talleres partieron del reconocimiento sobre lo que cada persona debe cambiar para que el mundo sea un lugar mejor. Foto: cortesía Red Cultural UNAL.

    Los talleres partieron del reconocimiento sobre lo que cada persona debe cambiar para que el mundo sea un lugar mejor. Foto: cortesía Red Cultural UNAL.

  • Antonio Lafuente es referente para los líderes de Moravia, quienes llevan mucho tiempo trabajando bajo su metodología de los laboratorios ciudadanos. Foto: cortesía Red Cultural UNAL.

    Antonio Lafuente es referente para los líderes de Moravia, quienes llevan mucho tiempo trabajando bajo su metodología de los laboratorios ciudadanos. Foto: cortesía Red Cultural UNAL.

  • La actividad se desarrolló gracias al apoyo del Exploratorio y los líderes comunitarios de Moravia. Foto: cortesía Red Cultural UNAL.

    La actividad se desarrolló gracias al apoyo del Exploratorio y los líderes comunitarios de Moravia. Foto: cortesía Red Cultural UNAL.

  • La socialización de los prototipos se hizo en el Aula Máxima de Ciencias Agrarias. Foto: Unimedios.

    La socialización de los prototipos se hizo en el Aula Máxima de Ciencias Agrarias. Foto: Unimedios.

    Liderado por el nodo Saberes de la Red Cultural UNAL y direccionado a los integrantes del Laboratorio de Arte y Ciencia del mismo nodo, más algunos funcionarios y estudiantes de la Universidad, estos talleres sirvieron para plantear soluciones a varias de las necesidades de la población de Moravia.

    Antonio Lafuente es doctor en Ciencias Físicas e investigador del Centro de Ciencias Humanas y Sociales de Madrid, fue coordinador del Laboratorio del Procomún y actualmente trabaja en los laboratorios ciudadanos. El investigador, en el texto Cómo hacer un prototipo, desarrollado con Mariana Cancela, explica que el prototipado social “consiste en escuchar para asegurar diseños inclusivos que no aumenten el dolor en el mundo”. Esto se consigue suprimiendo las barreras que impiden la presencia de los no expertos o de quienes tienen otros tipos de saberes.

    Por eso, durante los dos días de trabajo, los participantes siguieron tres sencillas reglas que les sirvieron para pensar de forma propositiva buscando cómo sumar a las propuestas de los compañeros: no criticar, no preguntar y no replicar.

    Para Anglesey Villa Valencia, integrante del colectivo de artesanos Llevate alguito pues, estas actividades y normas “le cambian a uno la visión de los estudiantes, profesores y administrativos, pues se vuelven compañeros para crear juntos capital social”. Su grupo trabajó el prototipo Escuela popular para ´sentipensar´ y actuar en defensa del territorio frente a los instrumentos de planeación, específicamente los dispuestos para la comuna 4.

    Su propuesta pretende involucrar primeramente a los recuperadores de basura del sector mediante actividades que les permita conocer la política sobre reciclaje para proteger su labor; brindarles conocimientos desde los cuales puedan examinar los elementos que recolectan para identificar los más rentables; y enseñarles sobre el cuidado del cuerpo y el uso de elementos de protección. En conclusión, para los creadores de este prototipo “reciclar sin recicladores es pura basura”.

    Los talleres se centraron en la producción, más no en la discusión, ya que la ventaja de estos laboratorios es la puesta en escena de conocimientos concretos que atiendan problemas específicos en determinado tiempo. Así otro de los proyectos presentados fue el de huertas llamado ‘Valoración del conocimiento tradicional asociado a las plantas medicinales´ que procura la recuperación de los saberes sobre las plantas usadas con fines medicinales y de sazón en las cocinas. La expositora, profesora Diana López de la Facultad de Minas, explicó que esta iniciativa se desea gestionar con algunos habitantes del sector, dueños de tiendas y locales gastronómicos, más las comunidades de colegios, con el fin de usar sus espacios para sembrar las huertas de la mano de las personas de Moravia que tienen estos conocimientos.

    Asimismo, la propuesta planteó la realización de talleres donde los pobladores puedan explorar las plantas y aprendan a diseñar las huertas, con lo cual se espera “impactar dos ámbitos: el de la seguridad alimentaria para lograr un consumo autosostenible en casa y rescatar la memoria de quienes tienen estos saberes”.

    Todas las ideas tuvieron un elemento de recordación, clave para reforzar la apropiación social del conocimiento, en el caso del tercer prototipo fue una manilla hecha con maíz. El director del grupo de teatro de la UNAL, Luis Carlos Patiño, expuso que está iniciativa está encaminada hacia el fortalecimiento de una Escuela popular del cuidado que en su centro tiene la alimentación, usando como principal ingrediente el maíz y como público objetivo los niños de quinto grado para que se conviertan en los principales replicadores y formadores de este proyecto. “Nuestra intención es fortalecer lo que ya se viene trabajando en el sector con la Escuela Fe y Alegría, el laboratorio urbano y la Escuela del hábitat de la Facultad de Arquitectura”.


    Aprendizajes para transformar la academia

    Antonio Lafuente aprovechó este espacio tan diverso para reflexionar sobre el compromiso que debe tener la universidad con la sociedad, sobre todo con los sectores más necesitados. “La academia debe aprender en contexto de alta heterogeneidad, en contextos donde personas de muy distinta procedencia con experiencias concretas de los problemas que queremos resolver, se juntan para decidir cómo darle forma a la solución”.

    Igual pensamiento tiene el profesor Luis Guillermo Sañudo Vélez, profesor de Arquitectura de la Universidad Pontificia Bolivariana y participante de los talleres, para quien salir de las aulas es una experiencia “muy enriquecedora porque tenemos la posibilidad de conocer la realidad ya que desde las aulas se trabaja de forma distante. Estar en campo le permite a uno identificar y verificar esa realidad abstracta”.

    Desde la Red cultural UNAL se dejó abierta la invitación “para acercarnos y darle continuidad a los procesos que, muchas veces, es lo más difícil pero también lo más gratificante porque sentimos que creamos con el otro para cambiarnos y cambiar el mundo” según su coordinadora, profesora Sandra Velásquez Puerta.

    (FIN/LCP)

    7 de septiembre de 2022