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Es un científico que con la investigación “hace magia”. Es profesor del Departamento en Energía Eléctrica y Automática de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín, director del Grupo Gaunal y director científico de Energética 2030. Es ingeniero electrónico de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, magíster y doctor en Ingeniería Eléctrica de la Universidad Católica de Lovaina. Lleva 16 años aportándole a la Sede. Algunos seres queridos lo exaltan por su calidad profesional y por su calidez como persona.

  • El profesor ha tenido intereses investigativos en temas como control predictivo basado en modelos, sensores inferenciales. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.

    El profesor ha tenido intereses investigativos en temas como control predictivo basado en modelos, sensores inferenciales. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.

  • En su adolescencia practicó ciclismo. Foto: cortesía Jorge Ernesto Espinosa Oviedo.

    En su adolescencia practicó ciclismo. Foto: cortesía Jorge Ernesto Espinosa Oviedo.

  • Desde los ocho años comenzó a estudiar música. Foto: cortesía Jorge Ernesto Espinosa Oviedo.

    Desde los ocho años comenzó a estudiar música. Foto: cortesía Jorge Ernesto Espinosa Oviedo.

  • Por el desarrollo de proyectos y dispositivos ha sido reconocido en múltiples ocasiones. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.

    Por el desarrollo de proyectos y dispositivos ha sido reconocido en múltiples ocasiones. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.

  • Al docente le interesa la fotografía de naturaleza. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.

    Al docente le interesa la fotografía de naturaleza. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.

  • También la astronomía y ahora se dedica a observarla y a fotografiarla. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.

    También la astronomía y ahora se dedica a observarla y a fotografiarla. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.

  • Sus lazos familiares son para él importantes y marcados por la independencia y la camaradería. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.

    Sus lazos familiares son para él importantes y marcados por la independencia y la camaradería. Foto: cortesía Jairo Espinosa Oviedo.


    Conversar con Jairo es oír historias como respuestas, anécdotas y referencias, como que nació en 1969 un 4 de julio, día en el que se celebra la independencia de Estados Unidos, o que 16 días después de esa fecha se anunció la llegada del hombre a la Luna. Que estudió en el Colegio San Simón de Ibagué, de 200 años y fundado por el general Francisco de Paula Santander.

    Que, en 1970, al año siguiente de su nacimiento, se transmitió por primera vez por televisión y en directo un mundial de fútbol (que se jugó en México), o que descubrió la existencia de los computadores en un fascículo de una enciclopedia. Jairo tiene una memoria de la que ni siquiera se ufana, pero de la cual la mayoría de personas se sorprende y admira, porque recuerda cosas como visitar, a los cuatro años, el Capitolio Nacional.

    La vida que ha vivido y la que sus padres le ofrecieron abrieron su percepción sobre el mundo. No solo le han enseñado a hacer, sino, sobre todo, a ser. Viene de una familia de migrantes que vivió el desplazamiento por la violencia de la mitad del siglo XX. Sus padres fueron a Bogotá procedentes del Tolima y “comenzaron a vivir la flexibilidad a la que la vida los obligó: moverse”, dice Jairo para contar que, a sus tres meses de nacido, se establecieron en Europa, específicamente en Praga, donde vivió sus primeros tres años. Esa experiencia le enseñó que el concepto de arraigo, tiene que ver más con las personas que con los lugares.

    Es habitual que Jairo se ría después de hablar, y así lo hace cuando narra que en su casa era más que difícil que le regalaran un segundo par de zapatos que un libro. En el colegio aprendió que lo importante no era la disciplina por sí misma sino para tener una ocupación creativa, lección que acogió para la vida.

    “Mente sana, cuerpo sano”, dice su hermano, Jorge Ernesto Espinosa Oviedo, pues menciona que, “así como es muy ilustrado para lo académico, también hace lo propio en el tema de los deportes y tuvo la posibilidad de practicar de forma profesional el ciclismo”. Jairo hizo parte de la Liga de Ciclismo del Tolima; lo entrenó Pedro Julio Sánchez, quien ganó la vuelta a Colombia en 1968.

    Desbaratar, armar: la historia del surgimiento de su interés académico

    A los 16 años Jairo terminó la secundaria y se marchó a Bogotá a estudiar Ingeniería Electrónica. A esa edad ya había tenido preocupaciones sociales: hizo parte del consejo estudiantil de su colegio y a los 12 años fue por primera vez a un congreso estudiantil. Esas sensibilidades fueron heredadas de sus padres, pero se han trasladado a otras etapas de la vida personal y académica.

    Su padre Jairo Nepomuceno, el mismo que cargaba a Jairo y lo movía en el aire jugando a los astronautas, ha incidido en los intereses del actual docente de la Facultad de Minas. Lo experimentó, por ejemplo, cuando, por su actividad política Jairo Nepomuceno comenzó a necesitar equipos de amplificación para las reuniones. “Ahí me empezó a mover el tema de la electrónica”, cuenta.

    Al regreso a Colombia él le pedía a Jairo que lo acompañara en su trabajo y en sus quehaceres. Compartieron momentos en los que halló ingenio y recursividad. Con los cajones de estibas en los que trajeron los enseres de Praga, construyeron los escritorios y los clósets de la casa en Ibagué, y en otra ocasión Jairo Nepomuceno desarmó una moto y, sin saber, le reparó el motor en la sala de la casa, luego de preguntarle también a su suegro, quien era mecánico. Jairo dice que de él aprendió que la profesión no marca un límite para aprender.

    Ha tenido muchas pistas que resultaron llevándolo por el camino de la ingeniería electrónica desde que era un niño, porque alguna vez un amigo le reparó con un par de cables y un papel de cigarrillos un carro de juguete traído de Praga que funcionaba con pilas que no se conseguían en Colombia. “Para mí eso fue un mundo completamente nuevo. Yo tenía unos 5 años cuando eso sucedió. Ahí me queda claro que las cosas se pueden fabricar”, comenta.

    Continuó sorprendiéndose, y llegó a la Universidad. Cuando vio allá un computador, en el instante solo tuvo una inquietud: “quiero aprender cómo funciona esa vaina”, narra. Un año después era programador y al año y medio siguiente comenzó a trabajar reparándolos. Más tarde ejerció como consultor y creó su propia empresa.

    De su experiencia laboral recuerda con cariño, el aprendizaje que le generó, cuando trabajó en Bélgica en un proyecto de inteligencia artificial en un momento en el que eso, según él, “hasta miedo daba”. Otro fue con el que desarrolló proyectos con universidades y multinacionales como Shell, con cuyos proyectos conoció mejor sobre tecnología y un consorcio de transformación en tecnologías de la información denominado ARTICA (Alianza Regional en TIC Aplicadas), que llevó a discusiones sobre gobernanza. También muy gratificante y reciente es Energética 2030, que le ha generado retos en ámbitos distintos.

    El entusiasmo de Jairo por investigar se renueva y lo lleva a hacerse doctor, a obtener reconocimientos de sus tesis, de varios proyectos y prototipos, a destacarse como el mejor, como cuando sus compañeros del colegio le dijeron que él era quien había sacado el puntaje más alto en el ICFES (fue el mejor bachiller en el Tolima), cuando en tercero de primaria: le otorgaron un diploma con el que lo exaltaron “por su dedicación y espíritu investigativo” o cuando aproximadamente a los 14 años obtuvo un premio en Ibagué en un concurso que premiaba a quien mejor supiera la historia de Bolívar.

    Con potencial académico sin ser, necesariamente, un “ratón de biblioteca”

    En el trasegar académico y profesional han estado presentes las matemáticas. Mientras fue colegial no le gustaron, pero se interesó en ellas cuando cursó trigonometría, porque uno de los temas estuvo relacionado con topografía y, en ese sentido, con la práctica.

    Conoció la Serie de Fourier, una herramienta matemática que, según la Revista Elsevier, permite obtener información de una función mediante una transformación. O como dice el profesor Jairo: que deja descomponer cualquier curva en senos y cosenos. Ahí sí lo convencieron. “Es muy interesante porque me deja ver, dentro de ese mundo, otro paralelo, como otra realidad. Es como aprender otro idioma”, afirma.

    Su premisa la ha adquirido a partir de las enseñanzas que esa área del conocimiento le han dejado: que no están para “encerrarse en la universidad, porque eso nos hace perder el contacto con la realidad. La academia no es un refugio ni es para nuestros gustos, es para hacer una función netamente social”, asegura.

    Jorge Ernesto cuenta que Jairo siempre tuvo potencial académico sin ser “un comelibros, como dicen en el Tolima”. Él, además de hermano es su colega. Ambos investigan sobre inteligencia artificial y son docentes.

    Jairo se hizo profesor enseñándole matemáticas a sus compañeros de pregrado. Es un convencido de las libertades individuales y por eso no llama a lista en las clases que dicta; sabe que los estudiantes se sientan en el aula porque adquirieron compromisos con sí mismos. En la educación no está de acuerdo con el autoritarismo, la rigidez ni el castigo y no ha caído en la trampa de creer en las jerarquías y en la mitificación del poder, pues como dice, ha entendido que, detrás de eso, hay seres humanos. Tampoco está de acuerdo en aprender porque sí, sino para probar, y es que, para él, “la buena ciencia se parece a la magia”.

    Richard Ríos Patiño fue asesorado por el profesor en su tesis doctoral y sobre él cuenta que “suele confiar mucho en el trabajo independiente del estudiante, y de dar retroalimentaciones en los seminarios que él preside. Él espera que vos hagas tu trabajo como debe ser, y con una ética profesional alta”. Del compromiso de Jairo recuerda que le dio un impulso al Grupo Gaunal, porque gestionó oficinas y ordenadores e impulsó la participación en convocatorias. Además, que iniciaron con un servidor “que era un computador súper grande que parecía un avión cuando se encendía, pero en ese tiempo era algo muy novedoso. Eso nunca se hubieran logrado sin él”.

    Calidez y cercanía

    Jairo hace música desde los ocho años; habla en tiempo presente, incluso de sus recuerdos. Saluda por los pasillos de la Universidad sonriendo, haciendo chanzas y, cuando se encuentra con un gato, lo mira, le habla, lo acaricia. Se reconoce como introvertido, pero aprendió a comunicarse. Le gusta la fotografía y si se hubiese inclinado por otra profesión seguramente esa habría sido la astronomía. Considera que es más sano tener amigos que un mejor amigo; que el orden es importante para la tranquilidad y la calidad de vida, pero que en el desorden hay espacio para la creación y la innovación. Son esos algunos pedacitos que lo constituyen.

    Richard y Jorge Ernesto coinciden en que lo consultan para que les ayude a tomar decisiones, de él, su hermano dice que es una persona “muy aterrizada”. Pero es, además, una persona cálida y cariñosa, su sobrina le dice tío oso, por ejemplo.

    Haber vivido en el mismo departamento cuando sucedió la tragedia de Armero o haber escuchado los primeros disparos de la toma al Palacio de Justicia y haber visto pasar las tanquetas desde la oficina donde trabajaba una tía suya, en la Carrera Séptima con calle 17, son experiencias que, de alguna manera, “forjaron unos valores muy interesantes”, considera, porque “lo llevan a uno a descubrir que se puede arrancar nuevamente y que como individuos debemos plantearnos una narrativa positiva”.

    Ahora, durante su año sabático, Jairo ha decidido tomarse la vida más pausada, disfrutar de su hogar con sus gatos y su familia, gozarse el telescopio que compró hace poco, hacer fotografía y astrofotografía, leer filosofía y hablar por teléfono con su padre cuando sucede algún triunfo ciclístico. Y a pesar del tiempo para el descanso, no tiene problema en volver alguna vez a su oficina, bromear con su secretaria y claro, acariciar al gato que aparece entre los pasillos mientras él se mueve con un tinto en la mano.

    (FIN/KGG)


    5 de septiembre de 2022