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Van siete décadas desde que se hizo efectiva la creación del pregrado en Ingeniería Forestal y del Departamento de Ciencias Forestales de la UNAL Medellín, propósito de académicos entusiastas que trabajaron para que, desde Antioquia, se pudiera generar conocimiento sobre estos ecosistemas. La gesta académica ha significado grandes aportes que traspasan límites geográficos y disciplinares.

 

  • Como parte de sus objetivos el pregrado en Ingeniería Forestal estudia el patrimonio natural y cultural, y procura por su conservación. Foto: cortesía Oficina de Comunicaciones y Eventos de la Facultad de Ciencias Agrarias.

    Como parte de sus objetivos el pregrado en Ingeniería Forestal estudia el patrimonio natural y cultural, y procura por su conservación. Foto: cortesía Oficina de Comunicaciones y Eventos de la Facultad de Ciencias Agrarias.

  • El plan de estudios de Ingeniería Forestal está diseñado, entre otras cosas, para aplicar soluciones a problemas específicos. Foto: cortesía Mariana Gutiérrez Múnera.

    El plan de estudios de Ingeniería Forestal está diseñado, entre otras cosas, para aplicar soluciones a problemas específicos. Foto: cortesía Mariana Gutiérrez Múnera.

  • Campamento forestal en Porce (Antioquia) en 1998. Foto: cortesía Gabriel Jaime Lopera Arango.

    Campamento forestal en Porce (Antioquia) en 1998. Foto: cortesía Gabriel Jaime Lopera Arango.

  • Ingeniería Forestal ha incluido en la formación académica el componente social. Foto: cortesía Oficina de Comunicaciones y Eventos de la Facultad de Ciencias Agrarias.

    Ingeniería Forestal ha incluido en la formación académica el componente social. Foto: cortesía Oficina de Comunicaciones y Eventos de la Facultad de Ciencias Agrarias.

  • Profesores Wayne W. Gaskins y Eduardo Luis Landa. 1965. Foto: tomada de La barcaza que se ladeó - bit.ly/301hHYJ

    Profesores Wayne W. Gaskins y Eduardo Luis Landa. 1965. Foto: tomada de La barcaza que se ladeó - bit.ly/301hHYJ

  • Olga Cecilia González Londoño y Ana María Ospina Serna, unas de las primeras ingenieras forestales de la UNAL Medellín. 1982. Foto: tomada de La barcaza que se ladeó - bit.ly/3HajBHM

    Olga Cecilia González Londoño y Ana María Ospina Serna, unas de las primeras ingenieras forestales de la UNAL Medellín. 1982. Foto: tomada de La barcaza que se ladeó - bit.ly/3HajBHM

  • La formación que ofrece el Departamento de Ciencias Forestales toma herramientas ecología, ingeniería, administración y economía para aprovechar, transformar y conservar productos del bosque. Foto: Unimedios

    La formación que ofrece el Departamento de Ciencias Forestales toma herramientas ecología, ingeniería, administración y economía para aprovechar, transformar y conservar productos del bosque. Foto: Unimedios

     

    Sonó el teléfono y el ruido gangoso irrumpió como preludio de una buena y doble noticia que se anunció en la tarde de ese día, el lunes 20 de agosto de 1951. La llamada la atendió el entonces decano de la Facultad de Agronomía de Medellín, Carlos Madrid Salazar, a quien le comunicaron que, desde Bogotá, había sido sancionado el acuerdo mediante el cual se creaba el Instituto Forestal de la UNAL Medellín y el pregrado en Ingeniería Forestal.

     

    No fue, empero, una noticia que se recibiera de forma inesperada, por lo contrario, fue anhelada, ya que el mismo Madrid Salazar, interesado en ampliar la oferta académica en una región montañosa como Antioquia, se había tomado de manera previa el trabajo de exponer sus argumentos a consejos y a comités.

     

    En 1945 se comenzó a tejer el camino que no inició exactamente ese lunes 20 de agosto de 1951, pero que sí empezó a consolidarse. En esa ruta definida paulatinamente fue fundamental el profesor Eduardo Ruiz Landa, un ingeniero agrónomo cubano con estudios de posgrado en Ciencias Forestales de la Universidad de Michigan (Estados Unidos). De ese rol preponderante cuenta el actual Decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Medellín, Guillermo Vásquez Velásquez, conocedor de la historia del Departamento de Ciencias Forestales.

     

    Hubo, adicionalmente, un evento que contribuyó al florecimiento del pregrado en Ingeniería Forestal: el I Congreso Forestal Nacional en 1945 celebrado en Bogotá, organizado por Ingenieros Agrónomos de la Federación Nacional de Cafeteros, casi todos egresados de la Facultad de Agronomía en la Sede Medellín. En el encuentro académico, inaugurado por el presidente Alberto Lleras Camargo, se hizo evidente el aporte de estos profesionales a los temas de conservación de bosques, aguas, fauna, suelos y cuencas.

     

    Allí, además, se presentaron propuestas para fomentar en la educación básica y secundaria temas concernientes al cuidado de los recursos naturales renovables, como cuentan Vásquez Velásquez y César A. Pérez Figueroa en el texto La barcaza que se ladeó. El de la deforestación fue otro “problema que se comenzaba a avizorar”, dice el Decano, ya que para mediados del siglo pasado la norma era “abrir” tierras para expandir la frontera agrícola, sin consideración con la pérdida de los ecosistemas boscosos.

     

    ***

    Con la buena nueva de la creación del programa vino un desafío importante: el de conseguir estudiantes y docentes. Se resolvió de una manera que, para Vásquez Velásquez, “fue muy inteligente”: convencieron a algunos alumnos que adelantaban Ingeniería Agronómica para que migraran a la nueva carrera de Ingeniería Forestal. Así se hizo. Los primeros tuvieron el privilegio de cursar asignaturas como dasometría y silvicultura en Costa Rica, ya que en el propio Instituto no había profesores formados en tales áreas.

     

    Se graduaron cinco personas de esa primera promoción. Sus nombres: Rodrigo Córdoba García, Alfonso Córdoba Roca, Marceliano Valderrama, Francisco Montoya Isaza y Millán Gutiérrez Villegas.

     

    Las capacidades docentes y de investigación propias, dice el docente Vásquez Velásquez, se dieron gracias a algo que él denomina como “providencial”: las acciones desatadas por el gobierno estadounidense como parte del Punto IV del plan de gobierno del presidente Harry S. Truman de los Estados Unidos para rescatar la economía mundial, entonces devastada por la Segunda Guerra Mundial.

     

    La UNAL Medellín, y específicamente el programa de Ingeniería Forestal, se beneficiaron de las iniciativas estadounidenses al disponer de un par aliado: la Universidad del Estado de Michigan, de donde llegaron profesores. Entre 1952 y 1953, se lee en la La barcaza que se ladeó, el docente John Ellis Mausteller dictó los cursos cortos Dasonomía general, Ecología Forestal, Dendrología, Silvicultura, Protección Forestal y Finanzas Forestales. Las clases fueron —tal vez— un ejemplo de aquella frase famosa: el que quiere, puede. Se dictaban en inglés con la traducción simultánea al castellano para los estudiantes por parte del profesor Ruiz Landa.

     

    El ímpetu fue lo que definió el inicio de Ingeniería Forestal y su consolidación. De eso se valió el profesor Wayne W. Gaskins entre 1956 y 1958 para establecer relaciones con empresas industriales con capital o influencia de Estados Unidos como Coca-Cola, Cartón de Colombia y otras del país como Coltejer y Coltabaco, con las cuales consiguió préstamos y becas para estudiantes.

     

    Sin acordeón, pero como los juglares, esa dupla proactiva que fue él y el profesor Ruiz Landa, recorrió los caminos de varios departamentos de Colombia —especialmente en La Guajira, Nariño y Santander— pregonando el mensaje de la existencia del pregrado de Ingeniería Forestal, en Medellín. Así buscaron más personas interesadas en vincularse como estudiantes.

     

    ***

    Jaime Ortiz Silva —egresado de 1967— y sus compañeros compartían clases relacionadas con matemáticas y suelos con estudiantes de Agronomía y Zootecnia, “lo que nos permitía hacer una convivencia fantástica. Nos conocíamos todos, la Facultad era muy pequeña”, recuerda.

     

    La carrera ha sido rigurosa académicamente y eso sí que lo supo él. “Había que pasar a las buenas o a las malas”, afirma a la vez que rememora que debían superar todas las materias —tan diversas que incluían dibujo— de lo contrario los retiraban. Con Ortiz Silva iniciaron 38 personas, al segundo semestre pasaron 12 y solo ocho la finalizaron.

     

    Y porque le gustaba tanto compartir con sus compañeros fue que, durante su paso por la UNAL Medellín, lo que más disfrutó fue el hecho de conocer a personas provenientes de otras regiones del país, que habitaban en lo que se denominaba entonces El Casino y con quienes departía en los juegos universitarios.

     

    No obstante, los campamentos forestales fueron sus favoritos. Eran prácticas intensivas de campo que se realizaron por todo el país, primero al tercer y quinto año de la carrera, y después en el décimo semestre. Desaparecieron en el 2000, pero de acuerdo con el texto de Vásquez Velásquez y Pérez Figueroa, tuvieron tanto impacto que las cohortes se reconocían por aquel que los estudiantes hubiesen cursado, más que por el año de ingreso o el de graduación. Dicen estos autores que “haber perdido esta estrategia pedagógica en la formación de ingenieros forestales puede considerarse la afectación más severa”.

     

    De las mayores satisfacciones que Ortiz Silva tiene es que la profesión que cursó en la UNAL Medellín le ha abierto puertas y le ha permitido vivir experiencias fenomenales, porque otros prestan servicio militar, pero él ejerció ese estilo de conscripción en el ámbito forestal durante tres meses, hace varios años. Ya es pensionado, pero se dedicó a la reforestación, los aprovechamientos y a los planes de ordenamiento forestal que exigía en su momento el Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (Inderena).

     

    Ortiz Silva celebró los 50 años del programa y, recientemente, los 70. Al pregrado le extiende unas “sinceras felicitaciones”, le agradece y admira el progreso que el Departamento de Ciencias Forestales ha tenido, al punto, dice, de contar con posgrados de alta calidad.

     

    El primero, que fue la Maestría en Silvicultura y Bosques, surgió en 1984 para cualificar a los docentes del Departamento de Ciencias Forestales que, en su mayoría, solo eran titulados en pregrado. Luego de varios años, específicamente en 1994, el nombre fue cambiado por Bosques y Conservación Ambiental, como se le reconoce actualmente. El Doctorado en Ecología se creó en 2009, y en 2010 acogió a los primeros aspirantes.

     

    ***

    Hay quienes dejan huella, y para Gabriel Jaime Lopera Arango, egresado en 2001, esa persona fue el consultor Fernando Vélez, quien dictaba conferencias en la Universidad e invitaba a estudiantes a trabajos de campo. Ahí se enganchó del todo en la profesión; desde el segundo semestre, en octubre de 1993, realizó trabajos forestales. La carrera y su interés por la naturaleza lo llevó a varios lugares del país que lo han sorprendido.

     

    En la época en la que estudió —a mediados de los 90— cuenta que el contacto con profesores de Ingeniería Forestal era mínimo. Los acercamientos más comunes eran con docentes de otras áreas de la UNAL Medellín como Matemáticas y Estadística. Sin embargo, vivenció la transición a la vinculación de profesores que estaban en los últimos años de su ejercicio profesional y los nuevos.

     

    Uno de ellos: Hugo Poveda, quien impartió Fotogrametría, les enseñó a interpretar imágenes aéreas pese a que para entonces no había sistemas de información geográfica ni GPS. “Lo más tecnológico de la clase era un proyector de acetato y aunque existían en ese momento, el hombre llegaba con carteleras en papiros. Le decíamos que si eran de la Segunda Guerra Mundial (risas)”, recuerda.

     

    Lopera Arango estudiaba en la hemeroteca, buscaba los artículos científicos en una tarjeta kardex, y cuando la publicación era internacional y la Universidad no tenía las revistas respectivas, debía buscar en listados para pedir las fotocopias y recibirlas a los 15 días siguientes. El medio no importaba, lo primordial ha sido siempre, como lo destaca él, el rigor y la disciplina.

     

    En la formación hubo matices, en el sentido en el que el foco no fue absolutamente técnico. Él y sus compañeros cursaron, por ejemplo, asignaturas como Sociología Rural, en la que se abordaron temas relacionados con las comunidades rurales, campesinas, negras e indígenas.

     

    Inicialmente quienes pensaron y se preocuparon por vincular esas disciplinas fueron los profesores Luis Alberto Blandón y Rodolfo Hernán Parra, quienes en 1988 y 1989, y con el ánimo de formar profesionales integrales, plantearon la necesidad de incluirlas en el plan de estudios, según cuenta el docente Sergio Orrego en el texto Cuando lo impensable se hizo realidad, publicado en 1999 en el volumen 14 de la revista Crónica Forestal y del Medio Ambiente que editaba el Departamento de Ciencias Forestales.

     

    La perspectiva de lo diverso en la formación se debe seguir ampliando. “Tenemos que considerar que, a medida en que se van desarrollando nuevas áreas del conocimiento es necesario reforzar ese acercamiento. En nuestro caso a las ciencias sociales, factor muy importante en el desarrollo forestal en diferentes territorios de Colombia”, destacó la profesora María Claudia Díez Gómez, directora del Departamento de Ciencias Forestales, durante una conferencia en la que abordó los retos en la enseñanza de la ingeniería forestal.

     

    Es importante, considera, que además de impartir conocimiento tecnológicos y científicos, “hay que desarrollar en los estudiantes la autonomía, la posibilidad de trabajar en equipo y la adaptabilidad, además de generar liderazgos para llevar a los distintos entornos habilidades que permitan mayor impacto en diferentes regiones de Colombia”. 

     

    Y aunque se piensa como reto, es uno en el que se ha ido avanzando. Para Katherine Vásquez Vásquez, ingeniera forestal egresada en 2015, los profesionales del área de la UNAL Medellín sobresalen porque tienen “una visión global, completa, que da muchas herramientas”.

     

    ***

    Alguna vez al profesor Gabriel Jaime Colorado Zuluaga, actual director del Área Curricular en Bosques y Conservación Ambiental, un amigo le dijo: “hay que escuchar la Tierra”. Entre tantas formas de interpretar esa frase, él la dedujo como el hecho de retomar el pensamiento crítico, “pero un poco más despacio y en ciertas direcciones”, siendo consciente de tal. Eso, como ingeniero forestal egresado y docente de la UNAL Medellín, es lo que espera de la academia, de la cual confía en la capacidad para cambiar paradigmas.

     

    La ingeniería forestal —en alguno de sus sentidos— es una profesión que vuelve a lo esencial, que reconoce en la integralidad el valor de lo fundamental para la supervivencia, a los sistemas naturales, y eso —a lo mejor— también sea escuchar la Tierra, como lo podría ser intentar seguirle la pista a las inquietudes que genera la naturaleza, a descifrar sus enigmas, a apostarle siempre al asombro que ella genera.

     

    Vásquez Vásquez quiso descubrirla. El pregrado, dice, le mostró lo sorprendente que son las “dinámicas que uno identifica desde el paisaje, pero que no entiende, de las que no conoce el porqué y de las que uno se maravilla por cómo todo está ligado. A veces nos creemos superiores, pero no, lo magnífico de los recursos naturales es que siempre han estado ahí”.

     

    Desde la carrera y del Departamento se ha fomentado la investigación de bosques andinos, amazónicos, secos tropicales, del Pacífico, manglares y páramos; se ha promovido su conservación y se han impulsado procesos pioneros en plantaciones forestales, así como su aprovechamiento y transformación de productos. Además, ha incursionado en temas que constituyen preocupaciones ambientales y ejes de la agenda global o discusiones en foros internacionales, como el cambio climático o el rol de las coberturas forestales en la regulación y calidad de recursos hídricos.

     

    “La cura para todo siempre es el agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar”. Es una frase de la escritora danesa Karen Blixen que al docente Colorado Zuluaga le gusta recordar, porque lo hace pensar en el sudor de una “carrera que ha luchado bastante”, dice. En “la fuerza que ha tenido para levantar conocimiento, aquel que nos está llevando hacia adelante y nos permite avanzar”.

     

    Egresados, profesores y docentes celebran un esfuerzo que hoy cumple 70 años, y que se seguirá vigorizando, como la metáfora de la que habla el profesor Colorado Zuluaga, que es también un anhelo: que el pregrado y el Departamento “sigan creciendo hacia la luz, como los árboles”.

     

    (FIN/KGG)

    2 de diciembre del 2021