Escudo de la Repblica de Colombia Escudo de la Repblica de Colombia
A- A A+

El profesor del Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas de la UNAL Medellín, director del Grupo de Investigación en Oceanografía e Ingeniería Costera (Oceánicos) y de la Corporación Centro de Excelencia en Ciencias Marinas (Cemarin) ha morado en el mundo desde la sensibilidad y la posibilidad de maravillarse, por la palabra y la observación, aspectos que ha conjugado, incluso, en el quehacer científico.

  • Está adscrito al Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas. Foto: Unimedios.

    Está adscrito al Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas. Foto: Unimedios.

  • Con el Pacífico colombiano siente una conexión especial desde la ciencia y la narración oral. Foto: cortesía Andrés Fernando Osorio Arias.

    Con el Pacífico colombiano siente una conexión especial desde la ciencia y la narración oral. Foto: cortesía Andrés Fernando Osorio Arias.

  • Los cuentos han estado ligados tanto a su vida personal como académica. Foto: Unimedios.

    Los cuentos han estado ligados tanto a su vida personal como académica. Foto: Unimedios.

  • Antes de aplicar el método científico, cree él, las principales motivaciones de un investigador deben ser observar y dejarse maravillar. Foto: cortesía Andrés Fernando Osorio Arias.

    Antes de aplicar el método científico, cree él, las principales motivaciones de un investigador deben ser observar y dejarse maravillar. Foto: cortesía Andrés Fernando Osorio Arias.

  • Entre sus intereses también está la innovación y la extensión como maneras de extender el conocimiento a los territorios. Foto: Unimedios

    Entre sus intereses también está la innovación y la extensión como maneras de extender el conocimiento a los territorios. Foto: Unimedios

  • En los últimos años el Grupo Oceánicos se ha enfocado en la investigación interdisciplinar. Foto: Unimedios.

    En los últimos años el Grupo Oceánicos se ha enfocado en la investigación interdisciplinar. Foto: Unimedios.

     

    La poesía es la posibilidad de exaltar los sentidos a través de la palabra, dice el profesor Andrés como preámbulo a otra cosa que siempre menciona: que en el mar descubrió la poesía de la ingeniería. Y es que él —seguramente— no podría vivir sin los versos y el agua salada, que cubre el 70% de la superficie de la tierra, dato por el cual cree que tendría más sentido que el nuestro se llamara Planeta Agua.

    Alguna vez sus tíos y primos lo invitaron al Pacífico vallecaucano. Él, como quizás la mayoría de quienes habitan ese departamento o Cali, el primer mar que conoció fue el de Buenaventura. Tenía unos 12 años. 

    “Yo estaba fascinado de ver la inmensidad. Eso nunca se acababa. Además, me sentía libre, y como en la mañana en el Pacífico la marea baja, entonces era una playa gigante que al final se reducía. Yo era como ¡wow! Esto es una cosa de otro mundo. De niño fui muy feliz en ese lugar”, asegura. 

    Cuando creció también le interesó el conocimiento científico, lo que incidió en la elección, que no fue, sin embargo, su profesión soñada. Cuando tuvo que escoger qué carrera estudiar, le dijo a su familia que se dedicaría al teatro. “¿No, pero mijo, y usted de qué va a vivir?”, recuerda que le respondieron en su casa, y le recalcaron lo bueno que era en matemáticas, por lo que una tía le recomendó ingeniería, con el argumento de que “los ingenieros crean cosas, son ingeniosos”, cuenta el profesor Andrés, quien, al tiempo, se ríe. 

    Fue feliz, dice, durante los primeros semestres, cuando las asignaturas fueron precisamente matemáticas y física. Dejó de apasionarle lo que estaba estudiando en el momento en el que le hablaron de construir edificios. Él no se imaginaba “como un ingeniero con casco” y la sorpresa fue conocer biólogos marinos y descubrir profesores, cuyas líneas de trabajo estaban basadas en el agua, como hidráulica o mecánica de fluidos. El mar lo llamaba. 

    “Curso Internacional de morfodinámica de playas para ingenieros” fue el letrero que leyó en la Universidad del Valle —donde hizo el pregrado—y que lo alertó. Le cuenta ahora a sus estudiantes: “yo leí ‘playas’ (risas) y dije: es lo mío. Fui y el profe era un cuentero, se movía él, a las olas y las corrientes. Pensé: cuando sea grande quiero ser esto. Desde ese momento me encantó la posibilidad de estudiar ingeniería del mar. Se fueron uniendo cosas y encontré la poesía en la ingeniería”.

    El profesor les hablaba a Andrés y a sus compañeros de la belleza de las playas, y a la vez explicaba sobre ellas con ejemplos lúdicos sobre desarrollos matemáticos. Sol, brisa y mar es lo que, por lo general, la gente se imagina al hablar de ellas, pero el docente en cuestión les dijo que se mueven, no están quietas, y lo más interesante: que los ingenieros tienen la posibilidad de diseñarlas. 

    Le generaba inquietud pensar cómo sería eso. Luego les hablaron de ecuaciones de equilibrio, de cómo las playas cambian en el tiempo y el espacio, y entonces se dijo: “bueno, parece que ser ingeniero como que sí va a tener algún sentido en algún momento (risas)”. 

    Su tesis de pregrado consistió en el análisis de la morfodinámica de la playa de Ladrilleros. Fue la primera de muchas investigaciones, de las cuales ahora varias también tienen que ver con el Pacífico, especialmente con el corregimiento de Punta Soldado (Valle del Cauca), Coquí y Golfo de Tribugá (Chocó). Como esos que realiza actualmente, uno de los estudios que más lo ha gratificado fue uno que hizo en 2002 como voluntario y mientras realizaba el doctorado, cuando ocurrió el Desastre de Prestige, en Galicia (España), ocasionado por el hundimiento de un buque petrolero.

    Junto con sus compañeros pasaron la navidad generando modelos matemáticos y haciendo predicciones de los sitios adonde iban las manchas de hidrocarburos para que se activara un sistema de alerta capaz de depurarlas. “Fue poner la ciencia al servicio de la limpieza de las playas del (mar) Cantábrico”, cuenta. 

    Años después, al llegar a la UNAL Medellín creó el Grupo Oceánicos con profesoras como Ligia Estela Urrego, Gladys Bernal y Mauricio Toro, y comenzaron a hacer investigación en áreas como biología, ecología, física y oceanografía. Últimamente le han apostado también a las ciencias sociales. Uno de los estudios más significativos, del cual no se publicó mucho, los unió como grupo, y fue convocado por Conservación Internacional y Parques Nacionales Naturales, fue el análisis de la dinámica natural de la playa de Gorgona para plantear un modelo sostenible y de uso ecosistémico.

    Allí, explica, anidan las tortugas, pero la playa se está perdiendo. Si eso sigue ocurriendo estos reptiles no tienen dónde poner los huevos y se afecta la diversidad. Lo que hicieron fue poner las herramientas de las ciencias y la ingeniería al servicio de la ecología. “fue muy bonito”, dice. 

    ***

    El gusto por el mar no se lo atribuye a un solo episodio, porque si de algo está convencido es que “todos somos una mezcla de muchas cosas”, y algo que también lo constituye son las historias. Tiene muchas.

    En 1998, luego de un intento fallido de ser admitido a un posgrado, le dijo a su mamá que se dedicaría a la cuentería, porque en ese momento y junto con un colega llegó a cobrar un millón de pesos por hacerlo, mientras que a un ingeniero residente le pagaban 800.000 al mes. Ella nunca le dijo que no, en cambio le sentenció: “uno termina lo que empieza, entonces gradúese de ingeniero y se va a contar cuentos”. 

    Las historias nunca lo han abandonado, ni siquiera cuando estudió los posgrados. Contó cuentos en España, donde se especializó e hizo parte de un reconocido grupo de investigación, pero también realizó giras por festivales de teatro en Perú y Ecuador, junto con su amigo David Murillo, con quien conformaba Huellas de Paz, creada en medio de la crisis por la violencia que vivía el país en la década del 90, para transmitirles a los niños la importancia de la tolerancia y el respeto por el otro.

    Al profesor Andrés, dice David, le ha funcionado lo que denomina como la Ley de la compensación y ha tenido la fortuna de estar acompañado de gente que lo ha querido mucho y lo ha acompañado en diferentes procesos, incluso compañeros de estudio. Ha salido, dice, con triunfo “de esto que es la vida”. 

    No conoce mucho de la faceta “del doctor”, pero con él ha compartido aventuras. Es, agrega David, como su hermano, uno que disfruta la tertulia, con quien tiene la libertad de ser niño aun siendo adulto y al que destaca como una persona creativa. Esa característica se extiende con él a las aulas, porque según Óscar Álvarez, uno de sus ex-estudiantes y amigos, en clases Andrés es histriónico.

    Él coincide con la profesora Gladys en que los cuentos son el plan obligado luego de terminar el trabajo en las salidas de campo, que en últimas, terminan siendo un elemento que las enriquece. Es raro encontrar el arte y la ciencia conjugadas en un solo individuo, considera ella, “y esa es la gran sorpresa de la personalidad de Andrés”, y otro asunto que la sorprendió en el ámbito académico es la inteligencia y proacticidad, cualidades que admira de él, así como la nobleza, “porque reconoce cuando se equivoca”, buen humor y su habilidad como bailarín de salsa. 

    El profesor Andrés tiene la certeza de la cual no todos los humanos son conscientes: necesitamos los océanos más que ellos a nosotros. Le gusta, por eso, la belleza de la coexistencia de la ciencia y la naturaleza. Pero ¿Qué significa para un investigador del mar vivir tan lejos de él? La respuesta la tiene la bióloga marina y oceanógrafa Sylvia Earle, a quien define como la Jacques Cousteau actual y a quien parafrasea: “aunque no lo veas el mar está en cada respiración”.

    (FIN/KGG)

    5 de noviembre del 2021