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Poderosas y universales, lo han conducido —profesionalmente— a lugares inimaginados. El egresado de la Maestría en Ciencias - Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UNAL Medellín, es actualmente parte del equipo de Netflix, donde se vale de algoritmos para realizar sus funciones. Detrás de su éxito hay una historia de dedicación y disciplina, pero ante todo, de un ímpetu que ha validado su vocación.

  • En su trabajo como matemático Luis Felipe Duque Álvarez interactúa con personas de negocios, científicos e ingenieros. Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

    En su trabajo como matemático Luis Felipe Duque Álvarez interactúa con personas de negocios, científicos e ingenieros. Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

  • Su gusto por las matemáticas lo llevó a realizar posgrados en esa área del conocimiento. Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

    Su gusto por las matemáticas lo llevó a realizar posgrados en esa área del conocimiento. Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

  • Antes de estudiar la Maestría en Ciencias - Matemáticas, se preparó por sentirse en desventaja por su formación de base. Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

    Antes de estudiar la Maestría en Ciencias - Matemáticas, se preparó por sentirse en desventaja por su formación de base. Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

  • Con sus amigos de la UNAL Medellín. Carlos, uno de ellos (de camiseta gris), y su hermana (a la derecha y de negro). Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

    Con sus amigos de la UNAL Medellín. Carlos, uno de ellos (de camiseta gris), y su hermana (a la derecha y de negro). Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

  • Luis Felipe con su esposa e hija. Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

    Luis Felipe con su esposa e hija. Foto: cortesía Luis Felipe Duque Álvarez.

     

    No podían creerlo, ambos estaban felices y orgullosos, cada uno desde su posición y desde un país diferente: él en Estados Unidos y ella en Colombia. Se veían a través de una pantalla, emocionados. Por videollamada Luis Felipe le mostraba a su hermana Ana María la panorámica que se veía —incluyendo el letrero de Hollywood— desde la terraza del sitio donde estaba parado en ese momento: la sede de Netflix  —en Los Ángeles, California—, el lugar al que llegó para trabajar como ingeniero de Machine Learning (aprendizaje automático).

    Desde octubre de 2020 Luis Felipe hace parte de un equipo dedicado a tomar decisiones de contenido, lo que significa, por ejemplo, determinar qué porcentaje de presupuesto invierte la empresa de entretenimiento en categorías de programación en países específicos, filmes internacionales o identificar qué tan bien se está desempeñando alguna serie y tratar de predecir cómo lo hará en el futuro.

    Hace más de un mes —y desde antes de que se hiciera oficial— El juego del calamar estaba a punto de convertirse en la serie más vista de Netflix cuando él y su equipo lo notaron en los algoritmos empleados para realizar proyecciones, igual que sucedió con Gambito de dama antes de que tuviera su ‘boom’. Cuenta que gracias a las matemáticas detectaron, muy pronto, “que iban a ser hits globales”.

    Luis Felipe es ingeniero electrónico de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) magíster en Ciencias - Matemáticas de la UNAL Medellín y doctor en Matemáticas de la Universidad de Texas. No es el matemático que —por lo general— la gente se imagina. No se siente cómodo con que lo clasifiquen únicamente en una de las dos áreas en las que labora. De hecho, ya se cansó de la pregunta ¿pero usted es ingeniero o matemático? 

    Para él, la posibilidad de fluctuar entre ambas disciplinas es precisamente lo que le encanta de trabajar en Netflix, donde puede enfocarse en asuntos netamente investigativos o de ingeniería. Es la segunda empresa en la que se dedica al Machine Learning, antes lo hizo en Indeed, un motor de búsqueda de empleo.

    “A veces me parece increíble que mi hermano haya tenido entrevistas en empresas como Google o que esté trabajando en Netflix. Es que es algo muy teso. O sea, ¡solo contratan a los mejores del mundo!”, dice Ana María, y sonríe. 

    ***

    Cuando Luis Felipe decidió hacer la maestría en Matemáticas, su papá —un contador público— dudaba que fueran aplicables y que su hijo pudiera vivir de ellas, cuenta Ana María. “En mi casa las veían como algo netamente académico y no de la industria o que pudiera ser rentable. Después, porque él terminó el colegio, siguió con el pregrado, luego con la maestría y el doctorado, hubo la sensación de: bueno, ¿cuándo va a dejar de estudiar y va a trabajar? Y sé que, en el fondo, él sentía esa presión”, afirma. 

    Lo suyo es la creatividad, la precisión, la constancia y la pasión por los lenguajes abstractos y universales, características comunes entre la música y las matemáticas, las dos profesiones que le gustan. Debió escoger entre ambas para estudiar una carrera universitaria. Descartó las notas, los pentagramas y las armonías; optó por los teoremas, los algoritmos y las ecuaciones —aunque implícitamente—. 

    “Sentía mucha presión social en contra de hacer un pregrado en matemáticas puras, y para alivianarla traté de elegir algo que tuviera muchas, entonces estudié ingeniería electrónica, pero cuando estaba en el pregrado fue muy notorio que me fascinaban las ciencias básicas, y todavía”, dice. 

    “A medida que la carrera avanza uno empieza a ver más laboratorios, cuando eso pasó se volvió obvio para mí comenzar a pensar ‘necesito hacer una maestría o algo en matemáticas’ o, ‘si logro una admisión, lo hago’. Eso iba a terminar pasando'', agrega Luis Felipe.

    Y ocurrió porque él —de alguna manera— lo propició. Se contactó con conocidos que estudiaban la Maestría en Ciencias - Matemáticas de la UNAL Medellín, quienes le hablaron, “cosas buenísimas” del posgrado, cuenta. Las historias lo animaron más y se inscribió. El examen de admisión no le preocupaba, en cambio sí el hecho de ingresar, porque “había escuchado historias de que era muy alto el voltaje, muchísimo. La gente me decía que para qué perdía el tiempo como único ingeniero entre tantos matemáticos que se sabían todo de memoria”, agrega. Esa vez ignoró esas presiones. 

    Ana María recuerda verlo estudiar sin importarle la hora: “No es que mi hermano cuando era chiquito haya sido un genio. Él era un estudiante excelente, pero creo que nunca se obligó a ser el mejor, nunca compitió. Fue cuando supo que las matemáticas eran lo que le gustaba, lo que quería y sintió que iba a entrar a la maestría en desventaja porque no tenía las mismas bases que los compañeros, que empezó a dedicarse noche y día a ellas”.

    Su historia es de tesón y disciplina. Lo intimidó la tesis. Sintió que el tiempo era muy corto para entender, además de las matemáticas, las áreas fundamentales de ellas, que son: álgebra, análisis y topología. “Yo no sabía qué eran”, afirma. Enfrentó el miedo y se enfocó en álgebra no asociativa, área de investigación del profesor Luis Alberto Wills Toro, con quien tuvo conversaciones cautivadoras y quien se convirtió en su asesor, entonces mezclaron ese interés con las habilidades computacionales de Luis Felipe como programador. 

    Del posgrado, afirma, le sorprendió el nivel de la Facultad de Ciencias, de docentes y de estudiantes, “de todo el mundo”. Se sintió retado en todo momento, pero su percepción fue siempre la misma: “Me pareció una inversión buenísima de dos años en los que tuve la oportunidad perfecta de pensar las matemáticas, de entenderlas, de hablar con gente súper interesante. Fue una cosa que me marcó”, agrega”. 

    El éxito, cree Carlos Augusto Vélez López, profesor de la Escuela de Matemáticas de la Facultad de Ciencias de la UNAL Medellín y amigo de Luis Felipe, tiene que ver con algo más que talento. Sobre él destaca que “es inteligente, pero esa condición natural no permite avanzar mucho si no está complementada con disciplina y trabajo. Evidentemente en el caso de Luis se combinan las dos cosas”.

    Luis Felipe lo tiene claro desde que estudiaba en el colegio, cuando se dio cuenta de que las matemáticas “son muy agradecidas”, porque en los momentos de decaída, aprendió que si fallaba era “porque me confiaba y dejaba de estudiar”, asegura. 

    La misma estrategia, como contó Ana María, la aplicó antes de comenzar la maestría, y también, para prepararse para los exámenes preliminares del doctorado, unas pruebas a las que les tenía miedo: “eso le preguntan a uno hasta de qué se va a morir (risas)”, agrega Luis Felipe, para quien —queda claro— su mejor método para salir victorioso es estudiar.

    ***

    Un teorema despertó la curiosidad de Luis Felipe por las matemáticas antes de cursar la maestría. Recuerda que Margarita Toro, profesora de la Facultad de Ciencias, le recomendó un listado de temas para estudiar, entre ellos estuvo un procedimiento que es básico y que fue demostrado hacia 1891. Es uno de los resultados de matemáticas que más le gusta y lo conoció justo antes de estudiar el posgrado. Al respecto él dice: “Cuando alguien le habla a uno de infinitos y cree que está loco, pero resulta que los hay de diferentes tamaños. Por ejemplo, los números naturales, que son los que vos usás: 1, 2, 3, 4, 5, 6… y los otros, los reales, como π (3,14) o 2,45 también son infinitos pero hay más”.

    “Una cosa muy curiosa es que los números en fracciones que se ven en el colegio, como 2,4; 2,9 o 2,6; son infinitos y tienen el mismo tamaño que los naturales, pero hay más reales que naturales y fracciones (risas). Se llama Argumento de la diagonal de Cantor”, puntualiza. 

    Luis Felipe es un convencido de que las matemáticas “son muy bonitas y muy útiles”, pero comenta que lo común es que las personas se concentren en “la parte utilitaria'' y se olviden de la belleza. Para explicarlo se remite al cálculo que se enseña en el colegio, y pone en situación que, a pesar de que “es muy bello, como también lo es la teoría de números”, la motivación de aprenderlo es por ser requisito para pruebas como las del Icfes o para estudiar ingeniería.

    ***

    Luis Felipe lamenta que la divulgación de las matemáticas sea tan pobre, contrario al caso de la física, y es una afirmación que hace luego de advertir que esa puede ser una percepción controversial. Y aunque él no se siente con la capacidad de difundirlas a un público general, por lo menos hace su aporte —aunque inconsciente— en transmitir interés por la disciplina. Así sucedió en el caso de Ana María, quien asegura: “Como hermana menor les cogí amor porque me gustaba cuando él me enseñaba y hablábamos de problemas de cálculo. Para mí era súper bacano tener conversaciones en las que me explicaba la utilidad de conceptos matemáticos de manera práctica”.   

    Y aunque no contempla dictar clases —por lo pronto— antes de especializarse pensaba que lo único a que podría dedicarse sería la docencia, “y no hay nada más alejado de la realidad que eso”, asevera. “Se lo digo a cualquier persona con aptitudes en matemáticas: no se deje meter ese cuento de que solo sirven para una cosa. Enseñar es buenísimo, hay muchísimas alternativas incluso la investigación académica. Se puede ejercer en sectores como finanzas, economía, ciencia de datos o de la computación, inteligencia artificial y otros”, añade.

    Quizás darles algo de esa convicción a profesionales que apenas se están formando sea una de sus motivaciones. De ahí que ha promovido un seminario de Machine Learning en la Facultad de Ciencias de la UNAL Medellín a fin de fortalecer el conocimiento en el área y desde la enseñanza que allí se imparte.

    Si bien Luis Felipe lleva varios años en Estados Unidos, Carlos manifiesta que él siempre tiene muy presente al país, a su familia y a su entorno: “Ha ayudado a establecer lazos académicos entre alumnos nuestros e investigadores del exterior. Fruto de esa intermediación han podido entrar en contacto con profesores de allá, donde están estudiando en este momento”.

    ***

    Como amigos y colegas Luis Felipe y Carlos parecen muy conectados en lo que piensan. Ambos tienen la percepción de belleza acerca del área del conocimiento que estudian. El profesor poetiza los números al resaltar que “las matemáticas hacen parte de la ciencia, y pienso que aunque no es un error, no es así completamente. En cierto sentido también tienen algo de arte, porque hay un proceso de creación y técnica”. 

    Él hace ese preámbulo para mencionar que el mayor efecto que tienen las matemáticas en una persona dedicada como Luis Felipe, “es que le enseñan a pensar de una manera ordenada, a estructurar soluciones a problemas abstractos, pero es, de alguna forma, un entrenamiento para resolver los prácticos”. 

    Ana María no es matemática, pero también lo sabe, y es lo que admira de su hermano: “es de cabeza súper fría para tomar decisiones y regula muy bien sus emociones. Ha vivido situaciones en las que una persona promedio se podría derrumbar, pero él ha seguido adelante, es optimista y propositivo”. 

    Luis Felipe, “aunque es nerd y súper teso, también es espontáneo y extrovertido”, añade ella. No obstante, la cualidad que más le gusta de él a Carlos —además de la versatilidad— es la modestia: “No me sorprende su éxito profesional o intelectual. Lo que sí, es que es básicamente la misma persona que conocí en los pasillos del Bloque 43. Es sencillo. No porque ahora esté trabajando en una gran empresa ha cambiado su actitud”. 

    Luis es sociable y amiguero, abierto a las posibilidades y luego de ignorar las presiones sociales tiene un lugar seguro en la ciencia a la que decidió dedicarse, cuya parte del encanto es que funciona como otra forma de lenguaje en el que convergen quienes se dedican a las ciencias exactas. Y por eso las considera tan importantes: “Parte de ello son las matemáticas. Uno no sabe para dónde va el futuro, pero ellas van a estar ahí. A mí eso siempre me dio mucha certeza”, destaca.

    Luis Felipe no se desliga de las matemáticas ni siquiera cuando conversa. Escucha atento, es elocuente, habla de sus recuerdos y de sus experiencias, mueve las manos, se ríe. De repente, algunas veces cada tanto, a su interlocutor le pregunta: “¿me estoy yendo por la tangente?”. 

    (FIN/KGG)

    15 de octubre del 2021