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Por: Katharina Grosso Buitrago

Directora Ejecutiva del Fondo de Energías No Convencionales y Gestión Eficiente de la Energía - FENOGE

Economista y magíster en Economía de la Pontificia Universidad Javeriana

MBA del Instituto Europeo de Posgrado

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    Cambiar de chip puede ser una frase de cajón pero sin duda es lo que necesitamos acoplar en diferentes aspectos en nuestra realidad como país luego de la emergencia mundial generada por el Covid-19. No ver la realidad en blanco y negro sino con colores, texturas, enfoques y perspectivas distintas es necesario al momento de implementar proyectos que le otorguen progreso real y tangible a Colombia.

    Si algo hemos aprendido de 15 meses de penitencia por la pandemia es la capacidad de adaptación que tenemos los colombianos. La reflexión por un presente incierto y la vulnerabilidad que esto conlleva ha incentivado muchas acciones individuales que desembocan en cambios colectivos y trascendentales. Sin ir muy lejos, el autocuidado, el bien común por encima del bien particular, la conciencia por preservar nuestro medio ambiente y entorno reduciendo nuestras emisiones de CO2 y mitigando la velocidad del cambio climático, el acompañamiento a nuestros pequeños en su educación, entre otras, nos ha llevado ha tomar decisiones más inteligentes y equilibradas donde todas las partes se ven involucradas. La palabra ‘ayuda’ en su significado más puro: apareció.

    Entonces, esa otra palabra que se repite como intermitente en todas partes y que parece de moda: la ‘resiliencia’ debo retomarla y darle aún más sentido si la acompaño de otra como ‘transformación’. Nos adaptamos, sí, pero debemos ser capaces de generar una transacción, un brinco cuántico a la transformación, para así desembocar en un impacto positivo: un hecho. 

    Por todo ello, ‘Transformar con hechos la energía’ ha sido el lema del FENOGE durante este 2021; un año que, aunque visualizábamos de muchos retos, no contábamos con que nos hiciera replantear hasta la médula nuestras acciones en tiempos, actores y latitudes del territorio nacional.

    Uno de esos proyectos, que nos emociona y desafía como fondo, justamente por su impacto en la comunidad estudiantil, es el de ‘Autogeneración de energía solar fotovoltaica en la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín. Energía por educación con enfoque de género’, que busca la autogeneración de energía eléctrica a partir de la implementación de siete sistemas solares fotovoltaicos con una capacidad total de 764,8 kWp, para cinco edificaciones del Campus Volador y dos edificios del Campus Robledo, en la capital antioqueña. Lo anterior permitirá contribuir con el gasto eficiente y racional del servicio de energía eléctrica de esta y traducirlo en ahorros en los rubros operativos de la universidad para reinvertirlos en beneficios que permitirán el aumento del acceso de becas de posgrado para mujeres estudiantes de estratos 1, 2 y 3.

    Así las cosas, los ahorros en la facturación de energía eléctrica se usarán para fomentar el acceso a educación de posgrado para mujeres en estratos 1, 2 y 3, mediante la creación de un fondo de becas en los campos de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas: Stem, por sus siglas en inglés. Las expectativas que se contemplan ascienden a 641 becas de posgrado de un año durante la vida útil del proyecto (20 años). Adicional, el proyecto reducirá 7.619 toneladas de CO2eq durante su funcionamiento.

    Otros impactos indirectos de este noble proyecto para el beneficio de la comunidad universitaria y la sociedad son la Microrred-Living Lab, un repositorio de datos que serán usados para temas de docencia e investigación, así como para la Alianza Energética 2030. La inspiración y la cultura sostenible: Los estudiantes se familiarizarán con la tecnología energética y su uso, lo que influenciará su vida personal y profesional. La posibilidad de nuevos programas, puesto que este proyecto podría convertirse en un referente para otras sedes de la Universidad Nacional, así como para otras instituciones educativas públicas y privadas en el país, indiferentemente de su tamaño o ubicación geográfica.

    Si hacemos una traducción de las palabras que hacen parte de nuestra esencia, este proyecto con la universidad las evidencia: 1. La implementación de un SSFV en una universidad pública es sinónimo de adaptación, de progreso, de identificar oportunidades en las energías renovables que transcribirán ahorros a nivel económico, social y medioambiental en el corto, mediano y largo plazo: es decir: resiliencia. 2. El hecho de que el ahorro obtenido se convierta en becas para cursar posgrados otorgadas a estudiantes de los estratos menos privilegiados: es transformación. 3. Y que además esas becas le den la posibilidad a las mujeres (el género que históricamente ha estado más alejado de la ciencia, la tecnología, las ingenierías y las matemáticas) de cursar un posgrado de forma gratuita, reduce notoriamente la brecha existente en el país y abre una mirada mucho más equitativa e incluyente para la comunidad estudiantil. Este es un impacto positivo, un hecho.

    Está también en nuestras manos ese cambio de chip con respecto a la generación y uso de la energía con conciencia ambiental. En FENOGE somos los llamados a propender por esa conciencia colectiva. Hacemos que las cosas sucedan por medio de la pedagogía y conciencia colectiva, además de liderar proyectos sustentables que materialicen nuestros ideales como Fondo. Transformamos con hechos la energía de la Universidad Nacional Sede Medellín y soñamos con mucho más.

    Los contenidos publicados en este artículo de opinión son responsabilidad del autor y no obedecen a posturas de la Universidad Nacional de Colombia.

    24 de junio del 2021