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Cuando el activista por los derechos de la población LGTBI Manuel Bermúdez se identifica como el “Ciudadano gay de Medellín”, manda un mensaje político que marca su trabajo y se refiere a la condición de ciudadanía que es el primer y básico reconocimiento político de cualquier persona, independiente de su orientación sexual o de su identidad de género. Posición que hace posible para cualquier persona el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de responsabilidades y deberes para con la sociedad. En este contexto, Manuel cita la Constitución del 91 como referente para pensar que era posible enfrentar al prejuicio y la negación con la bandera multicolor de la ciudadanía gay.  

  • El activismo ciudadano que ejerce el periodista Manuel José Bermúdez lleva un mensaje político de reconocimiento como ciudadano, por encima de su orientación sexual. Foto: reproducción.

    El activismo ciudadano que ejerce el periodista Manuel José Bermúdez lleva un mensaje político de reconocimiento como ciudadano, por encima de su orientación sexual. Foto: reproducción.

  • Manuel José Bermúdez es periodista, especialista en Docencia universitaria y activista de las diversidades sexuales, género e identidades asociadas. Foto: cortesía Manuel José Bermúdez.

    Manuel José Bermúdez es periodista, especialista en Docencia universitaria y activista de las diversidades sexuales, género e identidades asociadas. Foto: cortesía Manuel José Bermúdez.

  • “La revolución que planteamos, es una que apunta al derecho a la indiferencia. Y no a la indiferencia en lo social, sino a la indiferencia en esas singularidades personales e íntimas que no tendrían por qué molestarnos” Manuel Bermúdez. Foto de Edwin Bustamante Restrepo, tomada de: shorturl.at/mFI19

    “La revolución que planteamos, es una que apunta al derecho a la indiferencia. Y no a la indiferencia en lo social, sino a la indiferencia en esas singularidades personales e íntimas que no tendrían por qué molestarnos” Manuel Bermúdez. Foto de Edwin Bustamante Restrepo, tomada de: shorturl.at/mFI19

    “El momento histórico que me puso de alguna manera en ese tipo de activismo ciudadano fue el momento en el que yo me lancé de candidato al Concejo, yo creo que, con intención muy clara, y era mostrar otra imagen de las diversidades sexuales distintas al cliché que se tenía ya en el imaginario, rodando de muchos años.” En el año 1997 Manuel se lanza a esta corporación pública como un acto que apunta tanto a superar la intolerancia como a llevar el mensaje de que la población LGTBI es capaz de asumir un compromiso social por la ciudad. Este acto fue importante porque impulsó un imaginario capaz de generar la ruptura con la marginalidad y la discriminación, y que, al contrario, hace una propuesta que en palabras de Manuel es: “Yo no soy homosexual como un asunto privado, yo soy homosexual también como un asunto público, y ese asunto público hay que ponerlo en la escena de la política para poder que se converse”.

    El enfoque que Manuel le ha dado a sus tareas como activista están en el lugar en el que se cruzan la educación y la comunicación con la vida cotidiana de la gente del común. Así explica Manuel la particularidad de su abordaje: “Yo tengo una ruptura, alguna diferencia con mis pares activistas que han tomado la decisión de lo académico, y lo respeto, y siento que es muy valioso y muy necesario. Yo hice una ruptura más por lo cotidiano, es decir, buscar hablarle a la gente del común, a la gente que a lo mejor nunca entraba a la universidad, que a lo mejor nunca ha tenido la posibilidad del conocimiento. Y entonces esa mezcla entre lo académico, entre la docencia en la pedagogía y la comunicación, me llevó a generar todo un discurso pedagógico popular. Es decir, un discurso en el que yo le digo a la gente que, más que darle conceptos, que son muy necesarios, que hay que tenerlos en cuenta, es decirle a la gente cómo ese concepto les va atravesando la piel y los sentidos, cómo ese concepto se acerca a su vida. Yo soy más de ejemplos, incluso más de la anécdota”.

    Siguiendo esa línea de pensamiento, Manuel empezó a escribir una columna permanente para abordar la reflexión de diferentes temas de la vida cotidiana cercanos a las personas LGTBI. El nombre de la columna es “Maricadas que uno piensa”. Cuenta Manuel que el hecho de referirse a las situaciones del día a día desde las sensaciones, las preguntas y los conflictos que implica vivir sus propias opciones de identidad de género, representó un espacio liberador para quienes sentían la soledad de atravesar por estos caminos. Era sentir, al leer la columna, que podían asumirse y afirmarse frente a sus familias y frente a sus entornos sociales desde su condición, y ser aceptados por su valor como personas. Este trabajo cobró tal relevancia que fue reconocido con el Premio Nacional de Periodismo Semana Petrobras en el 2008.

    Dice Manuel: “Cuando me gané el Premio Nacional de Periodismo con ‘Maricadas que uno piensa’, quedó en evidencia que eran maricadas que no se pensaban, que eran maricadas sociales; era la visión social desde los ojos del homosexual, que no implicaba el gueto, sino que implicaba cómo yo estoy inmerso en ese asunto social”. Y en ese reconocimiento está el logro y la reivindicación en los planos de lo ciudadano y de lo político, de las diversidades sexuales y de las identidades de género que rompen la negación tradicional mantenida durante tanto tiempo. 

    La tragedia histórica de las violencias que atraviesan a la sociedad colombiana tiene también dentro de sus páginas sombrías las agresiones contra la población LGTBI. Y de esto también habló Manuel: “El conflicto social y armado en Colombia ha hecho cosas horribles con nosotros y con nosotras. Pues los paramilitares entraron a muchos sectores del Magdalena Medio y de Urabá y de muchas partes, e hicieron ir a los peluqueros, porque eran hombres que tenían todos los secretos. Pero, además, eran hombres que tocaban hombres; en teoría, para ellos, en el aspecto de peluquería, era mejor tener machos que nombraron como los barberos o mujeres peluqueras, porque nosotros éramos un problema difícil de entender”.  

    De cara a enfrentar actores armados, Manuel hace una reflexión que apunta a que, de alguna manera, victimizarse es hacerle el juego a los victimarios. Y se refiere a situaciones que tuvo que enfrentar en el barrio donde creció: “Si yo me voy a quedar de víctima me hubieran desaparecido. Pero aprendí en mi barrio popular que yo podía reivindicar derechos, y si yo no me ponía de víctima, sino que me ponía en plan un poquito en el nivel, casi del victimario, de ‘soy igual a usted, yo no voy a estar por debajo suyo’, me iba mejor con los resultados, porque la gente terminaba confrontada, porque no me veía por debajo, me veía a un nivel importante”. Y complementa con la siguiente reflexión: “Yo puedo mostrar cuánto han sufrido los homosexuales por la lucha armada, o cuánto han resistido los homosexuales en la lucha armada y estoy contando lo mismo; pero lo estoy contando con un lenguaje distinto, el lenguaje de la víctima me pone de pobrecito frente al otro, el lenguaje de la lucha me pone a que el otro me tenga que respetar”.

    En los últimos años ha surgido un planteamiento desde las iglesias evangélicas cristianas con el que se ha señalado el movimiento social a favor del reconocimiento de los derechos para la población LGTBI, como una amenaza a la civilización a la que se le ha dado el nombre de “ideología de género”. Sobre este fenómeno reflexiona Manuel: “Estábamos tan cómodos avanzando en el proceso, que se nos olvidaron dos cosas: una, que todavía había gente que estaba contra nosotros, y que no eran dos o tres, son movimientos muy fuertes en el mundo, ni siquiera en Colombia. Colombia es un pedacito de un movimiento internacional con las iglesias cristianas, que no tienen por qué ser enemigas. Porque yo tengo estudiantes cristianos, tengo amigos cristianos. Entonces no, no es el cristianismo como tal, sino el gueto, las sectas. Y dos: se nos olvidó una cosa muy importante, les estábamos enseñando cómo atacarnos. Todas estas cosas que estoy diciendo, ellos las estaban copiando. La ideología de género fue una astucia de las iglesias cristianas internacionales para empezar a atacar nombrando como ideología el proceso del avance de los LGBTI. La ideología de género entonces terminó siendo un mito. La ideología de género es eso, no peleemos por la ideología de género. Sigamos haciendo el trabajo que estamos haciendo al interior del fortalecimiento de lo LGBTI”.

    Finalmente, la conversación se cerró hablando sobre hacia dónde avanzar como sociedad y como cultura, a lo cual Manuel hace una afirmación categórica: “La revolución que planteamos, es una que apunta al derecho a la indiferencia. Y no a la indiferencia en lo social, sino a la indiferencia en esas singularidades y particularidades personales e íntimas que no tendrían por qué molestarnos: tu color de piel, tu estrato social, tu nivel académico, el con quién te acostaste, a quién tengas en tu corazón o en tu mente. Ese tipo de cosas no deberían preocuparnos y yo podría ver al otro en una dimensión distinta de ser humano. Hacia allá va la revolución, y yo creo que hacia allá estamos apostándole, y que lo valida el escenario del mundo.”

    Y así se completó este recorrido por las rupturas necesarias de un establecimiento rígido y anacrónico, para que florezca el derecho de cada uno a vivir plenamente de acuerdo a sus propias características de raza, cultura, condición social, orientación de género.

    (FIN/FCV)

    2 de junio del 2021