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Los autoritarismos de género, al mismo tiempo que están muy presentes, parecen esconderse en los lugares más inesperados y cotidianos de la vida. Actúan con la naturalidad de la costumbre establecida, amparados por el paso del tiempo que los acomodó sin hacerles preguntas en la normalidad de cada día. Para conversar sobre este tema vino a la Cátedra Saberes con Sabor Isabel Carrillo Flores, doctora en Pedagogía, titular de la Facultad de Educación de la Universidad Central de Cataluña, y directora del Proyecto de Cooperación Educativa con Centroamérica de esta Universidad. 

  • “Si el género es algo que hemos construido culturalmente, que lo aprendemos, también podemos aprender otras formas de vivir, otras formas de relacionarnos que no estén condicionadas”, afirma Isabel Carrillo. Foto: reproducción.

    “Si el género es algo que hemos construido culturalmente, que lo aprendemos, también podemos aprender otras formas de vivir, otras formas de relacionarnos que no estén condicionadas”, afirma Isabel Carrillo. Foto: reproducción.

  • La profesora Isabel Carrillo ha trabajado como asesora del Programa Buen Comienzo en la ciudad de Medellín. Foto: cortesía

    La profesora Isabel Carrillo ha trabajado como asesora del Programa Buen Comienzo en la ciudad de Medellín. Foto: cortesía

    Para empezar la conversación se habla de qué es el autoritarismo de género. Isabel se remonta al momento mismo en que se da a luz una criatura: “Se nace hembra o se nace varón. Es decir, nacemos con cuerpos sexuados que definen una asignación del género. Y aquí es donde podemos empezar a hablar de autoritarismo. No es objeto de elección ni podrá ser modificado, porque así lo marca la tradición. Entonces el autoritarismo comienza a darse en el momento en que se da este anuncio, y en el momento en que se adjudica a un sexo un género que se da por algo predeterminado, inmodificable”. Dice ella que, a partir de ese momento, la asignación de género viene con una carga de verdades y de normas, con una implicación de obligatoriedad, que están orientadas a modelar la personalidad y el comportamiento de las personas de acuerdo con los roles predeterminados desde la fórmula binaria masculino/femenino. “Desviarse de la norma de género al no acatar los mandatos es objeto de castigo, porque te etiquetan considerando que no eres una persona normal, que tienes una enfermedad, que estás actuando según lo que no es correcto”, complementa Isabel.

    A lo largo de la vida de todas las personas, estos roles se reproducen y perpetúan en los valores y las costumbres con esa misma lógica de una normativa tácita que lleva a que cada uno lo interiorice como algo natural. Esta es la manera como esto ocurre, en palabras de Isabel: “¿Cómo lo hacemos? Pues utilizando unos instrumentos que en sí mismos son sexistas, a través de la comunicación verbal y a través de la comunicación no verbal; un gesto, una imagen, también está actuando como reproductora. Por tanto, hay una parte de currículum explícito que quizás sí podemos cambiar, transformar de forma más rápida. Pero hay también una parte de currículum oculto que está en las actitudes, en los gestos, que es lo que no percibimos. Y eso es mucho más difícil de cambiar, de transformar, de darnos cuenta”. En esta reflexión, Isabel llama la atención hacia tanto la dificultad como la posibilidad de conciencia y transformación que está en el nivel personal de cada uno. Partiendo de lo que se moviliza en el pensamiento y la conciencia, se construyen nuevas costumbres y valores que trascienden a las transformaciones de distintas comunidades y círculos, que impactan en la sociedad. 

    Al hablar de autoritarismo se hace referencia al exceso y el abuso de la autoridad desde el poder. Al mirar la definición y los rasgos de este fenómeno desde la perspectiva de la definición binaria de los roles de género, Isabel precisa que no es solamente una condición que afecta a las mujeres, sino a todos por igual. “Quién tiene el poder es el que puede decidir sobre sí mismo y sobre las otras personas. Se considera que tiene las cualidades y los criterios racionales para poder tomar las decisiones que son importantes en nuestra vida. Quien no tiene el poder, en este caso nos toca a las mujeres o a los hombres que no se sujetan a la norma de género que se les asigna, son consideradas personas inferiores porque no tienen ningún valor económico y se las desvaloriza porque se considera que cuando toman decisiones son demasiado emocionales y no responden a la racionalidad. Estas concepciones son demasiado deshumanizantes, muy excluyentes y niegan la universalidad de los derechos humanos”. 

    La llegada de la pandemia se ha convertido en un espejo en el que las sociedades están asistiendo al reflejo de lo que son sus propias debilidades, carencias y conflictos. Y entre estos, se ha evidenciado con mayor profundidad la desigualdad estructural entre los géneros en lo que tiene que ver con las relaciones económicas. Y, particularmente, en la manera como la crisis económica ha acentuado la feminización de la pobreza. Así se refirió Isabel a este tema: “La pandemia que estamos viviendo en estos momentos es una crisis sanitaria que comporta una crisis económica también. Y por eso hemos visto en estos tiempos que el problema de empobrecimiento de las mujeres ha aumentado, por esas funciones otorgadas por el género de producción para los hombres y reproducción para las mujeres. Las mujeres, por considerarlas inferiores, de menos valor, con menos capacidades, han desarrollado trabajos de menor reconocimiento social y estos son trabajos menos remunerados; por tanto, evidentemente el patrimonio económico de una mujer es menor, y, por tanto, cuando comparamos, está mucho más empobrecida que el grupo hombres en términos globales”. Si además se considera la condición de las familias monoparentales en las que la mujer asume tanto las obligaciones de responder por la carga económica, así como por las funciones del cuidado, aumenta el riesgo del empobrecimiento, con la implicación que explica Isabel en estos términos: “Hemos de tener mucho cuidado, porque el empobrecimiento de las mujeres puede abocar también a un empobrecimiento difícil de superar de sus hijas y de sus hijos”. 

    La mirada sobre todas estas condiciones y sus implicaciones para la vida social, lleva a enfocar la atención sobre el manejo y las alternativas que atiendan las tensiones y problemas que se derivan del autoritarismo de género. Claramente se trata de un proceso de construcción cultural a lo largo de la historia, y en esa medida también es posible desde el pensamiento y la conciencia de cada persona, hasta el impulso de acciones culturales y políticas de la sociedad, avanzar hacia unas condiciones que corrijan los problemas que ha traído. Y el primer paso es tomar una posición y un compromiso al respecto. Así lo plantea Isabel: “Si el género es algo que hemos construido culturalmente, que lo aprendemos, también podemos aprender otras formas de vivir, otras formas de relacionarnos que no estén condicionadas, para generar la capacidad de aprendizaje de las personas, que es enorme. Lo que pasa es que nos acomodamos; nos es más fácil, nos es más sencillo, continuar reproduciendo y no cuestionarnos. Digo que es posible deconstruir para construir algo nuevo, porque creo que la educación es política, es ideológica. No hay educación neutral, ni hay política neutral, ni la ciencia más exacta es neutral. Es decir, incluso aquellas preguntas que digo que son objetivas, las he elegido yo, por tanto, no son neutrales”. 

    En esa misma dirección hay decisiones institucionales que son pioneras y que abren y señalan caminos que apuntan a hacer una diferencia. Isabel refiere un ejemplo que conoce: “En el Gobierno de Cataluña se creó una comisión en el propio Gobierno, de Mujer, Ciencia e Igualdad, en la que están representadas todas las universidades. Ahí se debaten esos temas, se toman decisiones, no solo de estudios de humanidades o estudios pedagógicos sino matemáticas, física, absolutamente todos. Para acreditar tus estudios tendrás que demostrar que se incorporan a la perspectiva de género. Solamente podrás demostrarlo, con evidencias. No solamente porque lo incluyas en la planificación de tu asignatura, de tu materia, en donde pones los objetivos, los contenidos, incluyes en la bibliografía a nombres de mujeres autoras. Tú vas a tener que demostrar con evidencias que en los resultados eso se ha incorporado, para la acreditación de los estudios, para darles el certificado”. 

    Como conclusión, Isabel vuelve a la esfera del compromiso personal y de la tarea que es de cada uno: “Tienes que alejarte de tu realidad, salir de tu burbuja para zarandearte, para cuestionarte, creo que esto es fundamental. Arriesgarte a aprender, a escuchar y a ponernos las gafas de género para empezar a mirar diferente. Pero te tienes que empezar a mirar diferente a ti mismo, si no, no hay cambio posible”. 

    Para ver la sesión completa, ingresa a: https://www.youtube.com/watch?v=EYt3AEjsRMY&t=705s 

    (FIN/FCV)

    27 de mayo del 2021