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El director del Departamento de Ciencias Política de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas (FCHE) de la UNAL Medellín falleció recientemente. Sus amigos lo recuerdan como un ser alegre, humano y comprometido. Este texto se escribe como homenaje a su memoria. 

  • El profesor Rainiero Jiménez Martínez trabajó en la UNAL Medellín durante 16 años. Foto: cortesía FCHE.

    El profesor Rainiero Jiménez Martínez trabajó en la UNAL Medellín durante 16 años. Foto: cortesía FCHE.

  • Rainiero disfrutaba de la naturaleza. En la foto está con su amigo William (al centro). Foto: cortesía William Ortiz.

    Rainiero disfrutaba de la naturaleza. En la foto está con su amigo William (al centro). Foto: cortesía William Ortiz.

  • Rainiero celebró los 60 años con sus hijos. Foto: cortesía Luz Margarita Cardona.

    Rainiero celebró los 60 años con sus hijos. Foto: cortesía Luz Margarita Cardona.

  • A Rainiero lo despidieron con globos y vallenato. Foto: cortesía William Ortiz.

    A Rainiero lo despidieron con globos y vallenato. Foto: cortesía William Ortiz.

    Al otro lado de la llamada suena el inconfundible y festivo sonido del acordeón, y luego hay un silencio prolongado. “Siempre lo recordaré con esta canción”, dice con la voz quebrada la profesora Luz Margarita Cardona, de la FCHE, sobre Rainiero Jiménez Martínez, quien era su amigo. 

    La canción es el Cóndor herido, de Diomedes Díaz, una de las favoritas del docente. Y con respecto a ella hay una anécdota especial que conocen sus mejores amigos. Uno de ellos, William Ortiz, también exprofesor de la FCHE y quien lo conocía desde que estudiaron el pregrado, cuenta que luego de terminar la carrera Rainiero se consiguió una novia vallenata: “Ella se graduó dos años después que él, pero no lo invitó a la ceremonia para no presentárselo a la mamá. Ese día nos encontramos y tomamos trago, él se puso a llorar y toda la noche cantó esa canción”. 

    Rainiero era versátil, cálido y “dicharachero”. Reía y hacía reír a las personas con las que compartía.  William también recuerda que el nombre que aparecía en la cédula de él era Raniero. “Una vez me dijo que se lo iba a cambiar. Todos pensamos que iba a ser otro, y lo que hizo fue ponerse la i: Rainiero. Nos dio risa ese acontecimiento. Desde entonces le decimos Rai”, narra.

    Él era un costeño paisa. Así lo describe la profesora Luz Margarita, quien destaca la amabilidad, lo amigable que era, “contento, gozón, vida buena en el sentido de disfrutarla, y ante todo un padre amoroso”. 

    Y como amoroso con su familia era incondicional y leal a sus amigos. Los más importantes de su vida fueron William y Gerardo Durango, también profesor de la FCHE. Luz Margarita dice que ellos todos los días se contaban historias, se hacían un reporte diario de la vida. Alguna vez, recuerda, William estaba “sentido con él. Era como cuando uno pelea con el novio: no le habla, pero quiere reconciliarse. Los dos me contaron algo y a ambos les dije una mentira piadosa para que volvieran a hablar. Ellos necesitaban una excusa y yo se las di. Al otro día estaban tomando tinto juntos. Yo me moría de la risa”.

    Reconocía cuando se equivocaba, tenía sentido de humanidad y era servicial. Y en esa cordialidad con los otros, residía en la empatía y curiosidad que sentía por los demás. Tal vez por eso comenzó a estudiar salud pública en la Universidad de Antioquia, aunque luego se pasó a la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), en cuyo colegio fue profesor y también en la institución de educación superior fue gestor de la Especialización en Educación Ambiental. 

    Se especializó en Cultura Política y se doctoró en Educación y Sociedad. Velaba por la pedagogía, y además de profesor, en la UNAL Medellín se desempeñó en cargos como la Dirección de Bienestar Universitario de la FCHE y la Secretaría de Sede. No solo disfrutaba la enseñanza sino también las labores administrativas. Defendía sus ideas “a capa y espada”, según William, y eso lo llevaba a alejarse de algunas personas o procesos para defender sus causas. 

    “Cuando Deleuze estaba viejo y enfermo, le hicieron unas entrevistas, como unos diálogos y los pasaron por TV, el abecedario de Deleuze. No olvido algo que dijo de las relaciones. Que de las personas que no nos parecen simpáticas, simplemente es porque no hemos tenido la oportunidad de disfrutar de su encanto. En los últimos meses en el equipo directivo de la facultad pude ver en Rainiero, una persona a la que conocía poco, su serenidad, su forma de razonar, su trato respetuoso y afable, percibí y disfruté de su encanto”, le escribió Jorge Márquez, profesor del Departamento de Estudios Filosóficos y Culturales de la FCHE a Luz Margarita.

    Como directivo, recuerda su colega y amigo el profesor Gerardo, fue mediador y emprendedor. “Su última reunión con los docentes la hizo estando enfermo, ello demuestra su compromiso”.

    Era estricto. El politólogo Wilson Ortiz Lopera también le contó a la profesora que, en su época de estudiante, “a la gente le daba miedo coger la materia de Cultura política”, pero él se “lo ganó” con un análisis de discurso sobre Gaitán. “Comparto la evocación sobre un hombre tierno y amable. Lo recuerdo esperando un par de años para retirarse a disfrutar de sus hijos”, le escribió. 

    La vida, una fiesta

    Rainiero fue profesor de Luz Margarita en la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) y él, debido a que estaba ocupado, la recomendó para reemplazarlo y dictar algunos cursos de posgrado que se ofrecían en ciudades distintas a Medellín. Los fines de semana viajaban a dar clase en la calurosa Montería. Al terminar escuchaban vallenato, tomaban cerveza y comían carne, rememora ella. Todos los recuerdos que tiene de él son “alegres y de mucho apoyo”. 

    La vida, para él, era una fiesta, y en los jolgorios danzaba y organizaba concursos entre los asistentes. Cuando estudió en España y en Chile les enseñó a sus compañeros a bailar. “Tenía la capacidad de transmitir alegría y que la gente disfrutara”, afirma William.

    Rainiero era de Cisneros (Antioquia), pero su ascendencia era del departamento de Bolívar; su mamá era de Arjona y su papá de Cartagena. Le gustó siempre ese ambiente, el pescado, el vallenato, coleccionar música de ese género. Al profesor le faltaba un año para jubilarse y el plan que tenía él, costeño paisa, como lo describe su amiga, no era otro que estar cerca del mar. Ansiaba irse a vivir a La Heroica, pero le gustaban también las montañas y la naturaleza. Eran los dos ambientes en los que deseaba pasar su vida. 

    A Rainiero lo despidieron homenajeándolo con lo que más le gustaba: vallenato. La canción fue Jaime Molina, compuesta por Rafael Escalona. Como un cóndor herido que vuela alto, muy alto, volaron globos blancos en medio del cielo oscuro de la noche. A quienes lo quisieron les quedará el dolor de no tenerlo ya, pero a ellos les queda la estrofa de la canción con la que recuerdan a Rai que dice: “Porque una pena tras otra pena están acabando conmigo / Y yo por ser un hombre tan fuerte he podido resistir”. 

    (FIN/KGG)

    21 de mayo del 2021