Trabaja desde hace 16 años en la UNAL Medellín. Ahora labora como secretaría de la Vicerrectoría, pero también lo ha hecho en la Oficina de Tecnologías de Información y las Comunicaciones (OTIC) y en la Oficina de Planeación y Estadística. Luego de varios años cumplió el sueño de estudiar Comunicación Social y se ha refugiado en la escritura como método para fortalecerse.
Sandra era una niña, tenía unos 8 años cuando jugaba su juego favorito con su hermana mayor Isabel, quien se las ingeniaba para construirle cámaras y micrófonos rudimentarios con cartón. Armaban el set imaginario e iniciaban el rodaje del noticiero. Eran la camarógrafa y la periodista del Canal Uno.
De verlas jugar tantas veces a lo mismo, la mamá de Sandra le regaló un micrófono. “Desde ahí yo sabía que quería estudiar eso”, cuenta. Ahora, cuando Sandra tiene 37 años, no solo conserva el obsequio sino que se graduó como comunicadora social, y haber alcanzado esa meta después de tanto soñarlo fue un regalo que le dio a la mujer que le enseñó a luchar por todo lo que desee.
“Yo no sabía las vueltas que da la vida. No pude estudiar en el momento de la juventud en el que quise hacerlo. Mi mamá fue la que me dijo: ‘estudiá sistemas que es lo que está dando (dinero) ahorita, y apenas consigás un trabajo buscás hacer lo que te gusta’. Le seguí el consejo y logré estabilizarme”, afirma.
Cuando estudió lo que quiso desde la infancia descartó la presentación, acogió la locución y la escritura, aquella que la ha impulsado a contar sobre sí misma y su mundo a partir de otros personajes. Al terminar de estudiar Comunicación Social también lo hizo en Unimedios de la UNAL Medellín, donde hizo la pasantía. Además, en 2018 ganó el Concurso de Cuento UN con su obra La cacería de Lucy, la historia de una gata que atrapa un ratón. En 2020 publicó algunos de sus textos en los libros Metamorfosis y Entre el olvido de ITA Editorial.
Las letras le han servido no solo para plasmar las emociones sino también para canalizarlas. Escribió sobre su mamá, leyó el texto muchas veces y llorando. En El cambio en mi vida, publicado en Metamorfosis, narra: “El primero de febrero de 2020, a las 3:28 de la madrugada su corazón dejó de latir. El médico me miró y su mirada lo dijo todo ‘no hay nada que hacer’. A mí alrededor todo se volvió gris, un dolor profundo invadió mi corazón. Una sensación extraña me subió por los pies y me brotó en lágrimas, unas lágrimas incontenibles. Mi madre, la mejor de todas, aquella sonriente, que siempre quiso lo mejor para sus hijas, había muerto, se había ido de este mundo terrenal, ahora era un ángel que me acompañaría por el resto de mi vida”.
Antes de atreverse a contar sus propias historias, Sandra se aventuró a inmiscuirse en las de otros, a adentrarse en las lecturas que le proponía su compañera Gloria Báez, quien se desempeñó como dibujante en la Oficina de Planeación y Estadística de la Sede. Ella le contaba: “me estoy leyendo un libro tan bueno”. Y cuando lo terminaba le decía: “vea, ahí se lo dejo para que lo lea”. Tenían algo como un club de lectura y juntas aprendían caligrafía.
Fueron muchos los días que compartieron espacios laborales, pero también hubo aquellos que dedicaron al ocio. Sandra es amable y dispuesta a colaborarle a los demás, según Gloria, “nunca dice que no”. Con cariño recuerda la forma especial de comunicación que tenían ambas. El escritorio de Sandra estaba ubicada contiguo a la puerta principal de la oficina y al lado izquierdo el de Gloria. “A veces no podíamos hablar así, como rápido, entonces nos tirábamos papelitos”, cuenta.
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Gloria admira el ímpetu de Sandra, y valora en el hecho de que, pese a las dificultades, haya logrado graduarse como comunicadora, pero esa una faceta que no todos conocen de ella, quien trabaja en la UNAL Medellín desde 2005, cuando comenzó a laborar en Soporte Técnico de la OTIC como practicante de Técnica en sistemas. Se quedó en esa dependencia durante siete años, luego se presentó a una convocatoria y en 2012 fue vinculada. Desde el 2018 trabaja como secretaria en la Vicerrectoría de la UNAL Medellín.
“Yo venía de trabajar en una cosa muy distinta: trabajar en un call center, donde solo tenía que contestar el teléfono. Cuando llegué a la Universidad debía hacer informes de equipos de cómputo, inventarios, entonces mi vida laboral fue un salto muy grande”, cuenta.
Otras veces le pedían entregar cables de red, por ejemplo, en otros bloques. Al principio no sabía dónde quedaban y tampoco comprendía los planos. Preguntando se llega Roma, se decía. Con el tiempo supo que algo muy bueno de la Universidad es que las personas son cordiales y serviciales. También ella es así.
La Universidad, en sus palabras, ha representado un apoyo fundamental, pues le ha brindado la posibilidad de cumplir sueños y de tener un trabajo estable: “Una vez una amiguita me dijo que yo estaba en mi zona de confort, y es verdad”, reconoce. Añade que, “aunque soy comunicadora social no he buscado ejercer lo que estudié en otra parte porque la situación laboral está muy difícil. Además, porque tengo un gran sentido de pertenencia”.
La escritura, entonces, continúa en su vida, pero como la forma de suplir una necesidad de expresión propia. De las motivaciones que Sandra ha tenido en su vida, su hija ha sido la más importante. A ella —que ahora tiene la misma edad suya cuando jugaba con su hermana al noticiero— le está escribiendo un diario. Una suerte de bitácora para recuperar el tiempo de verla crecer, un proceso del que se perdió durante los primeros cinco años, debido a que estudiaba y trabajaba.
Para Sandra la familia constituye su mundo, y especialmente la hija, cuenta su compañera Patricia Clavijo, también secretaria de la Vicerrectoría de la UNAL Medellín. “Ella gira en torno a ellos”, dice. La destaca como una mujer versátil, calmada y sensible con quien es “fácil generar lazos de compañerismo y amistad”. Así la tejieron en el día a día en la oficina o cuando llegaba el momento decorarla para celebrar alguna ocasión especial como la Navidad.
Sandra disfruta su trabajo, tanto como otros espacios en los que participa como lo es Comunica3, un podcast que realiza con dos compañeros. Ha sido una manera de ejecutar lo que soñó de niña. Ahora también está del lado del micrófono, pero ya es real y no un juego.
Patricia comparte con ella el amor por la Sede, por eso afirma que le gustaría “verla ejerciendo su carrera en la Universidad”. Sandra no tiene certeza de si eso ocurrirá algún día, pero tampoco, como se dice, la trasnocha la idea. Lo que realmente la inquieta es enseñarle a su hija —con el ejemplo y como se lo enseñó su mamá— que por los sueños se debe trabajar hasta alcanzarlos.
(FIN/KGG)
7 de mayo del 2021