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Ángela María Vásquez Correa se dedicó, por 32 años, a la investigación y a la docencia en la UNAL Medellín. Su cariño por la docencia fue un constructo al que contribuyeron, de manera sustancial, los estudiantes. En cambio, el amor por el mundo forestal le es innato. Hace pocos meses se jubiló.  A la Sede le deja grandes aportes producto de su esmero y dedicación, entre otras cosas, por su labor en la Xiloteca MEDELw.

  • Ángela María Vásquez Correa fue curadora de la Xiloteca MEDELw y coordinadora del Laboratorio de Productos Forestales de la Sede.

    Ángela María Vásquez Correa fue curadora de la Xiloteca MEDELw y coordinadora del Laboratorio de Productos Forestales de la Sede.

  • Estudió maderas de especies de árboles endémicos colombianos. Foto: cortesía Ángela María Vásquez Correa.

    Estudió maderas de especies de árboles endémicos colombianos. Foto: cortesía Ángela María Vásquez Correa.

  • Considera las maderas y los árboles como grandes obras de arte. Foto: cortesía Ángela María Vásquez Correa.

    Considera las maderas y los árboles como grandes obras de arte. Foto: cortesía Ángela María Vásquez Correa.

  • Disfrutaba de la investigación en campo, y de aprender para enseñar. Foto: cortesía Ángela María Vásquez Correa.

    Disfrutaba de la investigación en campo, y de aprender para enseñar. Foto: cortesía Ángela María Vásquez Correa.

    La primera fortuna la tuvo cuando llegó al mundo: nacer en una finca en Vegachí, municipio del nordeste antioqueño, en medio de una familia con gran afinidad por los entornos naturales que han sido, por sí mismos, su hogar y su escuela. 

    Tuvo siempre árboles a la vista. Cuando hubo oportunidad tomó la decisión de no acostumbrarse a otro paisaje. La magnanimidad de la que pueden jactarse la alentó a descubrir sus misteriosos y el camino que eligió para resolverlos fue dedicarse a la Ingeniería Forestal, un área que comenzó a estudiar cuando esta aún no era tan reconocida entre las carreras profesionales. Lo hizo en la UNAL Medellín, la que fue su casa académica. 

    La vida en el campo le mostró a los árboles, la Universidad se los presentó. Cuando trató de comprenderlos técnicamente, su visión del mundo cambió: “empecé a situarme diferente en él, a ver la gran importancia de esos individuos, tanto en la generación de trabajo como en las plantaciones forestales, el ambiente, el manejo y mantenimiento de los bosques naturales, y la producción de importantes materiales como la madera, en la conservación del medioambiente y su diversidad, en fin”, dice. 

    Uno de sus profesores en el pregrado fue León Morales Soto, quien la recuerda como una estudiante destacada, y una persona seria, disciplinada y motivada, características por las que al docente le resultó “gratificante tenerla como alumna”.

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    A Ángela María las risas le surgen espontáneas, y muy a menudo, sobre todo al evocar esas otras fortunas que disfrutó, pero que no buscó intencionalmente. Las palabras que pronunciaba la adolescente resultaron un contrasentido por tratarse de una estudiante de la Escuela Normal Antioqueña de Señoritas: “Uy, no, yo profesora no voy a ser. Eso es muy duro, eso nunca lo voy a hacer”, recuerda que se decía para sí.

    La paradoja se materializó más tarde, en 1988, cuando aún siendo estudiante de pregrado comenzó a dar clases en el programa de Tecnología Forestal, que en ese entonces funcionaba en la Estación Agraria Piedras Blancas. La segunda vez fue luego de graduarse de la carrera y ganar una convocatoria para ser docente en el Laboratorio de Productos Forestales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Sede. 

    “Si yo ya estaba enamorada de los árboles, la madera me conquistó el alma y me hizo ver ese material maravilloso que para mí se compara con las grandes obras de la música clásica y las pinturas, porque son como diamantes en bruto”, cuenta.

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    Estudió después la calidad y variación de la madera de Pinus caribaea como parte de la tesis de maestría en que realizó 1994 en la Universidad de Sao Paulo (Brasil) y las de podocarpáceas colombianas en el doctorado en la Universidad de Córdoba, en España. 

     Fue curadora de la Xiloteca MEDELw, la única colección formal de maderas de la UNAL, creada en 1975 que alberga muestras de más de 3.200 ejemplares de unas 1.300 especies y aproximadamente 860 géneros. 

    A ese trabajo le imprimió mucha pasión, según el profesor Morales Soto, quien recuerda además que mantenía el laboratorio impecable y “exagerada en el cumplimiento del horario”. En la Universidad, afirma él, ella hizo un trabajo interesante.

    En su ejercicio como profesora trabajó enel desarrollo e implementación de una metodología de identificación macroscópica de maderas para trabajo en campo, con la que se busca contribuir a frenar el trasporte y comercialización de especies maderables de bosque natural.

    Ángela María no dejó de ser la estudiante comprometida que el profesor Morales Soto conoció. Alejandra María Ramírez Arango, una de sus estudiantes de hace unos 20 años y ahora su amiga, todavía tiene los documentos de la tesis corregidos a mano por la docente, a quien le enviaba por correo electrónico el borrador, y ella lo imprimía, lo revisaba y desde Inglaterra, donde hizo un año sabático, le regresaba por correo postal las observaciones en físico. 

    Era una época en la que el internet no era lo suficientemente eficaz en todos los sitios, por lo menos no en el pueblo en el que vivía la profesora. La rigurosidad y la disciplina son aprendizajes que le dejó a Alejandra, quien ahora busca dejar el mismo legado en sus estudiantes.

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    Inicialmente Ángela no quería ser profesora, sino viajar al Cañón de Araracuara, analizar árboles y dedicarse a la fenología, pero en ese camino que recorrió igual obtuvo una de las mayores recompensas: los estudiantes. Dice que se esforzó porque “entendieran que la academia debe ser una herramienta para crecer y mejorar, que no se trata solo de aprender conceptos teóricos. Es la única manera de tener profesionales éticos y mejores seres humanos en una sociedad tan convulsionada como la nuestra”. 

    Dejarlos a ellos, a la investigación de árboles y maderas no fue un proceso fácil, pero en diciembre del 2020 tomó la determinación de hacerlo por su convicción de respetar las etapas y los ciclos. Ahora disfruta tener tiempo para ella y para hacer otras cosas que le gustan. “Yo, que tanto les decía a mis estudiantes hay que crecer y buscar ser mejor persona todos los días, no podía quedarme atrás y tenía que trabajar también mi ser humano”, asegura. 

    Se le “atravesó” la virtualidad y no pudo despedirse de sus colegas y pupilos de abrazo, pero les tiene gratitud, como a las maderas y a los árboles, por la generosidad que le enseñaron día a día. Y es que ella sabe lo que escribió Hermann Hesse en su libro El caminante: los árboles “son más sabios que nosotros”. 

    (FIN/KGG)

    9 de abril del 2021