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Así lo dice Hugo Alejandro Velásquez Betancur, auxiliar administrativo en la Biblioteca Efe Gómez de la UNAL Medellín y un enamorado de los libros. Está a cargo del programa de promoción de lectura, una labor que está lejos de ser su trabajo, porque sencillamente es su pasión.

  • Hugo Alejandro Velásquez Betancur es licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia. Fotos: cortesía.

    Hugo Alejandro Velásquez Betancur es licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia. Fotos: cortesía.

  • Además de la promoción de lectura, está a cargo de cineclubes y actividades culturales de la Biblioteca Efe Gómez. Foto; cortesía.

    Además de la promoción de lectura, está a cargo de cineclubes y actividades culturales de la Biblioteca Efe Gómez. Foto; cortesía.

  • Hugo Alejandro trabaja hace aproximadamente 18 años en la UNAL Medellín. Foto: cortesía.

    Hugo Alejandro trabaja hace aproximadamente 18 años en la UNAL Medellín. Foto: cortesía.

  • Considera que los libros son fundamentales para que cada persona pueda tener discurso. Foto: cortesía.

    Considera que los libros son fundamentales para que cada persona pueda tener discurso. Foto: cortesía.

    Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas,

    y una voz cariñosa le susurró al oído:

    - ¿Por qué lloras, si todo

    en ese libro es de mentira?

    Y él respondió:

    - Lo sé;

    pero lo que yo siento es de verdad.

    Nada grave - Ángel González.

    Innumerables veces Hugo Alejandro ha vivido su vida y las de otros, en esta y otras épocas. Lo ha hecho siempre a través de las naves viajeras que son los libros, porque la lectura, para él, ha significado la manera de resistir con y contra el mundo.

    De niño no le leyeron cuentos antes de dormir. En su caso esta historia es fantasía, como las de muchos libros. “A mí me tocó rebuscármela por fuera y eso fue como encontrar una iglesia”, dice.  

    Recuerda que, cuando lo hizo, tenía unos 15 o 16 años. Cuenta: “cierto día llegué a la Biblioteca Pública Piloto y el primer libro que saqué fue Pensamientos de un viejo, de Fernando González. Ese transformó totalmente mi vida. La lectura ha sido mi refugio y mi trinchera”.

    ***

    A quienes conservan el sano juicio les hago el siguiente llamamiento: no leáis siempre y de manera exclusiva esos libros sanos; acercaos un poquito a la llamada literatura enfermiza, de la que tal vez podáis sacar un consuelo vital. La gente sana debería arriesgarse siempre de una u otra manera. ¿Para qué demonios, si no, conservar el sano juicio? ¿Para morir un día saludablemente? Vaya un futuro desolador”.

    El bandido - Robert Walser.1 

    Entre sus premisas está la idea de que la lectura aporta cambios sustanciales al individuo. Está convencido de que una persona es una cuando lee y otra cuando no lo hace. Sobre todo, cree que la función principal es formar sujetos críticos capaces de reflexionar acerca de la realidad desde varios puntos de vista. Y quizá por eso disfrute tanto de la filosofía y de autores como Byung-Chul Han.

    Hay otros que le gustan. Son muchos. Algunos que lo han marcado, según él, son Ray Badbury y Robert Walser, quien escribió Jakob Von Gunten, un libro que ha leído cuatro veces “porque es la escuela de los don nadie. Me encanta eso. El agobio que mantenemos por ser alguien es tenaz y ese imperativo forma es sujetos frustrados”.

    ***

    “En un mundo tibio y mediocre, pacato, cobarde e hipócrita, donde la gigantesca mayoría cede, negocia y hace concesiones, de repente tropezarse con un radical es una lección de entereza, de convicción profunda, de severidad física y espiritual”.

    Buda Blues - Mario Mendoza.

    Su trabajo, que no significa exactamente tal cosa, es la proactividad. Desde hace cuatro años promueve la lectura en la Universidad y ha usado varios métodos. Se ha reunido con integrantes de la comunidad académica en clubes de lectura; también les ha leído fragmentos de libros a oficinistas, a quienes ha sorprendido con una pausa literaria a la vez activa.

    El aislamiento social al que ahora obliga la pandemia por covid-19 le ha impedido caminar por el campus El Volador, irrumpir en los despachos o simplemente dejar que soliciten ese servicio. No obstante, adaptó la creatividad y lo sigue haciendo aun en la virtualidad. 

    Creó desde el confinamiento, un grupo de lectura en WhatsApp que llegó a incluir 70 miembros de la comunidad académica. “Luego no se cómo se dieron cuenta otras personas, pero pidieron el ingreso y se les dio”, afirma. 

    Por un tiempo el celular fue el mediador de sus recomendaciones sobre literatura, cine y filosofía, pero después migraron al sitio web de la agenda cultural de la Biblioteca Efe Gómez (cutt.ly/pdDVlgH). “Se volvió como una guía, un poco intensa porque los grupos de WhatsApp no tienen horario (risas) entonces me escribían tarde en la noche y los fines de semana. Era una cosa impresionante”. 

    ***

    “Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee”. 

    Memorias de Adriano - Marguerite Yourcenar.

    Impresionante es la amabilidad que cala en aquellos con quienes comparte y varios se la retribuyen. A él cada gesto lo anima y así lo reconoce: “creo que es una felicidad hasta descarada. Una vez estaba sentado en mi puesto, llegó una estudiante graduada con su papá y le dijo: ‘mira, él es el que me metió en el mundo de la lectura’. No sabes lo que significó eso para mí. Representó el mejor aplauso y agradecimiento. Eso ha pasado varias veces”.

    Hugo Alejandro no es solo ojos para leer, también oídos para escuchar. “A veces soy casi el consejero. Me sorprende, porque los chicos necesitan que los escuchen. Para los que van más adelante, la Universidad se convierte en un desierto, pero los primíparos están asustados o impactados y no tienen una figura que medianamente les dé confianza. Encontrar eso es un tesoro”, afirma. 

    A él, Jhuly Yepes, auxiliar administrativa del área de cultura de la Biblioteca Efe Gómez, lo describe como “una persona tan amigable que, incluso, después de una actividad cultural los estudiantes establecen una amistad con él. Entonces algunos viernes uno veía que Hugo Alejandro compartía con ellos en otros espacios”.

    Su amabilidad también quedó demostrada cuando Silvana Ruiz Moreno lo conoció hace cuatro años. En ese entonces ella era docente ocasional de la Facultad de Minas, donde se encontraron por casualidad un día de movilidad convulsa a causa de una marcha estudiantil. Ambos debían ir al Campus El Volador y él le propuso tomar un taxi juntos.

    Después coincidieron en un trueque literario en la Sede y Hugo Alejandro le habló de los clubes de lectura. Hacía cinco años que ella, una ingeniera industrial, se había alejado de la literatura para concentrarse solo en los números. “Fue gracias a él que retomé la lectura y aprendí de nuevo a respirar entre libros”, recuerda. Ahora, como dice, son “compas”, y de él destaca que no es egoísta y que “es de una humildad increíble”. 

    ***

    El hombre que no se contradice, tiene el alma esclavizada por un sueño”. 

    Pensamientos de un viejo - Fernando González.

    No tiene problema en prestar sus libros personales. Por lo contrario, dice: “si se quedan con ellos me gusta, no es que lo esté pregonando, pero no lo veo como algo raro”. 

    Lo que sí no le agrada es rayarlos, pero tampoco juzga ese acto: “hay gente que lo tiene como su método de estudio y de lectura”. El caso es diferente cuando de los libros de la Biblioteca Efe Gómez se trata. Allí controla esa práctica y realiza una campaña para que los usuarios eviten hacerlo. 

    Recomendar libros es una de las cosas a las que se dedica incluso a través del canal de YouTube División de Bibliotecas UNMED, y aunque lo hace casi todos los días, cree que es una tarea difícil “si no sabes el contexto de para quién va”. Por la misma razón el hecho de obsequiarlos también le parece complicado. 

    Lo que le resulta muy fácil es amar los libros y disfrutar lo que, se supone, es su trabajo. Le gusta madrugar, dirigirse a los jóvenes, hacer lecturas y tomarse un café, aunque ahora en su casa y no en la cafetería de Lucho, a donde iba habitualmente. 

    En las bibliotecas él encontró su templo y la biblia que lo ha acompañado es Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. “Lo leí hace 15 años y todavía es mi libro de cabecera”, manifiesta. 

    Trabaja todos los días para que, como él, otros encuentren en la literatura el templo y el libro sagrado que les provea tranquilidad.

    [1]Estas citas fueron elegidas por Hugo Alejandro y son de sus libros favoritos.

    (FIN/KGG)

    6 de agosto del 2020