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Un escritorio limpio, sin más objetos alrededor que un pequeño tablero donde figuran tareas pendientes. No hay, ni siquiera, algún calendario. El espacio de trabajo es tan tranquilo y apacible como Carlos Alejandro Ruiz Ramírez. Se sienta frente a dos pantallas; una con fondo negro y códigos sucesivos en fila, la otra con fondo blanco y algunas barras. Quien no conozca del área disciplinar que ejerce tal vez no imagine lo que pueda estar haciendo.

  • Carlos Alejandro Ruiz Ramírez trabaja en la OTIC desde el años 2014.

    Carlos Alejandro Ruiz Ramírez trabaja en la OTIC desde el años 2014.

  • Ha desarrollado distintas aplicaciones que han optimizado procesos en la Universidad.

    Ha desarrollado distintas aplicaciones que han optimizado procesos en la Universidad.

  • En su primera banda tocaba canciones de agrupaciones como Soda Stereo. Foto: cortesía Carlos Alejandro Ruiz Ramírez.

    En su primera banda tocaba canciones de agrupaciones como Soda Stereo. Foto: cortesía Carlos Alejandro Ruiz Ramírez.

  • Actualmente hace parte de Ensamble U.N. Foto: cortesía Carlos Alejandro Ruiz Ramírez.

    Actualmente hace parte de Ensamble U.N. Foto: cortesía Carlos Alejandro Ruiz Ramírez.

    Su labor es apoyar desde la Oficina de Tecnologías de La Información y las Comunicaciones (OTIC) lo relacionado con los sitios web de la UNAL Medellín y desarrollar software para las diferentes dependencias, cuyas aplicaciones son variadas. Incluyen solicitud virtual de carnetización, generación de firmas electrónicas para la Oficina Jurídica de la Sede o sistematizaciones de flujos de inventario.

    Durante su jornada laboral Carlos Alejandro piensa en algoritmos, en idear maneras de facilitar procesos mediante el desarrollo de software, es propositivo e impulsa al equipo a asumir nuevos retos, según su compañera de trabajo, Mónica Esparza Cardona, quien de él destaca que “es brillante, muy entregado a lo que hace y muy estudioso”.

    Uno de los primeros trabajos que tuvo consistió en crear la página web del Instituto del Tórax, la empresa donde labora su mamá. En ese entonces apenas cursaba primer semestre de Ingeniería de Sistemas e Informática en la UNAL Medellín, de donde no se ha desligado en años, ni siquiera cuando realizó un posgrado, la maestría en Ingeniería – Ingeniería de Sistemas de la Facultad de Minas.

    Aunque la búsqueda real por saciar la curiosidad, informarse e investigar sobre tecnología comenzó cuando era un colegial en el San Juan Eudes, en el barrio Robledo de Medellín, fue en la Universidad donde aprendió sobre algoritmos. Eso significó, dice, “abrirme a un mundo emocionante”. Ya lo era porque lo había empezado a explorar desde que era apenas un niño.

    En ese entonces todavía no sabía leer ni escribir, pero sí hurgar en aparatos. Algunos se demoran en descubrirlo, pero él obtuvo muy pronto una pista sobre a qué se dedicaría cuando fuera adulto. Tenía tres años cuando comenzó a centrar toda su atención en los computadores y en la electrónica.

    Uno de los recuerdos de la mamá de Carlos Alejandro, Rosa Cecilia Ramírez, es cuando él, aún muy pequeño, desbarató uno de sus carritos; tenía un bombillo diminuto que un día dejó de funcionar. Él le puso un alambre para un lado y otro hacia el otro, entonces volvió a alumbrar. En ese momento pensó: “a este le va a gustar la electrónica”, dice.

    Las ‘averiguaciones’ llegarían más tarde y se inspirarían gracias al programa Los Cazadores de Mitos que Carlos Alejandro veía en el canal Discovery Channel. La curiosidad era tal que, como si de un topo se tratara, seguía cavando, pero en el interior de un ordenador.

    “No vaya a prender ese computador hasta que yo llegue. Cuando ya estaba en la casa me preguntaba ¿ya lo puedo prender? Era desesperado”, dice Rosa Cecilia. Las ‘travesuras’ llegarían después y él lo recuerda con gracia, aunque con una sonrisa no muy amplia. Alguna vez llamó, emocionado, a su mamá al trabajo para contarle que lo había destapado y que había conocido cómo era un disco duro. En ese momento ella no tuvo precisamente una sensación de alegría, sino de preocupación: “yo me mantenía angustiada de pensar en que de pronto conectara una cosa de alto poder y lo encontrara electrocutado”.

    A los 14 años Carlos Alejandro ya sabía arreglar un computador. Reparaba algunos del colegio, el de casa y los del sitio de trabajo de su mamá. Con parte del dinero que obtenía compraba instrumentos, porque la música es otra pasión que viene desde los 4 años, cuando recibió un pequeño piano como regalo de navidad.

    Él es amable y colaborador. Tiene un tono de voz grave, así como suena la nota Mi en la guitarra, pero habla en bajo volumen. Parece tímido, pero la música tiene el poder de hacerlo parar frente a varias personas o ante las cámaras. Es posible que no todos los administrativos de la Sede lo hubieran visto antes de que, en la celebración del Día del Servidor Público que se hizo el 6 de septiembre de 2019 en el polideportivo, apareciera en pantalla gigante tocando con varias personas alrededor en un ambiente festivo.

    Los escenarios en los que se ha presentado han sido tan variados como los géneros a los que se ha dedicado: rock en español, blues, rock and roll y más recientemente jazz, dado el enfoque del pregrado en Música que actualmente estudia en la Fundación Universitaria Bellas Artes, o la música colombiana y universal que fusiona Ensamble U.N., el grupo de proyección de la UNAL Medellín, del cual hace parte y que combina instrumentos de cuerda tradicionales como bandola, tiple y guitarra con otros como el bajo, la flauta traversa y el cajón flamenco.

    Algunas veces, cuando llega la hora del almuerzo, él vuelve a concentrarse en la música. Se sienta con su guitarra en alguna de las sillas de un espacio verde cercano a su oficina. Ahí toca con Mónica, su colega y su compañera de trabajo en la OTIC y en Ensamble U.N., quien también lo ha sido en las aulas, pues se conocen desde que estudiaban juntos Ingeniería de Sistemas e Informática.

    “Lo he escuchado tocar y digo: ve, ese Carlos ahí quien lo ve tan calladito (risas)… A pesar de ser tímido tiene claros sus conocimientos y nos aporta mucho, es proactivo, y cuando está en la música sale otro”, dice.

    Cuando Carlos Alejandro toca un instrumento se le olvida el mundo o aquello que los demás puedan pensar. Lo ha sentido desde antes de entrar a estudiar a la universidad. Tenía una banda, “la mayoría de compañeros no sabían tocar los instrumentos en aquel entonces, sonaba feísimo, pero en ese tiempo para nosotros era maravilloso”, recuerda.

    Ahora quiere que sus pasiones y sus intereses no sigan divididos. Está pensando en el próximo paso que quiere dar: realizar estudios de doctorado en los que planea unir la música y la ingeniería, ambas áreas tienen que ver con códigos y los quiere seguir descubriendo e interpretarlos. Él aguarda, pues la vida, como la música, tiene métricas y tiempos.

    (FIN/KGG)

    6 de marzo del 2020