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“¡Triunfó la Revolución cubana!, ¡Triunfó la Revolución cubana!, ¡Triunfó la Revolución cubana!” gritaba por toda la casa Joaquín Emilio Saldarriaga, el 8 de enero de 1959, cuando se designó el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista.

  • María Elena Saldarriaga Peláez es profesora en la UNAL Medellín hace 45 años.

    María Elena Saldarriaga Peláez es profesora en la UNAL Medellín hace 45 años.

  • María Elena sustentó la tesis de doctorado en diciembre de 2019 en Sevilla (España). Foto: cortesía María Elena Saldarriaga Peláez.

    María Elena sustentó la tesis de doctorado en diciembre de 2019 en Sevilla (España). Foto: cortesía María Elena Saldarriaga Peláez.

  • Los evaluadores de su tesis destacaron su labor docente y la rigurosidad de su investigación. Foto: cortesía María Elena Saldarriaga Peláez.

    Los evaluadores de su tesis destacaron su labor docente y la rigurosidad de su investigación. Foto: cortesía María Elena Saldarriaga Peláez.

  • Los profesores María Elena, María Mercedes (sentada y de negro) y Renzo Ramírez Bacca (de camisa azul clara) solían reunirse con más amigos. Foto: cortesía María Mercedes Molina H.

    Los profesores María Elena, María Mercedes (sentada y de negro) y Renzo Ramírez Bacca (de camisa azul clara) solían reunirse con más amigos. Foto: cortesía María Mercedes Molina H.

    Saldarriaga, conocido como ‘Luis Martel’, —uno de los fundadores del Partido Comunista— seguía el suceso por radio desde Yolombó y a él se le sumó su hija de 10 años, María Elena Saldarriaga Peláez, actual profesora de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la UNAL Medellín: “a mí eso me encantó, me sentí identificada porque he tenido afinidad por lo social”, recuerda ella.

    En su hogar la cotidianidad confluía entre la literatura, de la que era amante su mamá y la música que tanto disfrutaba su papá. Se movía en un ambiente de bohemia e intelectualidad. Por su casa —dice— pasaron personajes como las folcloristas Leonor González Mina ‘la Negra Grande de Colombia’ y Delia Zapata Olivella; el escultor Rodrigo Arenas Betancourt y los poetas Ciro Mendía, Carlos Castro Saavedra y Manuel Zapata Olivella.

    Se nutrió de sensibilidad. Terminó el bachillerato en 1967 y al año siguiente se dio la huelga de Mayo del 68. “Esa la vivimos a lo bien”, dice mientras se ríe. Estudió en la Universidad Pontificia Bolivariana Licenciatura en Ciencias Sociales —área mayor Historia y Filosofía, y menor, geografía—.

    Su primer trabajo fue en Apartadó. Con 23 años era —según le han dicho— la primera licenciada que llegó a Urabá. Estando allá ganó un concurso para ser profesora durante un año y medio en la Universidad del Tolima y en julio de 1975 —recuerda muy bien— le contaron que se estaba pensado en fundar la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas (FCHE) de la UNAL Medellín. Hizo entrevista, pasó y trabaja desde ese año en la Institución.

    Es magíster en Historia de la Sede y su vida profesional y académica la ha dedicado al estudio de los conflictos civiles, entre ellos la Guerra de los Supremos, el primer conflicto interno que se dio en Colombia como nación independiente. En el 2001 inició un doctorado en París y después de sufrir un accidente, la muerte de su profesor y la indiferencia de su segunda tutora, quien no revisó el borrador de su investigación ni le respondió los mensajes, cambió de universidad en 2016.

    Modificó su propuesta y la enfocó en los Actores políticos en la provincia de Antioquia, Nueva Granada: 1840 – 1854. El tema lo abordó como candidata a doctora en Historia y Estudios Humanísticos: Europa, América, Arte y Lenguas de la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla (España).

    Después de 13 años de intentarlo, la profesora María Elena lo logró y en diciembre del 2019 defendió la tesis. En el momento en que escuchaba a sus evaluadores se aferraba a una cadena que le regaló su mamá. Le tardó tiempo asimilarlo: recibió la calificación ‘sobresaliente Cum Laude’.

    Los jurados le reconocieron el hecho de olvidarse de las búsquedas virtuales y hacer una revisión juiciosa de archivos históricos de la Nación, Antioquia y Medellín; folios, periódicos y otros documentos. También valoraron el ejercicio docente que ha desempeñado por más de 40 años y que fuera formadora de doctores, pues cinco de los que pasaron por sus cursos se graduaron en esa Universidad.

    El logro lo alcanzó cuando habían pasado 70 calendarios, porque la profesora María Elena no tiene 70 años sino 20 de vida y 50 de experiencia —como dice María Mercedes Molina H., su amiga desde hace quince años—.

    La profesora María Elena es cercana, desparpajada, libertaria, independiente. Sobre todo eso último es lo que admira su colega, el docente Renzo Ramírez Bacca, del Departamento de Historia de la FCHE, quien destaca el tesón que demostró al cursar su doctorado sin pedir ninguna licencia ni comisión.

    Fue un reto que se trazó y ha significado —según Ramírez Bacca— “la reafirmación de la disciplina. Es un mérito muy importante no solamente para ella como persona, es un ejemplo para las actuales y futuras generaciones e incluso para el sistema de apoyo a la formación doctoral en Colombia, que le ha puesto límites y la ha reducido cada vez más. A veces creemos que si no tenemos una carrera doctoral a los 30 años no hay futuro, que si pasan los 40 o 50 entonces no tenemos opciones”.

    El hogar fue el lugar donde la profesora María Elena se enamoró de la Historia, pero también donde forjó su personalidad, pues dice que le gustan los derechos, “reconocerle a la gente lo que es, lo que tiene, lo que ha conseguido; me alegra eso. Ser justos y equitativos en lo posible”.

    Ella se considera, sobre todas las cosas, una profesora y tal vez tenga razón porque desde su rol en la docencia no solo les enseña de Historia a sus estudiantes sino también de bondad, y a sus amigos, “de la capacidad de divertirse, de encontrar alegría en todo, de mantener las intenciones de ser feliz”, cuenta su amiga María Mercedes.

    La vida de la profesora María Elena es el movimiento. Disfruta cultivar, cuida del jardín y de las flores, hace ejercicio, baila flamenco y sus carcajadas retumban. Es tan vital y comprometida como el color rojo con el que pinta sus labios, sus uñas y su pelo rizado que también parece una oda a la libertad, esa en la que fue criada y que tanto le gusta.

    (FIN/KGG)

    21 de febrero del 2020