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El primer trabajo que Luis Hernán Salgado Guerrero tuvo que hacer en la Universidad, hace casi 22 años, fue techar un quiosco que había en la zona del aprisco. El techo era circular y ni él ni su compañero tenían idea de cómo afrontar esa labor, sin embargo, eran conscientes de que debían hacer su mejor esfuerzo y demostrar que podían lograr cualquier tarea que se les encomendara.

  • Luis Hernán Salgado es ayudante de albañilería en la UNAL Medellín hace casi 22 años.

    Luis Hernán Salgado es ayudante de albañilería en la UNAL Medellín hace casi 22 años.

  • Luis Hernán hace parte del equipo de tejo de la Universidad. Foto cortesía.

    Luis Hernán hace parte del equipo de tejo de la Universidad. Foto cortesía.

  • Disfruta de la tranquilidad y la vida en calma.

    Disfruta de la tranquilidad y la vida en calma.

  • Hace poco recibió de la Universidad el reconocimiento por sus 20 años de servicio.

    Hace poco recibió de la Universidad el reconocimiento por sus 20 años de servicio.

  • Para Luis Hernán la mejor manera de cuidar la Universidad es desempeñar las labores con amor y dedicación.

    Para Luis Hernán la mejor manera de cuidar la Universidad es desempeñar las labores con amor y dedicación.

    “Unimos ideas”, recuerda, “y después de un buen trabajo en equipo logramos entechar el quiosco. Nos felicitaron”. De ahí para adelante sintió que como ayudante de albañilería podía hacer cualquier cosa que se le confiara, supo también que era responsable de una labor titánica y muy valiosa: mantener bella la Universidad. Se convirtió en guardián del campus.

    Con los años esa guardia que al principio solo implicaba hacer un arreglo aquí y otro allá se transformó en la oportunidad de cuidar la Universidad desde el cariño, desde la palabra y por supuesto desde el sentido de pertenencia.

    “Yo a la Universidad la quiero y así como la quiero me esmero por cuidarla para que todo permanezca bonito y organizado, también para que los otros sepan lo bonita que es siempre hablo bien de ella. Yo creo que todos deberíamos ser vigías de la Universidad y quererla y aportarle nuestro grano de arena”, asegura.

    Luis Hernán mide 1.85, es corpulento, de manos grandes y fuertes, de andar firme pero sosegado, a simple vista parece huraño, pero basta mirarlo a los ojos, verde musgo, para encontrar un pozo de nobleza; y hay que escucharlo hablar para comprobar en su voz y en sus palabras que es un hombre dulce, honesto y servicial.

    Así habla de su niñez, de sus años en el ejército, de sus amores: su madre y su familia, de la UNAL, de su tierra: Montelíbano (Córdoba), y, en general, de su vida de la que se siente orgulloso.

    A propósito, Luis Hernán está convencido de que la razón por la que lo prefirieron en la Universidad en ese lejano 1998, entre los casi 30 que aspiraban a una de las dos vacantes, fue, justamente, por la manera como hasta entonces había llevado su existencia: “muy tranquilo, muy honesto y en todo momento dispuesto a colaborarle a los demás. Yo siempre he sentido que nací para servirle a la gente y hago todo lo que esté a mi alcance para ayudarles a los otros y eso se refleja también en mi trabajo”.

    Y añade que en su quehacer el servicio y la buena disposición son muy importantes por eso no le basta con hacer lo que le toca, no, para él es muy importante dar más de lo que le piden. En ese sentido, vive atento a lo que sus compañeros puedan necesitar de él: “si alguno quiere que le ayude, que le enseñe, que lo apoye con algo, lo hago sin reparo. Eso me hace sentir bien”.

    Un día laboral de Luis Hernán nunca es igual al anterior: sí, llega temprano siempre; sí, es de todos los días que antes de empezar labores se fije en las órdenes de trabajo y se programe respecto a ellas; sí, debe ir al almacén a buscar los materiales que requiere para sus labores, pero en ellas es donde está la diferencia: cada tarea es distinta. “A veces hago algo que tiene que ver con enchape, a veces con revoque, a veces con pegar adobes, a veces con hacer reparaciones, a veces con pintar; nunca es lo mismo”, comenta.

    Su última faena, antes de conversar con nosotros, fue vaciar una banca de concreto en los alrededores del Bloque 12, la que venga después será una novedad que Luis Hernán hará con la paciencia, el gusto y la emoción del primer desafío que fue techar aquel quiosco que hoy ya no existe.

    Luis Hernán vive agradecido con la Universidad y, aunque le entrega todo su servicio, conserva algo de su ánimo para él: “soy muy emprendedor y me gusta mucho hacer negocios”. De hecho, ha empezado varias empresas, pero por falta de tiempo ha debido dejarlas. Ahora está incursionando en la fabricación de pintura a base de agua y tiene todo su empeño comprometido.

    Luis Hernán se congracia de poder caminar con la frente en alto allí a donde va, de contar todavía con su madre, de sus hijos, de su trabajo, de su vida.

    (FIN/CST)

    8 de noviembre del 2019