Analizar la especificidad del sitio en las obras locales es una manera de pensar el arte. Nicolás Consuegra, artista colombiano, magíster en Artes con énfasis en escultura y procesos interdisciplinarios, y en Ciencias, hace una lectura crítica sobre las obras de lugares determinados y las compara con proyectos artísticos internacionales.

Más allá de que el espacio del lugar, el lugar del espacio sea un juego de palabras, con ellas hace alusión a teóricos que han pensado el espacio de  manera crítica y social, no solamente física.

Por ejemplo, expone que la fusión de los lugares habla de una forma en la cual los seres humanos se comportan con la arquitectura: “cuando entramos a una iglesia no lo hacemos de la misma manera que cuando estamos en una estación de metro o de bus… Se construye para el uso social”.

Asimismo ocurre con lugares de tránsito como las autopistas, donde los ciudadanos no moran, pero sí pasan gran parte de su tiempo y eso los hace, de alguna manera, habitar esos sitios. “El lugar del espacio y el espacio del lugar es una dicotomía entre espacialidad, conceptos culturales del lugar y cómo se fabrican los lugares, se señalan o se significan”, asegura.

Las discusiones sobre la espacialidad o la temporalidad de las obras son  factores importantes como parte de las obras de arte que se empezaron a crear en Colombia a partir de los años 70 y 80. Lentamente, dice el artista Consuegra, la teoría se ha interesado por tratarlo de manera más precisa y particular.

No obstante, considera que aún falta hacer un esfuerzo para que la crítica se repliegue de una manera más profusa hacia los temas de la definición y construcción del espacio físico y social, y cómo eso puede afectar tanto la manera en que se producen las obras artísticas como la expectativa que hay acerca de ellas cuando se ubican en un sitio.

En ese sentido, destaca que hay obras nacionales que califica como “profundamente interesantes”. Uno de los casos que menciona es el del artista Miguel Ángel Rojas, cuyo trabajo hecho en 1980 se ha repetido en diferentes locaciones y en distintos momentos después de la primera vez que se presentó en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Sirve, expresa, “para entender o discriminar la presentación involucrada, porque, finalmente, se muestra como un proyecto efímero y temporal, pero al ingresar a la colección del Banco de la República, en Bogotá, se manifiesta una posibilidad de replicarla como una obra que pierde su calidad experimental y matérica, el grado efímero, la delicadeza y la fragilidad misma”.

Algo diferente sucede, por ejemplo, con las obras de la Plaza Botero, dice. “Es una escultura que tiene una tradición muy larga, no es experimental ni responde a las particularidades del lugar; se comporta como un monumento, es impuesta y no interpela condiciones sociales, temporales o políticas que vive el país. Son más decorativas o referente de un arte que viene de otro lugar y otra época”, agrega.

Sin embargo, llama la atención acerca de que no se puede reducir la visión a que el arte en el país esté pasando por momentos de estética o debilidad en la forma en la que responde al espacio y al momento en el que está expuesto. “Hay artistas increíbles, desde Bernardo Salcedo, que piensan las obras de arte desde otras perspectivas”, concluye.

El maestro Nicolás Consuegra expuso estas reflexiones en la conferencia “El Espacio del lugar, el lugar del espacio”, iniciativa de  que ofreció recientemente en la UNAL Medellín.

(FIN/KGG)

10 de julio del 2019