Escudo de la Repblica de Colombia Escudo de la Repblica de Colombia
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De pequeña Elena Vargas Tisnés hacía casitas como juego; soñaba con casas donde el agua pasaba cerca, zapatos viejos que eran el hogar de niños, libros que eran bibliotecas. De pequeña Elena soñaba y soñaba y en medio de sus fantasías infantiles decía que quería estudiar tres cosas: Arquitectura, Derecho y Artes. En la Universidad Nacional de Colombia, donde también es profesora, la idealista se hizo artista, mientras que en la vida se iban haciendo reales sus quimeras.

  • Elena Vargas Tisnés es profesora de la U.N. Sede Medellín desde 1996.

    Elena Vargas Tisnés es profesora de la U.N. Sede Medellín desde 1996.

  • La Casa de Elena y Orlando es su proyecto desde 1991.

    La Casa de Elena y Orlando es su proyecto desde 1991.

  • Elena Vargas Tisnés es una mujer inquieta por el conocimiento, con consciencia social y un profundo amor por su país.

    Elena Vargas Tisnés es una mujer inquieta por el conocimiento, con consciencia social y un profundo amor por su país.

  • Para la profesora Vargas Tisnés la U.N. también ha sido su casa.

    Para la profesora Vargas Tisnés la U.N. también ha sido su casa.

  • Recibió de sus padres el amor por la educación y la certeza de que estudiar puede cambiar al hombre.

    Recibió de sus padres el amor por la educación y la certeza de que estudiar puede cambiar al hombre.

    Nació en Montenegro, Quindío, en la Colombia del 56, una nación asolada por la violencia partidista que entones y durante años fue el pan de cada día: el país tras la muerte de Gaitán. Ella y sus 12 hermanos, casi todos herederos del amor por enseñar, crecieron en medio de algo que no comprendían.

    “Y yo vivía en el campo y me tocaba ver muchas veces que mis compañeros no iban a clase porque les habían matado a la familia o se los habían llevado para otros lugares, esa era la cotidianidad de aquel lugar”, cuenta y asegura que se negaba a aceptar aquello. Entonces aprendió a ver, y si no a buscar, la esencia de los seres humanos; “y es lo que hago: trabajo con eso para tratar de comprender qué es lo que nos pasa y por qué nos volvemos como monstruos”.

    Elena estudió Artes en la U.N. y encontró así su herramienta para concentrar la historia, el pensamiento de la humanidad, para entenderlo, proponer soluciones de cambio y darle sentido al sinsentido. Ella y sus hermanos recibieron de sus padres, Miriam y Jaime, el legado de la educación.

    “Mis padres trabajaron mucho por la comunidad. Tenían bibliotecas, compraban libros para el pueblo y los prestaban a los niños por seis meses, por un año. Mi padre siempre ha pensado que la educación cambia al hombre y, así mismo, el interés de ese campesino que no pudo estudiar era que sus hijos estudiaran y conocieran el país y la realidad en que vivían”, cuenta la profesora para quien hoy es fundamental hacer que sus estudiantes conozcan la Colombia de ayer y hoy para que se comprometan a construir la del mañana.

    Prácticas Artísticas II es una de las asignaturas que dicta Elena Vargas Tisnés en la U.N. Durante su paso por ella los jóvenes salen de sí y conocen alguna de las geografías olvidadas de Colombia: La Orinoquía, La Guajira, La Amazonía, entre tantas otras. La idea es que se acerquen al espacio, que hablen con las comunidades que las habitan, que observen, pero sobre todo que escuchen y que aprendan del otro.

    “Si uno no conoce las realidades en las que vive su pueblo, cómo puede decidir; pero también es importante que los jóvenes aprecien la belleza de su territorio”, comenta. Y destaca que antes de las salidas de campo los muchachos estudian con los de forestal, geología, economía, historia y demás disciplinas que les aporten conocimiento sobre el lugar al que se dirigen.  

    La profesora se jubilará en 2019 y sostiene que ser docente es uno de los regalos más maravillosos que ha recibido. “Se aprende del otro más de lo que uno puede enseñar; ser colectivo fortalece a los jóvenes y ellos aprenden a escucharse y a ser parte de las soluciones no del problema”, dice sobre ese ejercicio docente que ha desarrollado desde la experiencia y la inmersión.

    “Para trabajar uno no necesita sino estar vivo y ser reflexivo. Lo demás es un regalo de la vida”, agrega y sabe que aunque deje la docencia trabajo es lo que tiene por delante; en eso es como su padre, “yo llamó a mi papá, que tiene 93 años, y le pregunto cómo está: ‘trabajando a toda máquina’, dice él”, cuenta.

    Uno de esos proyectos que tiene hacia el futuro es La casa de Elena y Orlando, el mismo en el que ha trabajado por más de 20 años y que ha convertido su residencia en el corregimiento de Santa Elena en una propuesta artística con una narrativa alrededor de memorias que le pertenecen a Colombia, pero también a América Latina y a toda la humanidad.

    “Alguna vez alguien me hizo caer en la cuenta de que a todo espacio al que llegaba, yo transformaba las casas casi siempre relacionando el cambio con el entorno político del momento, tuve casas monstruosas que daban miedo”, asegura. Exactamente lo mismo ocurrió en 1991 cuando llegó a Santa Elena con su compañero de vida, Orlando Flórez Rodríguez, y empezó la transformación de su casa.

    “Nosotros llegamos a una casa que estaba caída después de muchos años de abandono, con historias de suicidio en su interior y tomada por el vicio, era un basurero. Demoramos dos meses sacándole basura y cuando terminé yo dije ‘¡ah, yo sí puedo vivir en esta casita!’, y empezamos a transformarla físicamente para las necesidades de nosotros y a dividirla en espacios”, dice sobre el proyecto.

    Los pisos, el techo, las puertas, las paredes, los barrancos, el jardín, cada lugar narra una historia que le corresponde a la humanidad. Un espacio cuenta los relatos de América, de la llegada de los europeos y los intercambios culturales; otro el de los hombres, el de las mujeres, el de las mezclas, el de los desaparecidos, de los asesinatos, de la belleza del nacimiento, en fin, con cada muro la historia cambia y se cuenta siempre de un modo distinto.

    En la Casa de Elena y Orlando han trabajado ella y su esposo, campesinos de Santa Elena, estudiantes, artistas y muchas personas que directa o indirectamente le han aportado un grano de arena a este proyecto que parece sacado de un cuento de hadas, o mejor, de los sueños de infancia.

    “Nuestro interior de seres humanos es como en capas, o así lo veo yo, es como lo que llaman las dimensiones. Entonces la Casa también está hecha en capas, es como pasar la hoja y cada que cambias una página la situación es de otra forma; así está hecha y así se sigue haciendo”, precisa.

    La niña que nació “entre cobijas siete tigres, balas, pájaros y flores” y que imaginaba construir casas para todos y con entender el dolor de su Colombia y de su gente, creció y se hizo mujer pero no dejó nunca de soñar y de hacer posibles los sueños; Elena Vargas Tisnés se convirtió en un ser cada vez más inquieto, con consciencia social y un profundo conocimiento de su país y de las realidades que lo desbordan, piso sobre el que ha construido su vida y trabajo como artista.  

    (FINCST)

    18 de mayo del 2018