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Corre la década de 1960. Cae un fuerte aguacero en Buenaventura y mientras grupos de niños corren y juegan bajo la lluvia desde una casa del barrio La Loma, justo en frente de la bahía, un muchacho contempla el paisaje que le regala el Pacífico y lo pinta sobre una concha de jaiba. Desde sus primero Años Edgar Arroyo Castro supo que se dedicaría a las artes liberales y, en efecto, optó por la Arquitectura, elección que lo trajo a la Universidad Nacional de Colombia donde se hizo profesionalmente y llegó al culmen de su carrera como decano de su Facultad.

  • Edgar Arroyo Castro es arquitecto y especialista en Planeación Urbana Regional.

    Edgar Arroyo Castro es arquitecto y especialista en Planeación Urbana Regional.

  • Tuvo la fortuna de ser estudiante del maestro Pedro Nel Gómez, de quien admira su trabajo.

    Tuvo la fortuna de ser estudiante del maestro Pedro Nel Gómez, de quien admira su trabajo.

  • Desea escribir un libro pero quiere, más que nada, saldar una deuda pendiente: hacer algo por su natal Buenaventura.

    Desea escribir un libro pero quiere, más que nada, saldar una deuda pendiente: hacer algo por su natal Buenaventura.

  • El profesor Edgar Arroyo ha sido decano de la Facultad de Arquitectura durante tres periodos consecutivos, y ha ocupado otros cargos administrativos. Foto: cortesía.

    El profesor Edgar Arroyo ha sido decano de la Facultad de Arquitectura durante tres periodos consecutivos, y ha ocupado otros cargos administrativos. Foto: cortesía.

  • La música es sin lugar a dudas su gran pasión, hoy es realizador del programa Oye como suena en UN Radio.

    La música es sin lugar a dudas su gran pasión, hoy es realizador del programa Oye como suena en UN Radio.

    Arroyo, como sus siete hermanos, terminó el bachillerato en la Institución Educativa Pascual De Andagoya, la única pública de Buenaventura y como la mejor herencia que recibió de sus padres, Antonio y Clementina, continuó sus estudios, aunque no como él lo imaginó.

    “En mi época la referencia de la Universidad Nacional era Bogotá, así que con el apoyo de mis padres fui a la capital para presentarme a la Universidad y, por algún motivo, cuando salieron los resultados de admisión nos dijeron que un grupo de nosotros debía matricularse en Medellín. Yo de la ciudad no tenía mayores referencias, aunque la conocía por una excursión del colegio”, recuerda.

    Se vino a estudiar a la Sede Medellín con el propósito de hacer transferencia a Bogotá en el segundo o tercer semestre; allá estaban el hermano mayor y su gallada de amigos de la infancia. Pero la vida tenía otros planes para él en la capital de la montaña.

    En el Palacio Nacional, cobrando el giro que le enviaban desde Buenaventura, conoció a un grupo de paisanos con los que no solo compartía su añoranza por el hogar sino también la afición por la música. “Esa relación me permitió conocer gente y generó el ambiente que me hizo más llevadera la vida y la distancia. Y terminé quedándome acá”, comenta entre risas.

    A ese grupo de amigos, orgullosos de sus raíces afro y herederos de una tradición musical, parte del dinero para su subsistencia en Medellín se les iba en comprar música, la fascinación por este arte los llevó a crear un grupo de estudios. “Lo llamamos el Centro de Cultura Musical Benny Moré y nos reuníamos cada una o dos semana a conversar, llevábamos información, buscábamos libros, en fin, era un espacio para tertuliar alrededor de eso que nos unía”, cuenta Arroyo con su voz grave pero suave, como de barítono.

    Poco a poco se hicieron a un lugar en la movida musical de la ciudad, los invitaban a dar charlas y a participar en eventos y festivales. “Habíamos crecido tanto que surgió el deseo de tener un sitito nuestro y con la ayuda de mi hermano mayor, Harold, le dimos forma a esa idea”.

    Así nació Convergencia, en San Juan con la 73, un lugar para tertuliar y congregar a los amantes de la buena música. Según los recuerdos de Arroyo, cada miércoles se elegía un género diferente en torno al cual se compartía: se escuchaba bolero, reggae, música caribe anglo-afro, africana, cubana, del Pacífico, latin jazz, y otros más que se degustaban mixturados durante el fin de semana. “Convergencia se convirtió en un sitio reconocido en Medellín”.

    A comienzos de la década del 2000 Arroyo Castro, que ya llevaba más de 20 años como profesor de la U.N. Sede Medellín, decidió que el ciclo de Convergencia debía terminar. Sin embargo había acumulado unos 14 años de experiencia y conocimiento en torno a la música que no quería dejar perder. Para entonces la emisora de la Universidad, un proyecto naciente, estaba buscando realizadores para complementar su parrilla de programación.

    Oye como suena, en honor a un plegable informativo que el profesor editaba durante sus años con Convergencia, fue el nombre con el que bautizó su espacio en la radio: un programa de una hora dedicado al conocimiento de la música afroantillana que agrupa géneros como salsa, cumbia, merengue, rumba, guaguancó, reggae, samba, entre otros.

    “Para mí esta ha sido una experiencia muy enriquecedora. El hecho de saber que te escuchan y que das un mensaje a través de la música es muy valioso, también es gratificante poder transmitir y compartir algo que me apasiona. De hecho, siempre he asumido mi programa como cuando un profesor le entrega a la Universidad su biblioteca personal”, resalta.

    Y es que el profesor Arroyo concibe la música como un producto social, político y cultural capaz no solo de contar historias sino también de dejar un mensaje a la gente; este, precisamente, es el legado que durante más de 15 años él le ha estado entregando a la U.N. con Oye como suena.

    El arquitecto Edgar Arroyo Castro, que ha sido profesor durante toda su vida, es el actual decano de la Facultad de Arquitectura, cargo que lo hace sentir en la cúspide de su carrera docente. Próximo a culminar su periodo en la decanatura este melómano se siente orgulloso de lo que ha construido para su vida y se plantea, como siempre, nuevos proyectos.

    Le suena la propuesta de escribir un libro pero quiere, más que nada, saldar una deuda pendiente: hacer algo por su natal Buenaventura.

    “La idea del libro me interesa en función de recoger experiencia que pueda ser útil a los otros, es decir, escribir en términos de la naturaleza misma de la vida y, si se puede, dar un mensaje. Con respecto a mi tierra, considero que es el momento de volver la mirada sobre el Pacifico; eso es lo que me he propuesto de acá en adelante”, concluye modestamente.

    (FIN/CST)

    21 de febrero del 2018