Estudiantes de décimo y once, familiares y docentes de la Institución Educativa Villa Silvia, ubicada en zona rural de Venencia, participaron de una estrategia didáctica que empleó el avistamiento de aves para contribuir con la educación ambiental y fortalecer el sentido de pertenencia por el lugar que habitan. Gracias a los pájaros, valoraron el territorio y se sensibilizaron y reconocieron como parte de la naturaleza. El ejercicio permitió identificar especies de la zona y plantear reflexiones intrínsecas sobre la pedagogía, mientras quedaron lecciones para la vida que trascendieron las aulas.

“Observar pájaros es más que una actividad, es un temperamento. Mantén los ojos, las orejas y la mente abiertos a la belleza”, escribió Kyo Maclear en Los pájaros, el arte y la vida. Avistar aves le permitió a Esteban Taborda Nova contemplar esta experiencia en su vereda y fijarse en detalles que normalmente pasaban desapercibidos “pues al vivir en el campo nos acostumbramos a esos sonidos que hay en nuestras tardes y mañanas”.
Esteban fue estudiante de la Institución Educativa Gaviria Uribe sede Villa Silvia, de la vereda que lleva el mismo nombre, ubicada a unos 30 minutos del casco urbano. Él participó en las siete salidas de campo que se hicieron como parte de una estrategia didáctica diseñada por su profesora Tania Lizet Garzón Caratar para enseñarles educación ambiental con un contenido transversalizado en las asignaturas de biología, ecología y agropecuaria.
La docente ideó el proyecto y lo implementó como parte de la tesis de maestría en Enseñanza de las Ciencias Naturales y Exactas que cursó en la UNAL Medellín. Las salidas de campo para avistar aves se realizaron en Villa Silvia y en otras tres veredas más: El Vergel, El Narciso y La Arabia, y en el corregimiento La Mina.
Durante las jornadas de avistamiento, que iniciaron a las 5:00 de la mañana y finalizaron al mediodía, los participantes, guiados por el pajarero Ramón David Ruiz Correa, zootecnista y especialista en fauna silvestre, lograron identificar 134 especies. Algunas de ellas: Grallaria ruficapilla, conocido comúnmente como Tororoi camprapán; Tolmomyias sulphurenscens, picoplano azufrado; Machetornis rixosa, sirirí bueyero; Ciancorax affinis, carriquí pechiblanco y Vireo chivi, verdeón ojirrojo.
Así, de una manera distinta y mediante el avistamiento de aves, ella indagó por cómo la educación ambiental contribuye al mejoramiento del sentido de pertenencia, pues le preocupaban situaciones como la deserción escolar, problemas de convivencia y daños a la infraestructura que identificó en el colegio. Lo que encontró, narra en la tesis, es que la estrategia promueve la construcción colectiva del conocimiento, propicia espacios para el reconocimiento de habilidades individuales y cohesiona el grupo facilitando la convivencia.
Para Esteban, la experiencia de avistar aves fue novedosa y enriquecedora, y como sugiere la escritora Kyo Maclear, aprendió a observar con disposición y atención. También, a valorar mucho más el entorno natural, “a trabajar en equipo y a aprender fuera del aula”. De las aves, él valora la singularidad, la diversidad y la riqueza que representan en los ecosistemas. “Descubrir las especies que habitan mi vereda fue sorprendente porque nos mostró el potencial para aprender de ellas y cuidar el medioambiente”, dice.
En general, destaca que valora lo novedoso de la experiencia, enriquecedora, además, para fortalecer la paciencia, que para él es fundamental, igual que la capacidad de analizar los detalles y repasar los conocimientos teóricos que también fueron reforzados con otras estrategias como videos y lectura de libros.
Lo más interesante, según la docente Tania Lizet, es que esta fue una apuesta colectiva que nació de las motivaciones de los estudiantes, a quienes les había llamado la atención las salidas pedagógicas: “el avistamiento de aves era una gran posibilidad que estaba siendo desaprovechada y, en cuanto a ciencias naturales, el mejor laboratorio es la naturaleza”.
Una pedagogía que escucha el sentir de los estudiantes
La metodología que empleó la profesora Tania Lizet fue la Investigación Acción Participativa. Entrevistó y encuestó a cuatro docentes del colegio, a 11 padres de familia y a 16 estudiantes de grados décimo y once. Estos últimos hicieron parte de las diferentes fases del proyecto, que comprendió el planteamiento del problema, la elaboración de la propuesta, las salidas de campo y la evaluación, con conclusiones y recomendaciones.
El método fue muy bien recibido. Menciona que: “Lo que más me sorprendió fueron los resultados, porque hubo algo bastante particular y es que este fue un proceso de disposición, de quererlo hacer. Los estudiantes normalmente van tras una calificación, pero en esta apuesta pedagógica demostraron realmente querer aprender y compartir con los compañeros. Para mí esa fue una de las grandes ganancias: lograr esa motivación”.
El proceso pedagógico requirió de planificación y organización, y se basó en los aprendizajes cooperativo y colaborativo para buscar que la educación básica se enseñe a partir del desarrollo de múltiples áreas del conocimiento, especialmente en el campo del medio ambiente y su cuidado, como lo recomienda en la tesis. En ese sentido, apostarle a propuestas pedagógicas que provengan del sentir de los estudiantes y de sus comunidades, de sus necesidades y oportunidades, le es significativo y gratificante.
Con la tesis, parte de las lecciones que ella recibió es que la pedagogía debe ser atenta, flexible y sensible: “Es necesario detenernos un poco e integrar este gran laboratorio a los procesos de enseñanza, hacerlo parte de la propuesta pedagógica y estrategia didáctica que permita acercar el conocimiento que parece técnico y que se relaciona con la vida práctica”.
La experiencia dejó grandes satisfacciones. Fue exitosa e inspiradora, pues otras sedes de la institución educativa decidieron acoger esta estrategia didáctica. De esa iniciativa también surgió un semillero de avistamiento de aves llamado Los Cucaracheros de Cerro Tusa, del que se ha desplegado la sensibilización ambiental con niños de primaria.
La actividad, incluso, unió a la institución educativa con las comunidades y la administración municipal. La investigadora recuerda que la Alcaldía de Venecia vio con agrado el proyecto y se vinculó para hacer visible la biodiversidad, pues en ella hay oportunidad para el aviturismo, teniendo en cuenta que Venecia es un pueblo en el que el ecoturismo es naciente.
Como licenciada en educación básica con énfasis en ciencias naturales y educación ambiental, pero también como persona sensible, Tania Lizet sabe que la naturaleza es nuestro sustento y reconocernos como parte de ella nos hace más conscientes de nuestro impacto.
Ya también lo escribió Kyo Maclear: “Los pájaros me dicen que no me preocupe, que las preocupaciones que a veces me agobian son proporcionalmente pequeñas en comparación con el universo. Me dicen que no pasa nada porque la inmensidad del mundo me haga sentirme pequeña. A veces sentirte pequeño y nimio te vuelve más fuerte y más bondadoso”.
(FIN/KGG)
25 de agosto de 2025