Escudo de la República de Colombia
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Los manglares Cuatro Bocas y Mallorquín de Barranquilla, con historias opuestas de conservación, fueron clave en esta investigación que midió la influencia de actividades humanas, como el pisoteo, la tala, la presencia de residuos sólidos y de estructuras, en ambos. El estudio de la Universidad de Exeter, (Reino Unido), la UNAL Medellín y la Universidad del Norte, muestra que la protección legal contribuye a su conservación; sin embargo, la presión antrópica sobre los manglares es cada vez mayor, no solo en el Caribe. Si bien la ley colombiana los considera ecosistemas protegidos, este amparo no siempre garantiza su cuidado, por esta razón, la flexibilización de medidas podría contribuir a su deterioro.

 

Los manglares almacenan cinco veces más carbono que cualquier otro bosque tropical comparable. Foto cortesía sitiosturisticoscolombia.com

 

¿Experimentan los manglares protegidos una menor perturbación por actividad humana que los no protegidos?, ¿tienen un potencial más alto de regeneración?, ¿cuentan con mayores reservas de carbono?, eran muchas las preguntas que tenían los investigadores sobre los manglares del Caribe colombiano y su estado, especialmente, en el marco de las medidas legales de protección adoptadas para estos ecosistemas en el país.

El estudio internacional, liderado por la Universidad Exeter de Inglaterra, con el apoyo de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, se enfocó en identificar las diferencias entre dos manglares cercanos a la ciudad de Barranquilla, en el departamento de Atlántico, ubicados en el delta del Río Magdalena: Cuatro Bocas y Mallorquín.

Lo anterior, con el objetivo de comprender mejor la influencia de la protección legal en el mantenimiento de la calidad ecológica de los manglares, evaluando su estructura forestal y las reservas de carbono. Para ello, se midió el índice de disturbio antropogénico, es decir, las afectaciones a estos ecosistemas por las actividades humanas, específicamente el pisoteo, la tala y la presencia de residuos sólidos y estructuras humanas en los ecosistemas de los manglares, señaló el director del Área Curricular en Bosques y Conservación de la UNAL Medellín y participante del proyecto, Jaime Polanía.

“Se quería medir la eficacia de las áreas protegidas, que no se ha medido muchas veces y mucho menos en manglares cabalmente. Queríamos saber si nombrar o crear un área protegida en realidad protege a los ecosistemas”, enfatiza el docente de la Facultad de Ciencias Agrarias.

 

La investigación, cuyo resultado fue un artículo científico, recalca que los manglares están bajo una inmensa presión antropogénica a nivel global, lo que se agrava aún más por su accesibilidad para los humanos. Para minimizar la presencia de personas y, por ende, las presiones sobre el ecosistema, a menudo se establecen áreas protegidas. Sin embargo, la efectividad ecológica de estas áreas, que influye en su durabilidad legal, rara vez se evalúa más allá de la reducción de la deforestación. Además, se sabe poco sobre si la protección puede proporcionar un impacto ecológico positivo si los sitios son fácilmente accesibles, es decir, adyacentes a áreas urbanas, cerca de carreteras y otros lugares de menor tamaño.

 

“Los manglares son importantes hoy en día porque nos dimos cuenta que estos ecosistemas son capaces de secuestrar (ese es el término técnico) cinco veces más carbono que los demás bosques terrestres tropicales comparables. Y esa es una de las maneras más efectivas que hay en el mundo para mitigar el cambio climático debido a que uno de los principales gases de efecto invernadero es el dióxido de carbono (CO2). Aunque estamos lejos de mitigar el cambio climático, una de las formas relativamente más barata y natural de hacerlo es tener manglares en nuestro planeta, pero ¿qué pasa?, los manglares crecen solamente en sitios tropicales”, señala Jaime Polanía, doctor en Ciencias Naturales.

 

Además de su alta capacidad para secuestrar CO2, los manglares tienen otras bondades, ofrecen protección a las zonas y comunidades costeras de fenómenos naturales como tsunamis. Así mismo, en el llamado “cinturón de huracanes” del Caribe colombiano, estos ecosistemas filtran el agua y son hábitat de peces, cangrejos, camarones y otros bichos marinos. En algunos lugares del mundo, las personas usan la madera y las hojas para diferentes actividades, incluso, existe una especie de palma (que también hace parte de manglar) de la que se usan las hojas y el tronco para hacer jugo fermentado de la savia, relata Polanía.

 

Radiografía de los escudos naturales estudiados

La investigación se desarrolló en los de manglares de Cuatro Bocas y Mallorquín, cercanos a Barranquilla. Los dos ecosistemas están separados por 20 km y conectados por el viaducto el Gran Manglar sobre la Ciénaga de la Virgen, construido entre 2016 y 2018.

Ambos dominados por la especie Avicennia germinans y en menor abundancia se registra presencia de Laguncularia racemosa y Rhizophora mangle. Están ubicados en ambientes tropicales con variaciones estacionales de lluvia y presentan características ecológicas y físicas comparables, incluyendo amplitud de mareas, composición de especies y aporte de sedimentos.

Según el estudio, actualmente ambos manglares están bajo diferentes estados de conservación: los manglares Cuatro Bocas forman parte del Parque Nacional Isla Salamanca, establecido en 1964, están bajo protección; por su parte, los manglares Mallorquín hacen parte de un humedal más grande, incluido en la Lista de Humedales de la Orilla del Mar (OCEM) desde 2009 en la Convención de Ramsar, se ubican en la ribera occidental de la desembocadura del río Magdalena y son fácilmente accesibles para las personas a través de la Ruta Nacional 25. La parte sur de la laguna está bordeada por dos pueblos pesqueros y forma parte de la expansión urbana de Barranquilla.

El profesor Jaime Polanía relata que la construcción del embarcadero de Bocas de Ceniza en el año 1935 redujo sustancialmente el aporte de agua dulce y aisló la parte occidental del delta del resto del sistema del delta del río Magdalena, formando la laguna Mallorquín. Recientemente, se construyeron pasarelas de madera en la parte sur de los manglares de Mallorquín como parte del Ecoparque Mallorquín.

 

El proyecto de investigación es financiado por el Natural Enviroment Research Council del Reino Unido y liderado por la profesora Dunia Urrego de la Universidad de Exeter, ingeniera forestal egresada de la UNAL Medellín y el profesor Barend Vvan Maanen. Además, la publicación del artículo científico estuvo a cargo de la ecologista de humedales tropicales Dra. Anggi Hapsari y contó la participación del profesor Jaime Polanía, el docente Juan Camilo Restrepo de la Universidad del Norte y del International Union for Conservation of Nature (IUCN Mangrove Specialist Group). Actualmente, la egresada de Ingeniería Forestal de la Sede, Luisa Fernanda Gómez, realiza su doctorado en la Universidad de Exeter en el marco de este estudio.

 

“Una buena forma de comparar era analizando un manglar de una ciénaga al norte de Barranquilla que hoy en día se convirtió en parque, lo cual no es malo, pero antes de que fuera parque ‘no era de nadie’. Entonces, básicamente, hay desagües, algunas de las aguas servidas de Barranquilla las depositan allá y la gente entra y sale libremente. En cambio, en la Isla de Salamanca, las personas no pueden llegar fácilmente hasta allá, puede pasar por la carretera, sin embargo, creo que a muy poca gente se le ocurre parar ahí y meterse al manglar. Entonces se hicieron los mismos muestreos comparando el área protegida con el área no protegida y los resultados son espectaculares”, relata el biólogo marino y profesor de la UNAL Medellín.

Se ubicaron distintas estaciones para los análisis en los dos manglares y en cada una se utilizó el sistema de valoración para estimar la severidad de la perturbación antropogénica. Para ello, se consideraron cuatro variables de perturbación: pisoteo humano o de ganado, tala o extracción selectiva de manglares, presencia de residuos sólidos en el suelo del bosque y presencia de estructuras humanas como canales, excavaciones y cercas.

Protegido vs. no protegido

 

Los resultados sugieren que los manglares protegidos, aunque accesibles, tienen un índice de perturbación promedio de 5.3, menor que los manglares no protegidos (promedio 11). Los manglares protegidos también tienen un área basal promedio de árboles más alta, densidades promedio de árboles, plántulas y retoños más altas y una mayor reserva de biomasa de carbono en comparación con los manglares no protegidos accesibles.

 

De acuerdo con el docente, en la mayoría de los indicadores evaluados y mencionados anteriormente, son mejores los valores de Cuatro Bocas en la isla de Salamanca (área protegida) que en la ciénega de Mallorquín. “El índice de efecto antropogénico, por ejemplo, para Cuatro Bocas es de 5.3, mientras en Mallorquín es 11, se duplicaba. Salvo un indicador que nos tiene ‘echando cabeza’ y es el carbono almacenado en el sedimento porque se encontró que el área no protegida tiene un mayor almacenamiento de carbono”, comenta Jaime Polanía.

“Los ecosistemas son muy buenos almacenando carbono, pero los manglares en particular lo hacen en el sedimento. ¿Por qué? Porque la marea llega y los lava y trae cosas, pero también se lleva. Trae carbono de los ríos y de los cursos de agua vecinos y se lleva el mismo carbono que ellos dejan almacenado ahí en forma de hojarasca, lo que con ramitas y hojitas va formando piso. Entonces, es posible que, en Mallorquín, esos aportes de aguas negras, que tienen mucha materia orgánica, hayan contribuido a que el carbono de la ciénaga de los sedimentos sea sensiblemente mayor que en Cuatro Bocas. Pero las otras mediciones de los otros atributos, en general, favorecen al área protegida. La salinidad en ambos lugares está dentro de los estándares habituales”, agrega Polanía.

Además, se midieron en unas parcelas circulares los brinzales y plántulas. Los brinzales son de una altura de menos de 5 cm y las plántulas alcanzan una altura de tiene 1,40 metros. De allí se derivan las otras medidas y hay cosas muy interesantes, señala el profesor, como el carbón orgánico, que es el que viene directamente de las plantas, y nos dice si este carbono que estamos midiendo aquí es autóctono, viene de aquí del manglar o lo trajo la marea. El nitrógeno es muy importante, la densidad del sedimento, la humedad gravimétrica, la salinidad y las reservas de carbono en sedimentos.

“Tratamos de calcular la altura y medir la circunferencia y encontramos muchos árboles chiquiticos y se van a encontrar cada vez menos, porque ha medida que van creciendo, ellos van a competir entre sí. Eso se ve en Cuatro Bocas, en Mallorquín no, debido a que la gente entra a buscar madera y leña y sacan los árboles que más le convienen, por esta razón los árboles más grandes ya no están, los vendieron para hacer pilotes y otras cosas además de leña o carbón”, enfatiza el biólogo marino.

Si bien la protección no elimina las perturbaciones humanas, sí las limita considerablemente en los manglares, incluso en sitios de fácil acceso para las personas. Los resultados también sugieren que la protección podría contribuir al mantenimiento de las condiciones ecológicas e influir positivamente en la estructura y la biomasa forestal de los manglares accesibles, advierten el profesor Jaime Polanía y el equipo investigador.

“Tenemos datos concretos que nos muestran que un sitio protegido, efectivamente, sirve para la conservación del manglar. ¿Qué pasa entonces en Colombia? Los manglares, todos, son estatales y por lo tanto están protegidos, pero, en este caso, para los que están muy cerca de Barranquilla, no tenemos cómo cuidarlos, pues la gente entra y se sirve a su gusto. Hay sitios que pueden ser declarados y después retirados de su protección. En el país, las áreas protegidas son inalienables, inembargables e imprescriptibles. Sin embargo, el parque Isla de Salamanca cambió de nombre para poder cambiar la forma de administración, debido a que está la carretera, hay hoteles cerca y otros establecimientos y las personas se estaban metiendo allí”, reflexiona Polania.

Los académicos señalan que el futuro en Colombia puede estar orientado en descubrir los procesos sociales que subyacen a la eficacia de la protección de los manglares para mantener su condición ecológica, a pesar de la alta accesibilidad de los humanos. Por ejemplo, hacerlo desde la comprensión de la importancia de la protección del ecosistema, el respeto y el cumplimiento de la regulación existente y el miedo a los castigos. Afirman, además, que se requieren estudios adicionales para confirmar la influencia ecológica positiva de la protección en los manglares accesibles en otros lugares del país.

El artículo científico especifica, además, que es esencial profundizar nuestra comprensión de la contribución de otros factores en el sistema socioecológico, que pueden ser específicos del sitio y/o contexto, a dichos resultados (por ejemplo, legislación nacional, equidad social, normas existentes, regla operativa y confianza en las autoridades). También se necesita una investigación exhaustiva para evaluar el papel de la protección de los manglares en la prevención del ‘síndrome de vacío’, es decir, la defaunación del ecosistema (pérdida de animales o de especies en comunidades ecológicas ya sea por extinción, disminución de poblaciones o la propagación de especies invasoras).

“Este estudio demuestra que la protección podría ofrecer beneficios ecológicos incluso a ecosistemas de alta accesibilidad de los humanos con una aplicación deficiente. Por lo tanto, es necesario centrarse en optimizar estos beneficios y minimizar su vulnerabilidad a las PADDD, en español, se refiere a "Degradación, Reducción y Eliminación de Áreas Naturales Protegidas".

(FIN/JRDP)

28 de julio de 2025