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Cuando se trata de campañas electorales, las emociones son cruciales tanto para sufragantes potenciales como en las estrategias de los partidos políticos, en las que la generación de argumentos pueden apelar a lo emocional, generalmente a partir del miedo o la esperanza, con el fin de persuadir las decisiones de voto. En Colombia, analizar la contienda política implica identificar particularidades, como la violencia y las sucesiones familiares que han sido tradición en el país. ¿Qué implicaciones tienen estas estrategias para una democracia?, y, ¿cuáles son los desafíos que enfrentan las naciones? Académicos dan una mirada al tema y lo explican desde las perspectivas de la argumentación, la psicología y la ciencia política.

 

Para analistas, es importante el sentido crítico y el fomento de la educación política. Foto cortesía.

 

En julio de 2025, un mes después del atentado contra el aspirante a la presidencia de la República, Miguel Uribe, quien para entonces se encontraba en delicado estado de salud, Guarumo y Ecoanalítica realizaron una encuesta sobre percepción política a 2.122 personas. Uno de los resultados tuvo que ver con la elección del precandidato como el de mayor intención de voto de su partido, el Centro Democrático, para las elecciones presidenciales de 2026, con un 13,7%. 

Es común que quienes acompañan a los actores políticos desde la asesoría político-electoral y de marketing, exploten de manera creciente las emociones políticas de las personas, de acuerdo con el profesor, para quien “todo eso tiene sentido, porque permite, inclusive, conexiones más directas con un amplio número de votantes que no necesariamente piensan en un discurso racional, sino que esperan un estímulo que produzca una reacción inmediata”.

Hay varios autores que han estudiado las emociones políticas. Una de ellas es la filósofa estadounidense Martha Nussbaum. Uno de los planteamientos que hace en su libro Emociones políticas: ¿Por qué el amor es tan importante para la justicia? es que las emociones públicas, “a menudo intensas”, pueden incidir en la “lucha de alcanzar propósitos o descarrilarlos, “introduciendo o reforzando divisiones, jerarquías y formas diversas de desatención”.

El atentado contra el precandidato Miguel Uribe debería convocar a la reflexión sobre la violencia política o a la defensa del derecho a la vida, sin embargo, en una sociedad en campaña permanente, termina siendo instrumentalizada para ganar terreno en el campo electoral y corresponde a “vivezas” de actores políticos, considera el profesor Carrión Suárez.

El atentado de Miguel Uribe, su posterior muerte y la manera en cómo ha sido abordado, tanto a nivel político como en el cubrimiento realizado por los medios de comunicación, ha generado reflexiones, como las que hizo, a través de un video difundido en sus redes sociales, la politóloga y doctora en Ciencia Política, Karol Solís Menco, profesora de la Universidad del Norte. La académica hizo referencia al concepto de espectacularización de la política, del sociólogo francés Pierre Bourdieu. Explicó que esta se da cuando la política deja de organizarse alrededor de una contienda y empieza a regirse por reglas del espectáculo, cuando la prioridad es producir capital simbólico, visibilidad, simpatía y adhesión.

En el análisis de la situación, Solís Menco también expuso que “el dolor que inicialmente ocurre en un territorio privado se desplaza a un escenario en el que se decide cómo se muestra para que sirva a un relato, no necesariamente a la verdad de lo ocurrido. Cuando esto pasa la política deja de proteger a las personas para usar sus vidas como insumo”. Esto, mencionó, está mediado por la interacción parasocial, que es la falsa cercanía que las personas pueden sentir hacia figuras públicas cuando se expone su intimidad.

Las emociones y la política, una relación de tradición

El impulso de las emociones en la política es de vieja data. Se dio, incluso, cuando aparecieron gobiernos totalitarios en Italia y Alemania, a finales del siglo XX, por ejemplo, cuando el dictador Benito Mussolini utilizó por primera vez a los medios de comunicación como estrategia para suscitar emocionalidad, como lo expone Orlando Arroyave Álvarez, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Antioquia. También cita el nazismo, en el cual la emocionalidad fue un elemento fundamental, porque se infundió el rechazo y el odio por un grupo social para fortalecer otro. Un caso contemporáneo sobre el que el académico llama la atención es el atentado a las Torres Gemelas, en el World Trade Center, en Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, a partir del cual aparece el lenguaje de la lucha contra el terrorismo y se genera movilización en torno al miedo.

El uso de las emociones en política se traduce en un oportunismo estratégico que en América Latina también se ha hecho visible, de acuerdo con el docente. A su criterio, lo han demostrado campañas como la de Cristina Fernández de Kirchner para la presidencia de Argentina, luego de la muerte de Ernesto Kirchner, su esposo y, para entonces, presidente de ese país. En Colombia, refiere, también es frecuente la utilización de la emocionalidad y una de las ocasiones en las que se ha demostrado ha sido el Plebiscito por la paz, sobre el cual la derecha, buscó que el voto mayoritario fuera por el no. Así se demostró con el Plebiscito por la paz: la corriente política conservadora buscaba que el voto mayoritario fuera por el no, para lo cual instauró el miedo, construido en el argumento de la ‘ideología de género’. Se trata, según el profesor, de “una etiqueta que usa la derecha basada en principios religiosos católicos”, por el posible uso de cartillas, para alertar supuestamente sobre la promoción y propagación de la homosexualidad en colegios.

Para Arroyave Álvarez, el contexto de Colombia es particular, pues es un país en el que se asocia la violencia con la política, que ha usado la emocionalidad para fortalecer la idea de que existe un enemigo por exterminar, controlar o sofocar, utilizando lo que en psicología se denomina retórica de la emocionalidad, que tiene que ver con emplear el discurso para dirigir y despertar emociones del público con el fin de orientar a una respuesta específica. Además, porque las culturas generan posibilidades en el sentido de lo reactivo, muchas veces asociado con lo moral.

El contexto de violencia alimenta la emocionalidad política en Colombia

El país no ha logrado superar la violencia política, de acuerdo con el docente Carrión Suárez, y si bien la muerte de Miguel Uribe se enmarca en ello, también lo son los asesinatos de líderes sociales en ejercicio político frente a los cuales el Estado colombiano no tiene una respuesta que logre contención.

Por otro lado y asociado a la violencia política, hay episodios que se repiten. A escala local, está el caso de Guillermo Gaviria, secuestrado en 2002 durante su ejercicio como gobernador y quien a través de una carta le pidió a su hermano Aníbal tomar sus banderas en caso de que fuera asesinado. A nivel nacional, en 1989, tras el asesinato del candidato a la presidencia Luis Carlos Galán Sarmiento, su hijo Juan Manuel Galán le entregó las banderas a César Gaviria. En el caso de Miguel Uribe la situación fue similar: el padre, Miguel Uribe Londoño, se las dio a Álvaro Uribe Vélez, fundador del Centro Democrático, quien a su vez, lo invitó a ser parte de los precandidatos presidenciales del partido.

Además de ser esto una muestra de la tradición familiar que se ha dado en la política, para el docente Carrión Suárez, significa una desinstitucionalización del partido, “porque finalmente encuentran un nuevo candidato que, por una situación coyuntural, tiene una mejor favorabilidad en la opinión pública”, lo que desconoce, por ejemplo, la trayectoria de María Fernanda Cabal, quien busca la presidencia. El académico considera que “estamos evidenciando que hay todavía un largo camino por trazar en términos de democracia”.

Llamado al sentido crítico

“La razón por la que nos preocupa tanto la emoción en política es porque tememos que las personas no consulten toda la información disponible y que, entonces, no sean razonables o que se promuevan a un punto tal que no se respeten los valores. Por eso necesitamos una ciudadanía crítica”, afirma Alexánder Gómez Posada, profesor de la Escuela de Artes y Humanidades de la Universidad Eafit. Para él, “una democracia necesita una ciudadanía inteligente y, si queremos una mejor, además de pensar en nuestros políticos y en nuestros líderes, debemos pensar en los ciudadanos”.

En esa búsqueda es también válida y necesaria la capacitación, pues cree que la educación que imparten las instituciones educativas también debe ser sobre política a fin de poder adquirir habilidades para evaluar la información que se nos entrega; para aceptar la incertidumbre, pues no hay seguridad de las consecuencias de las acciones políticas para comprender las distintas apreciaciones de la realidad. Desde los medios de comunicación y desde las universidades hay acciones que se pueden realizar, como promover desde la pluralidad de voces y de puntos de vista.

Dice el docente Carrión Suárez que así como en antaño era mal visto que una persona del núcleo familiar tuviese una postura política distinta, en la actualidad en espacios o relaciones tan íntimas como las de pareja pueden ser difíciles de tramitar los disensos a nivel político. Por eso, como señala Gómez Posada, es tan importante el respeto por la diferencia.

(FIN/KGG)

15 de septiembre de 2025