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María Isabel Colorado López lleva 28 años como empleada de la Universidad Nacional de Colombia, “el mismo tiempo de vigencia de nuestra Constitución”, dice bromista. Esa afirmación, sin embargo, la desvela un poco. La secretaria de la Asistencia Administrativa de la Facultad de Minas es una mujer con una profunda conciencia de país y una defensora enamorada de la educación pública; herencia de familia.

  • María Isabel Colorado López labora en la UNAL desde hace 28 años.

    María Isabel Colorado López labora en la UNAL desde hace 28 años.

  • María Isabel cree que es posible dejarles un mejor país a las generaciones futuras, la clave está en la educación.

    María Isabel cree que es posible dejarles un mejor país a las generaciones futuras, la clave está en la educación.

  • Su hermano, el periodista Jesús Abad Colorado, es uno de sus más cercanos amigos. Foto: cortesía.

    Su hermano, el periodista Jesús Abad Colorado, es uno de sus más cercanos amigos. Foto: cortesía.

  • Con su hija, Juliana, comparte muchos de los sencillos placeres de la vida. Foto: cortesía.

    Con su hija, Juliana, comparte muchos de los sencillos placeres de la vida. Foto: cortesía.

  • En las Distinciones Administrativas de 2019 María Isabel recibió la Medalla de Sede Alejandro López.

    En las Distinciones Administrativas de 2019 María Isabel recibió la Medalla de Sede Alejandro López.

    Su historia en la Institución se remonta a su infancia, cuando su papá, Héctor, la traía a ella y a sus siete hermanos a jugar en los prados verdes de la Universidad, a husmear en las clases, a presenciar las concurridas asambleas multiestamentarias, a empaparse de educación pública. “Y nos decía: ‘cuando ustedes crezcan van a estudiar acá; van a presentan el examen y van a pasar porque son muy inteligentes. Esta va a ser su casa”, recuerda.

    Y para los Colorado López, hacer parte de la universidad pública era el anhelo. María Isabel, optó por el alma máter del departamento y comenzó a estudiar Bacteriología (hoy Microbiología) en la Universidad de Antioquia, pero no terminó porque hacia finales de los ochenta, cuanto tenía que hacer su año de prácticas, se casó y el embarazo llegó muy pronto.

    “Las prácticas me salieron en Urabá, donde la situación de orden público era compleja y entonces opté por no culminar los estudios”. Un par de años después, su otra casa: la UNAL, le abrió las puertas como empleada. Empezó en Unisalud medio tiempo en la recepción y el otro medio apoyando la digitalización de las historias clínicas. Pasó a la Facultad de Ciencias Agrarias y, finalmente, a la Facultad de Minas.

    “Llegué a Minas como secretaria del Laboratorio de Carbones después de un concurso de ascenso y al cabo de unos años la profesora Beatriz Londoño, decana de entonces, me propuso un intercambio con la asistente administrativa de esa época y ahí me quedé. Eso fue como en 1998”, cuenta.

    Anécdotas de su historia de casi tres décadas con la Institución, conserva muchas, pero hay una que es su preferida: se remonta a 1996, cuando los empleados se sumieron en un paro de casi dos años para exigirle al Estado la nivelación salarial. “Recuerdo a muchos de los compañeros que lideraron ese proceso, entre ellos Gilberto Agudelo Martínez y, aunque entonces no estaba afiliada a ninguna organización sindical, también participé de esas discusiones”.

    Es más, respaldada por la Institución, acompañó a los sindicatos a las marchas que tuvieron lugar en la capital del país. Mientras vuelve a esa memoria tararea un pedazo de Estadio Azteca, la canción de Andrés Calamaro: “Cuando era niño y conocí el Estadio Azteca, me quedé duro, me aplastó ver al gigante”, y asegura que fue algo así lo que sintió cuando entró al auditorio León de Greiff de la UNAL Bogotá.

    Gracias a ese movimiento hoy los empleados de la UNAL cuentan con estatutos administrativos y de personal docente propios. A propósito de esos recuerdos, celebra que hoy el país se esté movilizando para exigir sus derechos, pero también lamenta que en la universidad pública ya no se den los debates con la fuerza y el ímpetu con que ella los presenció desde sus años de infancia.

    Hacia la primera década del siglo XXI, en el espíritu de María Isabel se hospedó la nostalgia: su hija, Juliana, viajó a Canadá a reforzar su inglés y esa ausencia le hizo recordar la nostalgia por haber abandonado hacía más de 10 años sus estudios universitarios. “Y se me metió la idea de volverme a presentar a la Universidad de Antioquia, al menos para ver qué tanto había cambiado el examen de admisión”.

    En 2006 se presentó a Derecho, como primera opción, y a Ciencia Política. “Una madrugada sonó el teléfono y cuando contesté muy asustada porque pensé que alguien había muerto, escuché el grito de mi hija al otro lado de la línea desde Canadá: ‘Mamá, pasaste a la Universidad’. Y pasé a Derecho becada por puntaje”, cuenta.

    Estuvo dudosa de si comenzar a estudiar o no, pero hoy, abogada, sueña con la idea de seguir su proceso de formación y quiere hacer una especialización en Derecho Administrativo.

    María Isabel es consciente que desde el conocimiento se le aporta a la educación y a esa idea de universidad que ha defendido desde niña, cuando no tenía conciencia de estarlo haciendo. De ahí que hace unos años decidió vincularse a uno de los sindicatos de la Universidad y hace parte de la comisión de derechos humanos, además pertenece al Comité de Carrera Administrativa de la Sede.

    Justamente a esta mujer entregada a lo que ama y defiende, este año (2019), la Institución le entregó la Medalla Alejandro López con la que le reconoce su servicio destacado y sentido de pertenencia. “Yo me siento muy honrada con este homenaje, es un premio y, sin lugar a dudas, también lo es para mi papá quien debe sentirse muy orgulloso desde ese otro plano de la vida donde esté porque él amó esta institución y siempre nos transmitió ese amor”.

    María Isabel lee y lee mucho, desde la prensa y la información que solo tiene lugar en redes sociales, porque le gusta vivir enterada de la realidad nacional y contrastar las noticias, hasta literatura; sus libros de cabecera son Mujeres que corren con los lobos y Dios nació mujer, y entre sus autores infaltables están William Ospina y José Saramago.

    En medio de las ideas sobre sus libros y lecturas, de las noticias y la realidad colombiana, María Isabel vuelve la mirada a la Constitución Política de 1991. “Ese texto es tan bonito, tan garantista, que lo que tenemos que hacer es buscar que se cumpla, tratar de que todos aboguemos por la paz porque con bala no se logra nada, nuestra historia así lo dicta. Como dice mi hermano Jesús Abad: ‘ante el fusil, el diálogo’, porque las generaciones futuras se merecen un mejor país, con igualdad social y respeto por los derechos”.

    (FIN/CST)

    28 de noviembre del 2019