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“Ay, por fin me van a dejar ser”, le contaron que una vez exclamó una estudiante cuando le dijeron que la profe Olga iba a ser su directora de grupo. Los niños la quieren, los colegas la respetan y los egresados la recuerdan con cariño, casi como a una mamá. Olga Lucía Cadavid Villegas es la profesora más antigua de la Escuela de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín.

  • Para la profe Olga el proceso de enseñanza-aprendizaje debe posibilitar espacios de creatividad y de encuentro.

    Para la profe Olga el proceso de enseñanza-aprendizaje debe posibilitar espacios de creatividad y de encuentro.

  • Olga Lucía cumplió 40 años al servicio de la Escuela UNAL y fue reconocida con el Escudo de la Institución.

    Olga Lucía cumplió 40 años al servicio de la Escuela UNAL y fue reconocida con el Escudo de la Institución.

  • La profe cree en los niños y los guía desde la libertad y la autonomía.

    La profe cree en los niños y los guía desde la libertad y la autonomía.

  • Siente la escuela y la Universidad como dos proyectos para crecer desde el ser.

    Siente la escuela y la Universidad como dos proyectos para crecer desde el ser.

    Estaba terminando su carrera profesional: Licenciatura en Educación en la Universidad de Antioquia cuando se dio cuenta de la convocatoria pública en la UNAL para un nuevo proyecto educativo enfocado en atender las necesidades de formación de los hijos de los empleados de la Institución. Aun sin graduarse Olga Lucía cumplía los requisitos; en 1979 se vinculó a la UNAL, de eso ya son 40 años.

    La profe Olga, Olguita, como le llaman de cariño sus estudiantes y colegas, ha acompañado el proceso formativo de muchas generaciones, ¿cuántas? Dice que no podría hacer la cuenta, en cambio, recuerda los nombres, las caras de los niños, sus inteligencias múltiples y las experiencias que la han marcado en cuatro décadas al servicio de la educación de la primera infancia.

    Su método de enseñanza, su secreto para no desbordarse con la energía de los niños, su estrategia para mantenerlos atentos, responden a una sola cosa: el amor que siente por enseñar, la vocación de maestra, algo que le viene de familia y de lo que se enamoró jugando a la escuelita en su infancia.

    “Yo he indagado mucho a nivel de pedagogía y didáctica y casi siempre para generar motivación procuro relacionar las clases con la cotidianidad, utilizo el método inductivo deductivo, relaciono todo con la práctica y trato de hacer clases atractivas en las que el niño sea el que llegue a las conclusiones por sí mismo a partir de la experiencia”, cuenta y se apasiona hablando de las enseñanzas de expertos en pedagogía como Lev Vygotski y Paulo Freire.

    La profe le ha metido el alma a proyectos como la huerta y el lombricultivo que han tenido por épocas. Entre las muchas anécdotas que conserva, recuerda la primera vez que tuvieron el cultivo de lombrices.

    “Un día llegué a le Escuela y todas las canastas de las lombrices estaban volteadas, no había lombrices y dijimos. ‘se acabó el lombricultivo’. A la semana siguiente llega un niño y me dice: ‘Olguita, mira, yo sé dónde están las lombrices, te muestro dónde están’. Y me llevó al punto donde las tenían y les daban comida; resulta que los niños motivados por qué iba a pasar con ellas las voltearon y las llevaron a un punto donde habían detectado otras lombrices”, no se molestó, por el contrario, esa fue una ocasión perfecta para aprovechar la curiosidad de los niños en sus procesos de aprendizaje.

    “Los niños desde pequeños se van proyectando, pero hay que permitirles ser y expresar sus gustos, preferencias, escucharlos y tratar de que la relación sea horizontal y no impositiva”, dice. Y agrega que gracias a ellos ha mantenido vivo su espíritu infantil: el placer del descubrimiento, la mirada del asombro, la imaginación sin preocupaciones o prejuicios y el goce de lo sencillo es algo que les debe a los niños.

    “Ellos son alegres, emotivos, celebran todo, se asombran y uno tiene que ponerse a la par porque todos tenemos algo de niños que hay que buscar y cuidar constantemente. Pero, sobre todo, la misión es tener claro que ellos no tienen que ser como uno espera, sino que hay que dejarlos ser”.

    Ser maestra es algo que trasladó a la crianza de su hijo, Andrés; al tiempo, ser madre influyó en su profesión porque a sus niños los quiere, cuida, apoya y guía como desde el amor inherente a la maternidad.

    Andrés, comenta, “también estudió en la Escuela y luego hizo Ingeniería Civil en la Universidad. Él es mi orgullo y quiere tanto como yo este lugar que ha sido la casa de los dos”.

    La Escuela le deja poco tiempo para otras cosas, sin embargo, ella aprovecha cada espacio libre para cultivar también su ser desde el disfrute de actividades que le apasionan como ir a teatro, a conciertos, a eventos culturales de ciudad y para leer: literatura y pedagogía son sus temas de interés.

    Olga Lucía Cadavid Villegas ha dedicado cuatro décadas de su vida al proyecto Escuela UNAL y lo haría otra vez, asegura. Porque cree en él y sabe de su valor e impacto social, cree en la formación de la primera infancia y reconoce en la Universidad el lugar plural donde caben todos los pensamientos y donde hace hogar el conocimiento.

    (FIN/CST)

    27 de septiembre del 2019