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“El feminismo no se trata simplemente de ser una mujer en una posición de poder. Se trata de una lucha contra las desigualdades sistémicas; se trata de un movimiento de justicia social que cree que el sexismo, el racismo y el clasismo existen y se interconectan, y que deben ser desafiados constantemente”, Jessica Valenti (bloguera feminista norteamericana).

 

  • "Debemos insistir en la necesidad de romper el silencio que perpetúa los abusos, mantener la perspectiva de género en todos los proyectos universitarios..", señalan las profesoras Mary Luz Alzate Zuluaga y Mónica Uribe Gómez.

    "Debemos insistir en la necesidad de romper el silencio que perpetúa los abusos, mantener la perspectiva de género en todos los proyectos universitarios..", señalan las profesoras Mary Luz Alzate Zuluaga y Mónica Uribe Gómez.

    Aunque es conocido que los temas de acoso sexual, discriminación y distintos tipos de violencia de género han estado presentes en las universidades tanto públicas como privadas desde hace mucho tiempo, solo recientemente ha sido prioridad en las agendas institucionales, como es el caso de la Universidad Nacional de Colombia, donde se diseñó una política que pretende erradicar las inequidades de género. En la Resolución 1215 de 2017, se establece el protocolo para la Prevención y Atención de casos de Violencias Basadas en Género y Violencia Sexual. Lo que debería celebrarse como una ganancia por parte de los distintos estamentos universitarios, ha sido recibido por algunos profesores como una amenaza, persecución o “casería de brujas”.

    Es muy desafortunado que, dentro de un ámbito como la universidad pública y un gremio como los profesores, se desconozca que estas medidas surgen de realidades palpables como las documentadas por la Fiscalía General de la Nación, que señala que entre 2008 y 2017 10.830 estudiantes colombianos denunciaron haber sido acosados en instituciones educativas, de estas denuncias el 98% permanecen en la impunidad. ¿Por qué ante realidades tan contundentes sigue siendo un tema tabú en las universidades y para algunos profesores llega incluso a ser un tema ofensivo que incita a las persecuciones personales?

    Lamentablemente la respuesta involucra aspectos sobre los que se reflexiona muy poco en nuestras instituciones, donde se han naturalizado muchas formas de violencia y desigualdad. Se sigue creyendo que los piropos, los chistes sexistas, los comentarios sobre la ropa que llevan las estudiantes, las invitaciones a discutir trabajos o calificaciones por fuera de espacios institucionales y en contra de la voluntad de las involucradas/os es algo “normal”. De hecho, este es uno de los temas que mayor resquemor genera, porque es tomado por algunos docentes como una exageración e intromisión en las relaciones entre profesores y estudiantes, o como una persecución de un grupo de feministas “resentidas” que no aceptan estos comportamientos. Estos puntos de vista siguen desconociendo una problemática presente y, hasta la fecha, poco enfrentada por las instituciones de educación superior.

    Aunque estos temas generen incomodidad es imperativo seguirlos visibilizando para dejar de naturalizar lo que no es aceptable socialmente. Cada vez se divulgan más noticias, como es el caso de los feminicidios y las situaciones de acoso laboral y sexual, o las recientes denuncias de las integrantes de la selección nacional femenina de fútbol Sub17, y tantos hechos más, que no son anecdóticos ni singulares, sino nuestra cotidiana experiencia en el proceso lento y difícil de igualación entre géneros en los distintos espacios en los que interactuamos. Hay que reconocer que el ámbito académico no es ajeno a estas prácticas por más que se precie de constituirse en un espacio formativo, abierto, plural y respetuoso de las diferencias, sigue siendo un lugar donde tienen vigencia el machismo, el trato discriminatorio y las prácticas normalizadoras de violencias contra las mujeres.

    Infortunadamente casos que muestren las situaciones señaladas se pueden documentar por montones. Sin embargo, un ejemplo concreto puede ilustrarse en la Universidad Nacional de Colombia -Sede Medellín- donde es frecuente que nuestros colegas hombres -no todos por supuesto- traten a las mujeres de ‘emotivas’ y ‘bochinchosas’, o nos increpen con gritos diciendo que no hay ningún irrespeto en sus palabras, cuando expresamos nuestras opiniones. Asumir que solo se lucha y sanciona el acoso (que se reconoce como necesidad fundamental), reduce la problemática y desconoce que la violencia tiene muchas formas y manifestaciones, incluida la verbal.

    Expresiones sexistas como “ella tiene cojones” para expresar la valentía y firmeza al momento de defender una postura o decisión por parte de una mujer, o que los piropos no tienen por que ser un asunto ofensivo, sin considerar en tal opinión a las mujeres receptoras de tales mensajes, o que asuntos tan básicos y relevantes para la coexistencia y convivencia entre profesores y estudiantes como la necesidad de debatir las reclamaciones de estudiantes frente al acoso sexual por parte de algunos docentes, genere la indignación por la falta de “colegaje” entre las profesoras mujeres con esos profesores, o más aún, la apelación a la condición de representante profesoral, o a que, en realidad son algunos de estos profesores los que deberían entablar la queja al sentirse acosados sexualmente por sus estudiantes, nos ubica en las últimas escalas de ese proceso de igualación social iniciado hace más de un siglo con el movimiento de mujeres sufragistas[1].

    Las miradas cosificadoras y los tratos discriminatorios que recibimos las mujeres por nuestra condición de género, no es un asunto que competa sólo a las mujeres o a quienes defienden ideas feministas, así como la discriminación racial no compete sólo a quienes han sido históricamente excluidos por su condición étnica. La discriminación por cualquier condición es un asunto que atañe a todas las personas en tanto cohabitantes y corresponsables de un mismo espacio. Nadie se puede sentir invulnerable y exento de lo que le ocurre al Otro.  En palabras de Ranciére “La igualdad existe y tiene un efecto universal en tanto que ella se pone en práctica. No representa un valor que se invoque sino una universalidad que debe ser postulada, verificada y demostrada en cada caso”[2].

    Para finalizar, debemos insistir en la necesidad de romper el silencio que perpetúa los abusos, mantener la perspectiva de género en todos los proyectos universitarios y visibilizar estas denuncias, porque de otra forma se vuelve a opacar el problema de fondo, que es el del acoso y las distintas violencias de género presentes en la universidad, las cuáles deberían tener, no solo sanciones legales, sino también morales por parte de todos los estamentos universitarios.

    Por: Mary Luz Alzate Zuluaga y Mónica Uribe Gómez

    Profesoras del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín

    [1] Para más información de la lucha de las mujeres en defensa del derecho al sufragio universal, véase https://sites.google.com/site/historiaweb2/historiadelmundocontempor%C3%A1neo/el-movimiento-sufragista

    [2] http://www.catedras.fsoc.uba.ar/heler/poliyidenranciere.htm

    6 de marzo del 2019