Escudo de la Repblica de Colombia Escudo de la Repblica de Colombia
A- A A+

El 1 de junio de 2014 en un salón del Bloque 12 de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, Jorge Cossio Betancur, dictó su última clase como profesor universitario. Además de sus estudiantes, colegas, amigos, egresados y alumnos de otros cursos llenaron el auditorio, querían despedirlo como se lo merecía: con la casa llena. Al final de la charla, entre aplausos, regalos y felicitaciones, la emoción lo desbordó en lágrimas. Ese momento, que evoca ahora entre risas, estuvo sazonado por una anécdota tan particular como su personalidad bromista.

  • Jorge Cossio Betancur entró a la U.N. cuando tenía 16 años.

    Jorge Cossio Betancur entró a la U.N. cuando tenía 16 años.

  • Se jubiló en 2014 y es profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia. Foto cortesía.

    Se jubiló en 2014 y es profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia. Foto cortesía.

  • A la institución le debe sus colegas y amigos más cercanos. Foto cortesía.

    A la institución le debe sus colegas y amigos más cercanos. Foto cortesía.

  • La matemática Débora Tejada, también profesora jubilada de la U.N., es su esposa y el amor de su vida. Foto cortesía.

    La matemática Débora Tejada, también profesora jubilada de la U.N., es su esposa y el amor de su vida. Foto cortesía.

  • El profe Cossio es miembro de número de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (ACCEFYN). Foto cortesía.

    El profe Cossio es miembro de número de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (ACCEFYN). Foto cortesía.

  • Otra de sus pasiones es viajar y perderse en los paisajes tranquilos. Foto cortesía.

    Otra de sus pasiones es viajar y perderse en los paisajes tranquilos. Foto cortesía.

  • Jorge Cossio Betancur le ha entregado con honor su vida a la U.N.

    Jorge Cossio Betancur le ha entregado con honor su vida a la U.N.

    “Ese día, uno de los obsequios fue una camiseta del Atlético Nacional y me empezaron a corear: ‘que se la ponga, que se la ponga’, ah, y yo me la puse”, cuenta a risotadas. Y es que los que lo conocen saben que Cossio ama el fútbol, sí, pero también que es hincha fiel del Deportivo Independiente Medellín; el equipo de sus amores y sus dolores. Hoy cuenta que vistió con honor esa camiseta verde y blanca porque fue, y lo sigue siendo, una muestra del aprecio de sus estudiantes.

    El ingeniero Cossio Betancur, hoy profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia, empezó a escribir su historia con la alma mater del país desde que estaba en sexto de bachillerato en el Liceo de la Universidad de Antioquia. Fue gracias a su primo Gustavo González quien estudiaba en la U.N. y le habló de la Institución como un lugar donde se hacía buena matemática y buena física a nivel de ingeniería.

    “Las matemáticas y la física en la Escuela de Minas son una cosa fabulosa”, le decía Gustavo, y agregaba que los profesores además de excelentes eran rigurosos y exigentes, con eso lo convenció; “ahí yo dije inmediatamente ‘esa es la mía, ese es mi reto’, me entusiasmé y así entré al programa de Ingeniería Civil”, dice. Tenía 16 años, quizás por ello ha afirmado en varias oportunidades que la Universidad lo terminó de criar.    

    “Yo estudié ingeniería entre 1969 y 1975. Todavía tengo presentes los retos intelectuales que me plantearon mis profesores y las materias que para mí eran difíciles, recuerdo dos, sobre todo: Geometría, en primer semestre, con un libro que me ayudó a desarrollar el pensamiento lógico y a pensar en matemáticas; y Análisis IV, un curso de cálculo en el que conocí al profesor Jorge Mejía Ramírez (el peludo Mejía), a quien era muy difícil pasarle”.

    No solo pasó muy bien la clase de ‘el peludo’ Mejía, sino que al terminar el profesor dispuso: “Cossio, usted va a ser mi monitor de ahora en adelante”, en ese puesto estuvo tres años durante los cuales se acercó a la docencia, descubrió que le gustaba enseñar y se motivó para estudiar matemáticas en profundidad. Cuando estaba en segundo año de Ingeniería empezó a dictar clases en un colegio nocturno y en el tercer y cuarto año fue docente de la Universidad de Medellín y de la Universidad Autónoma Latinoamericana.

    Empezando la década de los 70, el Jorge Cossio veinteañero dictó en la Universidad de Medellín su primera clase para estudiantes universitarios, muchachos que lo igualaban o superaban en edad. Aquella vez, como lo haría el resto de su vida, entró emocionado al salón y tras algunas lecciones teóricas, la pregunta retadora que le hizo uno de los jóvenes no lo apabulló, por el contrario, le dio el último empujón a su convicción de ser profesor.

    “Llegué a la primera clase con mi saco de pana y muy bien puesto, empecé con Cálculo Integral y lo primero que di fue la definición matemática formal de lo que era la integral de Riemann. Inmediatamente terminé, se para un muchacho y me dice: ‘profesor, ¿y a mí para qué me sirve eso?’”, rememora. La pregunta, cuyo trasfondo era la utilidad de lo teórico para ingenieros que se dedicarían a lo práctico, le llegó directo al alma.

    La respuesta, sin embargo, convenció al grupo de su proceder y a él de lo que quería hacer en la vida, heredero de la formación seria y rigurosa de la Escuela de Minas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, de donde estaba próximo a recibirse como ingeniero civil, sentenció: “Yo les estoy dando una definición para que ustedes sepan de qué objeto matemático estamos hablando, porque no puedo enseñarles a calcular una integral sin que conozcan lo que es”.

    A partir de esa experiencia, se ganó el respeto y la admiración del grupo; unos pocos meses después vino lo que, en definitiva, delimitó su futuro: se abrió en la U.N., su alma mater, el primer concurso para escoger profesores de matemáticas. “Participamos 96 personas, matemáticos e ingenieros de todo el país, para seis plazas docentes, la formación nuestra era tan buena que de esos seis puestos cinco los conseguimos ingenieros de la Escuela de Minas. Entonces, en abril de 1975, me gradué como ingeniero civil e inmediatamente entré como profesor”, cuenta.

    Ya como docente de la U.N. tuvo la oportunidad de hacer estudios de posgrado: una maestría en Ciencias (Matemáticas) en el Centro de Investigación del Instituto Politécnico Nacional en México, donde conoció al matemático colombiano Alfonso Castro, quien sería su profesor y se convirtió en un gran amigo, un hombre de quien afirma “no le puedo desatar los zapatos por su alto nivel intelectual”. Y un doctorado, también en Matemáticas, en la Universidad de North Texas en Estados Unidos, bajo la dirección Castro.

    A su regreso se dedicó con alma y corazón a la U.N., aún después de jubilado sigue entregándose a la Institución en la que encontró el amor de su vida: la también profesora Débora Tejada Jiménez, además de buenos amigos, colegas brillantes y estudiantes con mucho talento, de quienes dice “aprendió mucho en matemáticas y lo ayudaron a formar como persona y académico”.

    Fue director del Grupo de Investigación en Matemáticas de la Sede entre 1992 y 2012. La Universidad le otorgó varias distinciones como Docencia Excepcional, en 1991 y en 1998; la Medalla al Mérito Universitario; el reconocimiento Academia Integral Meritoria; y la categoría de Profesor Emérito. Así mismo, la Sociedad Colombiana de Matemáticas le dio, en 2009, el Premio Nacional de Matemáticas, y es miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 2003. 

    A cambio de todo ello el profe Cossio ayudó a fundar el Concurso de Integrales, formar a generaciones de matemáticos e ingenieros, muchos de los cuales, sostiene, lo han superado intelectualmente y esa es su gran satisfacción: “mis estudiantes son mi gran orgullo, el talento colombiano es muy grande y me siento contento de que muchos sean mejores que yo, eso es para mí un legado muy grande y experimento una alegría infinita cuando progresan; ahí hay parte de la semilla que yo ayudé a sembrar para aportar un poco a la construcción de sociedad”.

    El profe Cossio ama con intensidad a la Universidad y aunque en su familia le repiten constantemente que es momento de soltarla, él cada vez se convence más de aquella sentencia que profirió el día que se jubiló: “yo soy de la Universidad Nacional hasta el atardecer de mis últimos días, no puedo ser otro”.

    (FIN/CST)

    26 de octubre del 2018