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“Llegué hace 23 años, un 13 de enero, con unos manguitos y con esa carreta que usted ve allá, esa carretica me ha acompañado por 35 años, y me instalé acá”. Así empieza Parmenio Duque Ramírez a contar su historia de más de dos décadas con la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín donde, afirma, él lleva la batuta en lo que a oferta gastronómica saludable se refiere.

  • Parmenio Duque Ramírez llegó hace 23 años a la U.N. Sede Medellín.

    Parmenio Duque Ramírez llegó hace 23 años a la U.N. Sede Medellín.

  • La carreta que fabricó con sus manos hace 35 años, todavía lo acompaña.

    La carreta que fabricó con sus manos hace 35 años, todavía lo acompaña.

  • Parmenio diversificó su negocio tanto que ahora vende helados y derivados de lácteos.

    Parmenio diversificó su negocio tanto que ahora vende helados y derivados de lácteos.

  • Parmenio pasa más de 14 horas diarias en la Universidad que para él es un lugar de paz.

    Parmenio pasa más de 14 horas diarias en la Universidad que para él es un lugar de paz.

    Su carreta es blanca, aunque antes fue verde, su más fiel compañera ha llevado esos colores desde que la construyó para recorrer con ella las calles de Bogotá, donde entonces vivía, vendiendo aguacates. Y es que Parmenio ha vivido de las frutas desde siempre.

    “Desde la edad de cinco años, que conocí las frutas, he trabajado con ellas, ha sido toda una vida comerciándolas”, cuenta; y aunque también asegura que sabe comprar y vender lo que sea, se inclinó por las frutas porque le gustan sobremanera, tanto que no tiene presente haber pasado un solo día sin comer alguna, es más, le adjudica a ello mantenerse joven después de 68 primaveras.

    Parmenio habla y se pierde en historias, muchas, asegura, son las que tiene por contar, pero hay una a la que le tiene especial cariño, la que ha escrito gracias al tiempo que ha pasado en la U.N. Sede Medellín.

    “Yo llegué a la Universidad gracias a mi sobrino Henry, él estudiaba acá y tenía permiso para vender fruticas y como se iba a graduar me dijo ‘tío, vamos a ver si lo dejan estar en la Universidad pa’ que venda los manguitos en mi lugar’. Él me trajo, me presentó a la jefa de Bienestar que en ese entonces era Olga Beatriz Salazar y me dieron el permiso por un mes y vea, llevo acá 23 años”.

    Era 1995 y se instaló con su carreta y 10 cajas de mango en lo que hoy corresponde a El Ágora, de acuerdo a la necesidad de la comunidad universitaria empezó a diversificar la oferta y así aparecieron papayas, bananos, naranjas y mandarinas; parecía que con el aumento de la variedad de sus productos crecía también el afecto de la gente, tras esto, sin embargo, había una razón más poderosa.

    “Me fui haciendo amigos, me familiaricé con lo que era la Universidad y me empezaron a querer. Yo digo que el cariño que la gente me cogió fue, sobre todo, porque en esa época había muchos estudiantes pobres que no tenían ni pa’ la coca y yo les daba papaya que es bendita pa’ la gastritis y fruticas”, recuerda. Además de calmar muchas hambres, Parmenio llegó a emplear a los universitarios a cambio de “la liga” con la que muchos podían no solo alimentarse sino también transportarse.

    Parmenio es honesto y cree en la honestidad de la gente, confía en todos los que lo rodean, admite que esto ha llegado a ser más un defecto que una virtud, no obstante, prefiere la confianza que el desasosiego de no creer en los otros, es por eso que nunca en 23 años su negocio ha tenido puertas o candados. “Así como usted ve ahora la carpa, era la carreta: abierta por sus cuatro puntas”.

    De ese primer lugar que ocupó en el campus y donde por poco cumple 20 años, pasó a la zona norte donde se concentra la actividad deportiva de la Universidad y donde “mejor ubicado no podría estar”, esto debido a la construcción de El Ágora. De su carreta blanca y verde Parmenio dio un salto a un espacio de 10m2, entre los bloques 24 y 25 del Campus El Volador, hoy, además de frutas, vende helados y productos lácteos.

    “Esta finca, como llama a la Universidad, ha cambiado mucho en los últimos seis años, ahora está más hermosa que nunca, lo que más me gusta son los paisajes y la juventud que me rodea que tiene tantos talentos y que no me deja envejecer”, comenta entre carcajadas. Y añade que tiene, sin ser exagerado, unas 50 mil cosas y más para agradecerle a la U.N., entre ellas quizás la más importante es que le permitió establecerse y “sentar cabeza”.

    “Yo no sé leer ni escribir porque no estuve en la escuela, la universidad mía fue la vida y las calles de Medellín, Bogotá, Cúcuta y todos los lugares por donde anduve. La otra escuela fue esta Universidad, acá me establecí, me pude relacionar con otro tipo de gente y yo digo que me hice más persona”, afirma.

    Parmenio es consciente de que no es lo mismo arrastrar su carreta, por más amor que le tenga, de esquina a esquina, que estar fijo en un lugar, por eso y más su cariño y agradecimiento a la U.N.

    (FIN/CST)

    31 de agosto del 2018