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Por allá, a mediados de los 90, después de solucionar su duda vocacional y siendo una de las cinco mujeres estudiantes de Ingeniería Mecánica de la U.N. Sede Medellín, Diana María López Ochoa se sumó al proyecto Matemáticas y Física Básicas para Antioquia, los años vinculada a la iniciativa le permitieron ver la epifanía: sería profesora.

  • Diana López ingresó a la U.N. como estudiante en 1994.

    Diana López ingresó a la U.N. como estudiante en 1994.

  • La profesora apoya las iniciativas de sus estudiantes y los exhorta a hacer lo que aman.

    La profesora apoya las iniciativas de sus estudiantes y los exhorta a hacer lo que aman.

  • Son 10 años los que lleva vinculada a la docencia y enseñar es una de sus pasiones.

    Son 10 años los que lleva vinculada a la docencia y enseñar es una de sus pasiones.

  • El arte también es una de sus pasiones.

    El arte también es una de sus pasiones.

    “Había una cosa muy especial cuando estaba trabajando con un chico, un momento que duraba nanosegundos y en el que yo veía que la persona había entendido y que las fichas encajaban, ahí había un brillo distinto en los ojos y uno se va volviendo adicto a eso”, cuenta. Esa sensación y la idea de que podía ser vehículo, facilitar procesos y ayudar a otros a descubrir lo bonito que hay en aprender, alimentó entonces y alimenta todavía su decisión de ser profesora.

    Llegar a ese momento de iluminación no fue sencillo; desde el colegio, enamorada del dibujo y de los medios expresivos pero también de las matemáticas y de la física, Diana se debatía por definir qué estudiar. En noveno grado empezó una técnica en Dibujo Publicitario a la que dedicó cuatro años, el último lo hizo mientras estudiaba Ingería Mecánica en la U.N. y finalmente decidió que quería concentrar sus esfuerzos solo en la ingeniería.

    “Decidí guiada por la fascinación que tenía por la física y el movimiento y por la posibilidad de entenderlo, predecirlo y describirlo. Me pareció que la Mecánica era una de las ingenierías que ofrecía un panorama más amplio”, comenta. Y aunque recuerda el impacto de llegar a procesos de manufactura por lo sucio y desordenado del espacio, asegura con gracia que lo disfrutó, “tanto que terminé trabajando en el área y me parece una delicia”.

    Ávida de conocimientos y experiencias vivió la Universidad desde muchos ángulos, incluso asistió a cursos de otras facultades como la de Ciencias y la de Ciencias Humanas y Económicas. Después de graduarse, en el 2001, y segura de que quería ser profe, hizo la Maestría en Ingeniería - Materiales y Procesos también en la U.N. y luego un doctorado en la misma área en la Universidad de San Pablo (Brasil). “Y ya todo ha sido el mundo académico”, asevera y se ríe, porque Diana López tiene una cómplice cuando habla: la sonrisa.

    Terminó el doctorado en el 2007, y como quien camina en línea recta hacia un objetivo preciso, al año siguiente se vinculó como profesora en la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, su casa. Tras una década ejerciendo la docencia es tan entusiasta como en sus inicios, pero ahora, curtida por la experiencia, es más crítica.

    “Estos 10 años han sido de trabajo y de reflexión sobre la Universidad, yo considero que necesitamos plantearnos cambios fundamentales, cuestionarnos sobre cómo y por qué aprendemos, cuáles son nuestras motivaciones y para dónde vamos como Institución y desde ahí reinventarnos”, enfatiza.

    Y resalta que desde ese punto la docencia se le hace más interesante pues siempre el reto de cómo acercarse al contexto y a las necesidades que reclama, es mayor. Además, asegura que en ese punto la Universidad es afortunada porque los chicos que llegan son brillantes y maravillosos; “con ellos tenemos un trabajo agradable y satisfactorio de construcción conjunta”.

    Diana López es una mujer sensible, meticulosa, de ideas claras y de acciones concretas; está convencida de que en la discusión con el otro hay un construir ideas y, en definitiva, no le gustan los estereotipos que encasillan, para ella es claro que “todos somos seres humanos con retos y capacidades diferentes”, en ese sentido, habla de la equidad en referencia a que “que cada persona debería poder hacer lo que quisiera sin que el sistema le presente obstáculos”.

    Animada por sus convicciones, en los últimos años ha trabajado alrededor de la aproximación de mujeres adolescentes a las ciencias mediante un proyecto que buscaba propiciar ambientes donde las jóvenes se sintieran tranquilas y sin miedo a elegir o a proponer ideas.

    “Hemos tratado de crear un espacio en la Universidad donde puedan venir mujeres adolescentes de los colegios públicos de la ciudad para acercarse de una forma más didáctica, a través del hacer, a diversas ideas científicas. Hemos abordado temas desde la astronomía, la meteorología, la física, la geometría, la biología… para que vean de una manera distinta ese quehacer”, cuenta.

    Pero Diana López no es solo academia. De la fiebre del dibujo no se ha podido deshacer, hace varios años ya que toma cursos en la materia y lleva tres vueltas al sol dedicada al grabado. “Se me juntaron los dos amores”, expresa, porque en este ejercicio además de dibujar la técnica la obliga a tareas como desgastar y corroer la chapa metálica y para tal fin involucra la ingeniería de materiales y procesos. Ahora está explorando la teriantropía, “me interesa el tema de los animales que nos habitan”, anota; de hecho, entre sus trabajos mejor logrados ya cuenta un hombre búho.

    Para Diana dibujar tiene que ver con la capacidad de ver y de expresar, sin ser necesariamente realista, y esa capacidad está hermanada con una necesidad: la de conocer; por eso lee casi obsesivamente. “Saramago, Sábato, Hesse, García Márquez, la literatura me gusta mucho y hay muchos favoritos, así que tengo de dónde escoger y maravillarme”, expresa.

    Enseñar, aprender, dibujar, leer y una más: nadar; son algunos de los verbos que hacen acción a una mujer como Diana López. A propósito del agua comenta que le fascina bucear más que nada por la sensación de ingravidez que le permite apreciar claramente la fragilidad de la vida y porque sumergirse en el azul infinito del mar le hace sentir como una astronauta. “Siempre que tengo oportunidad voy por mi dosis de nitrógeno”, precisa.

    La Universidad, señala finalmente, “me ha dado una oportunidad de vida maravillosa, la posibilidad de trabajar en lo que me gusta, de conocer gente, de tener ideas y desarrollarlas, y de encontrarme con otras opiniones. Ha sido fantástico”; es por eso que consciente del valor de la U.N. en su vida y en la de otros está dispuesta a seguir aportándole lo mejor de sí.

    (FIN/CST)

    24 de agosto del 2018