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Mediante un proyecto de extensión solidaria, la Sede y el Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, aunaron esfuerzos para fortalecer las economías locales de los municipios de San Jerónimo, Santa Fe de Antioquia y Sopetrán en el Occidente antioqueño cercano. El ejercicio contó con el apoyo de la Asociación Etnográfica y Cultural (Ouroborus).

  • Cosechero de tamarindo. Foto cortesía.

    Cosechero de tamarindo. Foto cortesía.

  • Puesto de frutas en la vía principal Santa Fe de Antioquia. Foto cortesía.

    Puesto de frutas en la vía principal Santa Fe de Antioquia. Foto cortesía.

  • Elaboración artesanal de pulpas de tamarindo. Foto cortesía.

    Elaboración artesanal de pulpas de tamarindo. Foto cortesía.

  • Corozo chascaray, cultivo distintivo de la región. Foto cortesía.

    Corozo chascaray, cultivo distintivo de la región. Foto cortesía.

  • Sandra Muriel, León Darío Vélez y Clara Isabel Correa, investigadores.

    Sandra Muriel, León Darío Vélez y Clara Isabel Correa, investigadores.

    De acuerdo con el plan departamental la región está pensada para ser un polo turístico; no obstante, los investigadores identificaron que los vendedores de frutas y artesanías de los municipios requieren apoyo para insertarse en esta actividad económica, dado que la región se inclina a un turismo tradicional en manos de inversiones externas y con poca valoración de la cultura local.

    “La situación más reciente la vivió la Asociación de Fruteros y Artesanos de Santa Fe de Antioquia, que fue desplazada del parque principal, después de remodelado, porque no encajaban con la arquitectura patrimonial”, contó el profesor León Darío Vélez de la Facultad de Ciencias Agrarias. Y resaltó que tal apreciación desconoce la importancia cultural de los oficios que se derivan de la producción de frutas de la región y que constituyen un patrimonio inmaterial.

    A partir de ese contexto, y “en la perspectiva de un desarrollo rural con enfoque territorial, empezamos a estudiar las plantas que fueran muy importantes para los turistas y descubrimos que la mayoría son frutales, son nativas y son tradicionales”, explicó la profesora Sandra Muriel del Politécnico Jaime Isaza Cadavid.

    De las más de 78 especies que se identificaron se priorizó el trabajo con aquellas que son distintivas de la región y que son apetecidas por los turistas como tamarindo, zapote, pitaya roja, iraca, algarrobo, corozo, entre otras. En este sentido, el proyecto identificó también una relación de importancia entre el conocimiento tradicional, la multifuncionalidad de los sistemas de producción campesinos y el turismo.

    Las líneas de trabajo del proyecto se establecieron con base en los deseos y necesidades que expresó la comunidad. Se hicieron talleres con niños y jóvenes para valorar y preservar los conocimientos tradicionales, igualmente se desarrollaron ejercicios con los artesanos para mejorar sus productos y fortalecer la producción; se promovió el componente de turismo sostenible combinándolo con la producción agropecuaria para aprovechar el potencial local; y, finalmente, lo académico se consiguió a partir de una tesis de maestría y la vinculación de tres estudiantes de pregrado.

    “Encontramos que allí hay una economía local basada en conocimiento tradicional; en años nadie se ha ocupado de estas especies, de hecho los estudios agronómicos son muy pocos, así que es la comunidad con el saber acumulado por la experiencia quien mantiene viva esa economía y esa cultura”, señaló el profesor Vélez y, en el mismo sentido, destacó que esta economía constituye una red económica y social que empieza desde las fincas, pasando por cosecheros, comercializadores, transformadores, microempresas y vendedores.

    A propósito, sobre la situación de la Asociación de Fruteros y Artesanos de Santa Fe de Antioquia, señaló que aunque la administración municipal hizo un nuevo acuerdo que les permitió volver a vender sus productos cerca del parque principal, lo que se necesita es plantear un ejercicio de reflexión sobre el tipo de turismo que se quiere.

    En ese sentido, la profesora Muriel señaló que, además de protectores de la biodiversidad asociada que se hospeda en las fincas y del conocimiento transmitido de padres a hijos, los productores, cosecheros, transformadores, comercializadores y vendedores que configuran la red, son los protectores de recursos fitogenéticos de importancia alimentaria y medicinal. Sin embargo, la importancia de los recursos filogenéticos rara vez se alcanza a dimensionar para la humanidad.

    En su página web, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), declara que el capital fitogenético “consiste en una diversidad de semillas y materiales para la siembra de variedades tradicionales y de cultivares modernos, de variedades silvestres afines a los cultivos y de otras especies de plantas silvestres. Estos recursos se utilizan para la alimentación humana y animal, para fibras, vestimenta, vivienda y energía”; razón por la cual son la base biológica de la seguridad alimentaria frente a desafíos actuales como el deterioro ambiental y el cambio climático.

    El papel de la academia es fundamental en los procesos sociales

    Clara Isabel Correa, administradora de empresas agropecuarias quien se vinculó al proyecto, resaltó el rol de la academia en este tipo de ejercicios: “uno de los papeles que cumple la universidad en este caso es poder brindarles campos de acciones o posibilidades a estas comunidades que aparecen de alguna manera invisibilizadas o que son vulnerables”. Y recordó que gracias al trabajo los planes de desarrollo económico municipales y departamentales volvieron los ojos a la región a partir de temas como las fruteras y el turismo sostenible.

    Las reflexiones de los investigadores son el producto de seis años de trabajo del Grupo de investigación en Conservación y Manejo de Agroecosistemas (CyMA) de la Sede y del Politécnico Jaime Isaza Cadavid.

    Si bien los resultados del trabajo con la comunidad son positivos, los investigadores son conscientes de que el camino apenas ha comenzado a abonarse y que es necesaria, sobre todo, voluntad política que posibilite nuevas perspectivas para favorecer las economías y culturas locales.

    (FIN/CST)

    4 de julio del 2018