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La tarde se confundía con la noche cuando el matrimonio Noreña Grisales y sus tres hijos llegaron a la que se convertiría en su casa por cerca de 20 años y en la que terminaría de conformarse la familia con el nacimiento de cuatro niños más: la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín. Jorge Mario tendría unos cinco años, tal vez menos, cuando vio por vez primera la imagen que no habría de borrarse nunca de su cabeza: la puerta, enorme desde sus ojos de niño, que era el acceso a una finca inmensa dentro de la ciudad; la entrada de su hogar.

  • Jorge Mario Noreña Grisales llegó a la Sede siendo niño. Hoy es docente de la Facultad de Ciencias Agrarias.

    Jorge Mario Noreña Grisales llegó a la Sede siendo niño. Hoy es docente de la Facultad de Ciencias Agrarias.

  • El deporte marco su vida desde siempre. Foto cortesía.

    El deporte marco su vida desde siempre. Foto cortesía.

  • “Yo a la Universidad no vengo a trabajar sino a compartir la vida”, dice Jorge Mario Noreña.

    “Yo a la Universidad no vengo a trabajar sino a compartir la vida”, dice Jorge Mario Noreña.

  • A la fotografía llegó gracias a su trabajo en campo. Foto cortesía.

    A la fotografía llegó gracias a su trabajo en campo. Foto cortesía.

  • Bailar es una de sus más grandes pasiones. Foto cortesía.

    Bailar es una de sus más grandes pasiones. Foto cortesía.

    “Desde que tengo uso de razón viví en la Universidad. Mi infancia, adolescencia y parte de mi juventud trascurrió en estos predios y el amor que le tengo a la Institución viene desde niño”, dice con orgullo.

    Unas tres o cuatro décadas atrás dentro de las instalaciones de la U.N. había tres casas: una donde actualmente está ubicada Coca-Cola, otra sobre la carrera 65 al pie del Cerro El Volador y la tercera, en la que vivían los Noreña Grisales, donde hoy queda la piscina. La Universidad rifó entre sus empleados las viviendas y el papá de Jorge Mario, el señor Jorge Iván Noreña, fue uno de los afortunados.

    La Familia pasó entonces del barrio Aranjuez, en el nororiente, a la U.N., en el centro occidente de la ciudad; y de la dinámica de vecinos y familia alrededor a vivir como en el campo. “Este era, incluso más que hoy, un espacio muy natural y tranquilo”, comenta Jorge Mario mientras recuerda que cuando chico él y sus hermanos ayudaban en los galpones a recoger los huevos y en los potreros a ordeñar.

    La Institución le ayudó a trazar la ruta que habría de seguir en su vida y por la que ha caminado recto. “Yo me recuerdo pequeño, desde que estaba en la Escuela de la U.N. y siempre había alguien, estudiante o profesor, que me preguntaba: ‘¿tú cuando seas grande qué vas a estudiar?’. Y algo bueno pasó porque desde que tuve conciencia y decisión quise estudiar en la Universidad Nacional de Colombia”.

    Y así fue, Jorge Mario es ingeniero agrónomo, especialista en Gestión Agroambiental y estudiante activo de la Maestría en Ciencias Agrarias, todo de la U.N. donde, además, es profesor ocasional y el encargado del programa de henificación de la Estación Agraria Cotové. También es economista de la Universidad de Antioquia. “Yo pasé primero a la U. de A. pero me faltaba algo: la casa es la casa y no hay lugar para mí más satisfactorio que esta Universidad, entonces me presenté a Ingeniería Agronómica y paralelamente hice las dos carreras”, señala.

    La U.N. le dio también tres de sus más grandes pasiones: el fútbol, el baile y la fotografía. “Mi vida siempre estuvo ligada al deporte porque desde niño tuvimos a disposición los escenarios deportivos de la Universidad; me gustaba trotar y jugar fútbol y finalmente me incliné por el balón porque tenía habilidades para ello”. Incluso desde antes de ser estudiante universitario ya jugaba como volante de creación, centro delantero o media punta en el equipo de la Sede donde se destacó hasta ganar, en dos oportunidades, el premio al mejor deportista.

    Ya no juega competitivamente pero el deporte aún lo acompaña, a propósito, se dice hincha de la Universidad Nacional de Colombia y del Atlético Nacional, el equipo de su mamá.

    En el baile empezó hace unos 15 años con el propósito de vencer los temores que se interponían en su sueño de ser docente universitario. “Yo era muy tímido y eso no me permitía expresarme bien así que me di a la tarea de cambiarlo. Empecé trovando con la Asociación de Trovadores de Colombia donde estuve dos años y paralelamente bailaba pero definitivamente me apasionó más el baile”, cuenta.

    Pero el arte de moverse al ritmo de la música tiene, en la vida de Jorge Mario, un antecedente más remoto. “En la década de los 80 siendo muy niño en una de las fiestas universitarias una pareja dio un espectáculo tan impresionante de tango que yo quedé hipnotizado y me dije que alguna vez tenía que ser bailarín”. Años después ese recuerdo también lo motivó a bailar y, si bien empezó con porro y merengue, siempre fueron los ritmos de salón sus preferidos; hoy baila milonga y tango con la convicción de que seguirá haciéndolo hasta que los pies le respondan.

    En la fotografía, por su parte, empezó con fines académicos, pero mirar la vida a través del lente de la cámara lo enamoró y no hay visita al campo de la que no regrese con alguna imagen valiosa.

    En 1997, si la memoria no le falla, la familia Noreña Grisales dejó la casa de la piscina porque el jefe de hogar se jubiló, pero Jorge Mario nunca se fue la U.N. “Y nunca me quiero ir, es más, hoy vivo en la Universidad más que nunca”, afirma.

    Jorge Mario Noreña Grisales recorre el campus universitario como lo haría un duque en sus dominios; la conoce palmo a palmo y a pesar de los cambios reconoce todos sus rincones. Cada paso, mirada, camino; cada imagen de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín le habla de una historia que es tan propia como compartida, con la que vibra y a la que aprecia como su cuento de amor favorito.

    (FIN/CST)

    11 de mayo del 2018